Alfredo Serrano Mancilla
No
es nuevo. El intento de 'socialdemocratizar' cualquier proceso
revolucionario tiene infinitos precedentes en la historia política
latinoamericana, desde la Alianza por el Progreso (iniciada por Kennedy)
hasta los primeros años de la época Clinton. En épocas más recientes,
se empleó el término 'la tercera vía latinoamericana' con el objetivo de
que el Brasil de Lula caminara siempre por el rail del centro.
En
la actualidad, en tiempos de contracción económica mundial, lo intentan
con Ecuador y Bolivia, tratándolos con el cariño necesario para que se
dejen guiar por esos principios socialdemócratas. No lo consiguen (por
ahora), pero lo siguen intentando. Le lanzan un acuerdo comercial por
acá y una inversión extranjera por allá. La economía aprieta y la ayuda
externa se presenta como la gran tentación salvadora.
Ahora,
sorprendentemente, también lo intentan con Venezuela. Si no se puede
por las malas, que sea por las buenas. Ante el momento de emergencia
económica, algunos actores se han puesto manos a la obra para que el
chavismo acabe decantándose por una salida 'neosocialdemócrata'. La
excusa, la de siempre: el pacto necesario para dar estabilidad y
gobernanza económica. La estrategia, también la habitual: se afirma que
todo lo que ha hecho el sector público está mal y, con eso, se argumenta
que las grandes decisiones económicas han de estar en manos del gran
capital privado. Si hay fallas en el sistema de precios justos, la
solución es que dos empresas privadas marquen el precio que les de la
gana. Si el sistema cambiario tiene debilidades, entonces la respuesta
es que el 'Dólar Today' sea legal. Así es como la 'neosocialdemocracia'
pretende imponer su sentido común económico para dar estabilidad a la
actual situación económica adversa.
La
pregunta que nos debemos hacer es qué tipo de estabilidad económica
queremos como respuesta ante las dificultades. Una cosa es la que
excluye a las mayorías y otra, bien distinta, es aquella que incluye y
no deja a nadie fuera. He aquí la verdadera discusión detrás de este
emergente consenso de ideas económicas: ¿Estabilidad macroeconómica con
malestar microeconómico? Como en Perú, Colombia, México o como sucede
ahora en Argentina. De nada sirve alcanzar un equilibrio macroeconómico
sin gente adentro, sin pueblo. La clave es llegar a la meta, pero
hacerlo con el mayor número de personas posible.
La
socialdemocracia, en las últimas décadas, se viene promocionando con
una cara amigable, intentando disimular que pertenece al mismo sistema
hegemónico que ha provocado un importantísimo desastre económico a
escala global. Procura utilizar como carta de presentación lo que fue en
el pasado, sin querer rendir cuentas del presente. Es necesario, por
tanto, no confundir lo que fue la vieja socialdemocracia con esta
'neosocialdemocracia', que cohabita en una casa neoliberal dominante.
Este
nuevo proyecto se caracteriza por constituirse a partir de un pacto
desigual con amistades peligrosas; por una soberanía subordinada al
patrón de acumulación global del capital; por políticas públicas de
bienestar social condicionadas a la tasa de ganancia de unos pocos
grandes empresarios. Esta es la corriente que aparece camuflada como
nueva, pero que se asemeja demasiado a lo de siempre, al modelo
neoliberal.
Indudablemente,
muchos de los procesos de cambio en América Latina se enfrentan a su
propio punto de clivaje para sortear contradicciones internas y afrontar
situaciones externas adversas. De todos modos, ninguna identidad
política puede continuar paralizada ante tanto cambio adentro y afuera.
Así, se abren muchas vías para su resignificación e interpretación hacia
delante.
Ante
el amplio abanico de posibilidades sobre por dónde transitar, ser
domesticado en modo 'neosocialdemocracia' es una opción por la que
algunos están apostando con mucho ímpetu. Su éxito, en gran medida,
dependerá de si surgen otras alternativas que seduzcan y convenzan más
que el plan de 'marketing' 'neosocialdemócrata'. En el caso de que esto
no suceda, comenzará mas pronto que tarde el 'tic tac' de los procesos
de cambio en la región. Esperemos que no.
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