Por: Roberto Hernández Montoya
Hay que tener piedad por unos y por otros. Pero por unos por misericordia y por otros por desprecio.Blas Pascal, Pensamientos
Hay enemistades que enaltecen y otras que degradan. Un pleito con
Winston Churchill era un lujo. Una vez Bernard Shaw le envió dos boletos
de teatro con una nota: «Le envío dos boletos para el estreno de mi
obra. Uno para usted y otro para un amigo… si lo tiene». Churchill le
respondió al punto: «Lamento no poder acudir al estreno, pero puedo
asistir a la segunda función… si la hay». Vale la pena debatir así.
Una vez los gringos impusieron a uno de sus tantos dictadorzuelos en el
Vietnam del Sur, llamado Nguyễn Cao Kỳ, que se metió con De Gaulle. Le
preguntaron al general qué opinaba de Kỳ y respondió: « Qui est Kỳ ? »,
que se pronuncia igual que « qui est qui ? », o sea, ‘¿quién es quién?’.
¿Quién recuerda a Kỳ? Yo, por memorioso.
Se acostumbraba en Caracas en tiempos del conservador Juan Vicente
González, siglo XIX adentro, «dar la acera» a personas mayores y/o de
respeto. Consistía en ceder la acera para dejar pasar a una dama o a un
caballero honorables. Un día un bolsa, que quería ofender a González,
hombre de lengua célebre, se topó con él y se pegó de la pared
diciéndole:
—¡Yo no doy la acera a mequetrefes!
González se bajó de la acera, diciendo estas inmortales palabras al bolsa:
—¡Pues yo sí!
Un día Joaquín Crespo y un tal Velutini iban, siglo XIX adentro, por una calle y de una esquina salió un grito como una saeta:
—¡Negro ladrón!
Crespo dijo a su acompañante:
—Lo de negro es conmigo.
Así era aquella derecha. No eran buenas personas. En fin, no sé, no los
conocí personalmente, en todo caso eran burgueses o servían a la
burguesía, pero ¡vamos!, eso daba gusto.
La derecha de ahora es Donald Trump, Mariano Rajoy, Nicolas Sarkozy y la
que de aquí nadie recordará en pocos años. Por ahora. Aún tiene tiempo
de redimirse, aunque no sé si eso le interesa.
Claro, la derecha no solo daba a Churchill, De Gaulle, González, también
respaldó a Hitler y a Mussolini, pero gran parte de ella cultivaba
alguna dignidad, como la respuesta de Franklin Delano Roosevelt a
Hitler, quien le reprochó tener paralizadas las piernas:
—En los Estados Unidos no gobernamos con los pies.
¡Ah malhaya antagonistas así!
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