lunes, 11 de abril de 2016

El elefante boca arriba ¿BARRIO ADENTRO O BARRIO AFUERA?

Federico Ruiz Tirado

En el 2003 y a pesar de los esfuerzos de quienes estuvieron al frente del Ministerio de Salud desde la llegada del Comandante Chávez, era obvio que no había ninguna respuesta real en salud. El país estaba huérfano de una política pública, de instrumentos para diseñar una política pública que atendiera la dramática y a veces espeluznante situación que vivía la mayoría, en contraste con el auge y esplendor de la presencia y desarrollo de la medicina privada, mercantilista y por lo tanto excluyente.  Todo era teoría, intenciones. Todos de acuerdo y recitando el concepto de Atención Primaria en Salud y convencidos de ello, pero su ejecución práctica seguía siendo desde la lógica de la institución, es decir,  un punto y círculo ficticio y de papel que se planteaba desde los Ambulatorios y Distritos Sanitarios. Los programas de salud verticales caían lapidarios sobre los mismos trabajadores sin que se pensara en la necesidad de adaptarlos ni si quiera a la realidad local, exigiendo llenar miles y miles de papeles, para justificar el ego del tecnócrata del nivel central que no es capaz de “bajar” a buscar el dato sino sometiendo al que está “abajo” al martirio de llenar el documento tal, tantas veces como fuera extraviado entre los laberintos de la burocracia, como cuando alguien taladra en la acera y 5 más lo contemplan como contemplar un toro moribundo en el ruedo con la estocada mortal en medio de una sombra de sangre. Nadie toma el taladro, nadie atiende al paciente grave: sólo lo miran.


En las llamadas  zonas de “difícil acceso” éstas no contaban con médicos o éstos duraban escasas horas laborales en sus sitios de trabajo. Los médicos venezolanos acudían a atender en la red ambulatoria como parte de los requisitos para obtener la calificación para ejercer libremente o para hacer post grados, es decir, lo hacían para cumplir el llamado año rural o artículo 8 de la Ley del ejercicio de la Medicina; Ley por cierto, creada en el gobierno de Gallegos, luego de promulgada una similar para los maestros, como una forma de dar cobertura en el área rural. Desde entonces, la bata blanca era la insignia del privilegio, del ascenso social, del mírame y no me toques. La realidad acumulada entonces en el 2003 es que los médicos asistían a los barrios a atender como parte del cumplimiento del artículo 8 de la Ley del Ejercicio de la Medicina.

Durante la IV república esta práctica se extendió a la aplicación de esta ley en zonas urbanas, a barrios y en particular Caracas sirvió para ser cuna de los médicos de acuerdo a su palanca política, el compadrazgo, el apellido mantuano aunque no lo fuera. Por ejemplo, los ambulatorios de Santa Cruz del Este y la Arenera (en Prados del Este y Baruta) eran reservados para los “hijos de Ministros” y así, la ciudad se dividía a imagen y semejanza de las palancas políticas y mercantiles, del carnet blanco, verde o anaranjado. Eran médicos que iban a los barrios sabiendo que su pasantía era finita y que sólo era un requisito más y transitorio. Su compromiso era una especie de diezmo.

En esa Caracas del 2003, Freddy Bernal pidió Médicos cubanos (ya existía una experiencia en Monagas con un gobernador adeco que en la cuarta pidió esa cooperación). Fidel Castro y Hugo Chávez lo concibieron como una tarea basada en principios políticos, no en dádivas y demagogias humanitarias. El primer contingente se abrigó en casas de familia, en un proceso profundamente feminista y de clase. Fueron nuestras mujeres, mujeres pobres, que acordaron con su comunidad albergar un médico en su casa, en un espacio donde además pasaría consulta a su comunidad. 2003 cambió el mapa sanitario de Venezuela. El punto (Del punto y Círculo concebido por Chávez) dejó de ser el cascarón, el ambulatorio como estructura física que debía recibir un médico en cumplimiento del año rural (artículo 8) a ser la casa de una vecina que con sus homólogos definía el área de competencia de ese médico cubano. Rompió el mapa sanitario no solo en tales términos o sectorización o georreferencia sino en la forma de atender y entender la salud. El médico vivía en el área, el medico comía e interactuaba en el área, por lo tanto, participaba de los determinantes de la salud: de la alimentación, del saneamiento, de los estilos de vida, del ciclo de vida humana. El medico atendía la consulta sin instalaciones “adecuadas” pero si adecuaba un modelo de atención que cambiaría la vida del venezolano, promoviendo salud a la gente que nunca había tenido oportunidad de hacerlo: atendía en la mañana y recorría la tarde casa por casa, familia por familia y era capaz de definir población sana, población en riesgo, población en cuidado, con nombre, con rostro. Barrio Adentro fue una idea fuerza que se extendió con una rapidez enorme por todo el país. Mientras eso ocurría, lamentablemente el Ministerio de Salud seguía empeñado en buscar respuestas a la situación, todas teóricas e incapaces y muchas veces inscritas en los modelos mercantilistas o neoliberales, antes de ver que el mapa sanitario del país cambiaba.

Luego, tuvo que llegar Roger Capella Mateo, quien asumió la tarea diciendo que la política de su gestión era Barrio Adentro. El resto de la historia es conocida. Chávez, entendiendo el problema del talento humano, apresuró y expandió la formación aula abierta de Médicos Integrales Comunitarios y el postgrado de Medicina General Integral. Es decir, médicos venezolanos para trabajar en la red comunal, pero para trabajar en la red comunal como médicos liberadores, como médicos de barrio adentro, con otro modelo de atención, no desde el consultorio, sino en la calle, con la gente, al lado de la gente y no desde una oficina o un pedestal barnizado del lujo del capital, ajeno y frívolo.

Ahora, que se ha madurado en el modelo, que en el Plan de la Patria Chávez señaló la necesidad de ampliar en el 100% de la cobertura, el desafío no es solamente hacer una respuesta técnica que complazca la necesidad visual de los técnicos en salud, sino que el Modelo de atención sea el de barrio adentro. Esto significaría que la red tradicional se integre y empiece  a trabajar como se trabaja en el modelo de atención integral, por ciclos de vida. Esto también significa que el Ministerio de Salud debe evitar que sobrevivan sus viejas y obsoletas prácticas y modelos  y entienda que el compromiso es la transformación. Sino, que desaparezcan o parafraseando a Martí: Si no vas a contribuir, apártate que estorbas.

Desde el 6D es clara la intención de la derecha parlamentaria venezolana e incluso internacional: minar Barrio Adentro, dejarlo fuera, desangrarlo hasta físicamente, como ha ocurrido desde hace tres meses que han ocurrido atentados, cada vez más atroces, contra las sedes de los CDI, sus recursos y personal.

Valdría la pena que desde el MPPS se viera con lupa las corrientes que trabajan para la llamada “transitoriedad”. Son los agentes de la derecha endógena, que han sobrevivido a todos los gobiernos de IV y aún permanecen en la V disfrazados de cordero, haciendo “talleres de formación política”, retardando los procesos de sintonización con el pueblo, intentando regresar a los viejos y neoliberales instrumentos para dejar a un lado o herir mortalmente el corazón del legado de Chávez.

No lo permitamos.

 

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