Federico Ruiz Tirado
En el 2003 y a
pesar de los esfuerzos de quienes estuvieron al frente del Ministerio de Salud
desde la llegada del Comandante Chávez, era obvio que no había ninguna
respuesta real en salud. El país estaba huérfano de una política pública, de
instrumentos para diseñar una política pública que atendiera la dramática y a
veces espeluznante situación que vivía la mayoría, en contraste con el auge y
esplendor de la presencia y desarrollo de la medicina privada, mercantilista y
por lo tanto excluyente. Todo era
teoría, intenciones. Todos de acuerdo y recitando el concepto de Atención
Primaria en Salud y convencidos de ello, pero su ejecución práctica seguía
siendo desde la lógica de la institución, es decir, un punto y círculo ficticio y de papel que se
planteaba desde los Ambulatorios y Distritos Sanitarios. Los programas de salud
verticales caían lapidarios sobre los mismos trabajadores sin que se pensara en
la necesidad de adaptarlos ni si quiera a la realidad local, exigiendo llenar
miles y miles de papeles, para justificar el ego del tecnócrata del nivel
central que no es capaz de “bajar” a buscar el dato sino sometiendo al que está
“abajo” al martirio de llenar el documento tal, tantas veces como fuera
extraviado entre los laberintos de la burocracia, como cuando alguien taladra
en la acera y 5 más lo contemplan como contemplar un toro moribundo en el ruedo
con la estocada mortal en medio de una sombra de sangre. Nadie toma el taladro,
nadie atiende al paciente grave: sólo lo miran.
En las llamadas zonas de “difícil acceso” éstas no contaban
con médicos o éstos duraban escasas horas laborales en sus sitios de trabajo.
Los médicos venezolanos acudían a atender en la red ambulatoria como parte de los
requisitos para obtener la calificación para ejercer libremente o para hacer
post grados, es decir, lo hacían para cumplir el llamado año rural o artículo 8
de la Ley del ejercicio de la Medicina; Ley por cierto, creada en el gobierno
de Gallegos, luego de promulgada una similar para los maestros, como una forma
de dar cobertura en el área rural. Desde entonces, la bata blanca era la
insignia del privilegio, del ascenso social, del mírame y no me toques. La
realidad acumulada entonces en el 2003 es que los médicos asistían a los
barrios a atender como parte del cumplimiento del artículo 8 de la Ley del
Ejercicio de la Medicina.
Durante la IV
república esta práctica se extendió a la aplicación de esta ley en zonas
urbanas, a barrios y en particular Caracas sirvió para ser cuna de los médicos
de acuerdo a su palanca política, el compadrazgo, el apellido mantuano aunque
no lo fuera. Por ejemplo, los ambulatorios de Santa Cruz del Este y la Arenera
(en Prados del Este y Baruta) eran reservados para los “hijos de Ministros” y
así, la ciudad se dividía a imagen y semejanza de las palancas políticas y
mercantiles, del carnet blanco, verde o anaranjado. Eran médicos que iban a los
barrios sabiendo que su pasantía era finita y que sólo era un requisito más y
transitorio. Su compromiso era una especie de diezmo.
En esa Caracas del 2003,
Freddy Bernal pidió Médicos cubanos (ya existía una experiencia en Monagas con
un gobernador adeco que en la cuarta pidió esa cooperación). Fidel Castro y Hugo
Chávez lo concibieron como una tarea basada en principios políticos, no en
dádivas y demagogias humanitarias. El primer contingente se abrigó en casas de
familia, en un proceso profundamente feminista y de clase. Fueron nuestras
mujeres, mujeres pobres, que acordaron con su comunidad albergar un médico en
su casa, en un espacio donde además pasaría consulta a su comunidad. 2003
cambió el mapa sanitario de Venezuela. El punto (Del punto y Círculo concebido
por Chávez) dejó de ser el cascarón, el ambulatorio como estructura física que
debía recibir un médico en cumplimiento del año rural (artículo 8) a ser la
casa de una vecina que con sus homólogos definía el área de competencia de ese
médico cubano. Rompió el mapa sanitario no solo en tales términos o sectorización
o georreferencia sino en la forma de atender y entender la salud. El médico
vivía en el área, el medico comía e interactuaba en el área, por lo tanto,
participaba de los determinantes de la salud: de la alimentación, del
saneamiento, de los estilos de vida, del ciclo de vida humana. El medico
atendía la consulta sin instalaciones “adecuadas” pero si adecuaba un modelo de
atención que cambiaría la vida del venezolano, promoviendo salud a la gente que
nunca había tenido oportunidad de hacerlo: atendía en la mañana y recorría la
tarde casa por casa, familia por familia y era capaz de definir población sana,
población en riesgo, población en cuidado, con nombre, con rostro. Barrio
Adentro fue una idea fuerza que se extendió con una rapidez enorme por
todo el país. Mientras eso ocurría, lamentablemente el Ministerio de Salud
seguía empeñado en buscar respuestas a la situación, todas teóricas e incapaces
y muchas veces inscritas en los modelos mercantilistas o neoliberales, antes de
ver que el mapa sanitario del país cambiaba.
Luego, tuvo que
llegar Roger Capella Mateo, quien asumió la tarea diciendo que la política de
su gestión era Barrio Adentro. El resto de la historia es conocida. Chávez,
entendiendo el problema del talento humano, apresuró y expandió la formación
aula abierta de Médicos Integrales Comunitarios y el postgrado de Medicina
General Integral. Es decir, médicos venezolanos para trabajar en la red
comunal, pero para trabajar en la red comunal como médicos liberadores, como
médicos de barrio adentro, con otro modelo de atención, no desde el
consultorio, sino en la calle, con la gente, al lado de la gente y no desde una
oficina o un pedestal barnizado del lujo del capital, ajeno y frívolo.
Ahora, que se ha
madurado en el modelo, que en el Plan de la Patria Chávez señaló la necesidad
de ampliar en el 100% de la cobertura, el desafío no es solamente hacer una
respuesta técnica que complazca la necesidad visual de los técnicos en salud,
sino que el Modelo de atención sea el de barrio adentro. Esto significaría que
la red tradicional se integre y empiece
a trabajar como se trabaja en el modelo de atención integral, por ciclos
de vida. Esto también significa que el Ministerio de Salud debe evitar que
sobrevivan sus viejas y obsoletas prácticas y modelos y entienda que el compromiso es la
transformación. Sino, que desaparezcan o parafraseando a Martí: Si no vas a
contribuir, apártate que estorbas.
Desde el 6D es
clara la intención de la derecha parlamentaria venezolana e incluso
internacional: minar Barrio Adentro, dejarlo fuera, desangrarlo hasta
físicamente, como ha ocurrido desde hace tres meses que han ocurrido atentados,
cada vez más atroces, contra las sedes de los CDI, sus
recursos y personal.
Valdría la pena que
desde el MPPS se viera con lupa las corrientes que trabajan para la llamada
“transitoriedad”. Son los agentes de la derecha endógena, que han sobrevivido a
todos los gobiernos de IV y aún permanecen en la V disfrazados de cordero,
haciendo “talleres de formación política”, retardando los procesos de
sintonización con el pueblo, intentando regresar a los viejos y neoliberales
instrumentos para dejar a un lado o herir mortalmente el corazón del legado de
Chávez.
No lo permitamos.
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