miércoles, 7 de junio de 2017

¡Qué bolas las de la FGR! No lo quemaron por chavista, sino por creerlo ladrón

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¡Cuánto lo siento de verdad! No sé hacia dónde se encamina la FGR. Hay quienes dicen, reitero que esto lo repito, sin que al parecer tenga apego a los hechos y al porvenir, que anda en algo que llaman un "gobierno de transición", cosa como un agarrar aunque sea fallo a cambio de dar como mucho y donde se termina perdiendo hasta el crédito.
Es una vieja historia. Bien no recuerdo si lo leí de niño, lo vi en una película, pero sé bien que gritar ¡Al ladrón! ¡Al ladrón!, en una calle concurrida también es una vieja treta para distraer la atención. El corrupto, hallado con las manos en la masa, opta por lanzar acusaciones al boleo. Pero aunque eso grite y confunda al instante, no dejará de ser ladrón y pudiera ni siquiera evitar que más tarde le prendan.
Como cosa curiosa, merece ser tratada la conducta de la Fiscalía General de la República, la cual como primer asunto ha resaltado que el joven quemado en Altamira, "no lo fue por chavista, sino por haber sido acusado de ladrón". ¿Por qué le pareció eso importante? ¿No es un gesto descaradamente político y un actuar de la misma manera que se critica cuando eso lo hace otro? ¿No es una poco discreta manera de ponerse de lado de alguien en la disputa? Pero una cosa es otro y otra un Poder del Estado.
No entiendo exactamente lo que la FGR busca. La primera impresión es que parece intentar "rebajar" la gravedad de aquella infamia porque quienes en eso incurrieron creyeron se trataba de un ladrón. Es decir, pudiera estar intentando mostrarnos que el asunto no es tan grave, pues no fue un delito motivado por razones políticas – lo que pudiera asimilarse a una conducta pertinente al fascismo – sino una reacción con algo de civismo, hasta dignificante, pues alguien, un personaje ajeno a todo aquello, un infiltrado, cometió el pecado o delito - ¡este si es de eso!- de denunciar en medio de aquel tumulto al joven con un ladrón. ¡Al ladrón! ¡Al ladrón! Entonces, quienes quemaron al muchacho, no lo hicieron por creer que era este un chavista, fueron como ellas otras víctimas de un sujeto que pegó aquellos gritos para llamar la atención.
Justamente, al día siguiente de aquella barbarie – como excusada o expiada por la Fiscalía General de la República, pues "no se atacó a un chavista" – un joven, identificado por el periodista que le entrevistaba, como dirigente estudiantil universitario, dio aquella misma versión. Dijo lo mismo que exactamente ahora la FGR usa como causa del horrendo crimen.
La Fiscalía General de la República, como el joven universitario, aclara que al joven no se le atacó de aquella forma diabólica – decir salvaje sería inapropiado- por ser chavista sino por creérsele un ladrón infiltrado en aquellas huestes. Alguien grito ¡Al ladrón! ¡Al ladrón! Y los allí presentes en tumulto se le lanzaron encima y como dice la información de la Fiscalía, según Aporrea, "Fue herido múltiples veces con armas blancas y posteriormente rociado con gasolina y encendido fuego". Quiero resaltar a quienes siempre leen con sesgo, que las comillas, negritas y cursivas, indican que es una nota de Aporrea, portal que destaca que esa es la versión de la Fiscalía. También que se tome muy en cuenta es la misma que unos días atrás dio un dirigente universitario.
Parece que a La Fiscalía – no sé si eso le compete -, no le llama la atención que por aquellos gritos de ¡Al ladrón! ¡Al ladrón!, parte del grupo no se hubiese limitado, una vez señalado el presunto delincuente, a detenerlo y hasta que alguien lo hubiese golpeado como es habitual en esos casos, sino a tratarlo con aquella saña de "herirlo múltiples veces con armas blancas y posteriormente rociado con gasolina y encendido fuego".
¿No hay en esa conducta nada extraño que motive a la Fiscalía a una investigación más cuidadosa para llegar al fondo del asunto y hasta determinar responsabilidades a otro nivel o espacio más allá del donde se originó el tumulto y la barbarie? ¿Es normal ese tipo de reacción ante un simple grito de ¡Al ladrón! ¡Al ladrón!, sobre todo si a quienes allí se hallaban los movían razones totalmente ajenas a las de un pequeño ladrón en medio de una multitud enardecida? ¿No había en ellos razones más elevadas?
Pero hay otra valoración extraña de la Fiscalía, si es de verdad atribuible a ese Poder del Estado lo que aparece en la nota de Aporrea. Se dijo allí que para la FGR aquello "no fue un crimen de odio por ser chavista".
Lo que se hizo con aquel joven que remonta al remoto pasado de la humanidad, de cuando el uso de la hoguera para castigar pecados, pecado más horrendo, más si se le hirió previamente con armas blancas, no es otra cosa que una reacción motivada por el odio, el discurso irracional por diferentes medios, como el de "hasta las secretarias tendrán que pagar porque son cómplices" o "mata un chavista" y reforzado por medios que la FGR debe investigar.
Decir que lo hecho al muchacho en Altamira, en aquel aquelarre de brujas enardecidas, de cómo patrullas del salvaje kukuxklán, no lo motivó que fuese chavista, sino por confundirle con un ladrón, no parece apropiado que lo diga nadie y menos la FGR. Es muy grave esa expresión, porque pareciera intentar rebajar el extremo de la barbarie. Tender un manto de impunidad y hasta explicar, por lo menos, un asunto que está claro. Da igual si fue por ser chavista o no, ladrón o chavista, en todo caso, y a eso debe responder la fiscalía sin rebajar su majestad, que se trató de un crimen, una barbarie, un acto injustificable ajeno a nuestras leyes y costumbres. Y eso tiene responsables concretos, inmediatos y hasta difusos.
Y sería más grave la actitud de la FGR, si no investiga a fondo todos los factores que determinaron la conducta irracional, salvaje y hasta abominable de aquellos jóvenes que, por ser venezolanos, normalmente son ajenos a esos aberrantes procederes.
Discrepar de la gente del gobierno, dudar de muchas de sus prácticas y hasta ser de oposición no justifica que alguien, y menos quien está dentro del aparato del Estado, en uno de sus Poderes, establezca esa calificación de delitos que parece ser un sudario para limpiar pecados.

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