Por Hernando Calvo Ospina
El coronel boliviano
Roberto Quintanilla le hizo amputar las manos al recién asesinado
Ernesto “Che” Guevara. Fue un terrible ultraje el que
cometió ese 9 de octubre de 1967. Por ello se convirtió en el hombre
más odiado de la izquierda en el mundo. Que en esa época era numerosa y
radical.
Dos años después, el 9 de
septiembre, le rompió la columna vertebral a culatazos al detenido Guido
“Inti” Paredo, antes de asesinarlo. Inti, uno de los cinco
sobrevivientes de la guerrilla del Che en Bolivia, era
líder guerrillero.
Temiendo por su vida, el gobierno lo nombró cónsul en Hamburgo, Alemania.
El 1° de abril de 1971,
hacia el medio día, fue ejecutado. Una elegante mujer en falda, esbelta,
con una peluca rubia y de lentes le pegó tres tiros. Murió al instante.
Para pedir la cita, ella se hizo pasar por
australiana en busca de información turística. El mismo Quintanilla la
atendió en su oficina. Luego de un forcejeo con la ya viuda, escapó sin
dejar pistas certeras. Antes de salir del edificio soltó la peluca, el
revólver y el bolso. Este contenía un trozo
de papel donde se leía: “Victoria o muerte. ELN”.
La noticia dio la vuelta a
la tierra. Muchísimos la celebraron. Una mujer en alguna parte dijo:
“Para la venganza ningún camino es largo”
Por simple sospecha, la
policía alemana sindicó a Monika Ertl. La gran prensa, como siempre,
repitió y repitió. Entonces empezó la cacería.
Ella había llegado a
Bolivia en 1953, cuando tenía quince años. Llegó con su madre y hermanas
para juntarse a su padre Hans. Este llevaba tres años en Chiquitania, a
unos cien kilómetros de Santa Cruz. Ahí, en
esas planicies casi vírgenes, que hacen frontera con Brasil, se
sintieron como conquistadores.
Hans, en particular,
estaba escondido. Huido. Como fotógrafo y cineasta, durante la Segunda
Guerra Mundial había sido uno de los grandes propagandistas del nazismo.
Se le conocía como “El Fotógrafo de Rommel”,
por haber servido mucho tiempo a este mariscal, uno de los hombres más
poderosos del Tercer Reich.
Cuando las tropas
soviéticas entraron a Berlín el 2 de mayo de 1945, derrotando a las
nazis, Hans pudo huir ayudado por los servicios de espionaje militar
estadounidenses y el Vaticano. A cambio, entregó la información
que tenía.
No se sabe cómo él había
adquirido tres mil hectáreas de terreno, pues cuando llegó a Bolivia su
tesoro era una chaqueta. Era la misma que portaban los oficiales nazis,
diseñada y fabricada por quien llegaría ser
mundialmente famoso: Hugo Boss. Sus máquinas las operaban prisioneros
franceses, principalmente.
Monika, entonces, había vivido su niñez entre la efervescencia del nazismo. Ahora, en Bolivia, como adolescente, su mundo debió ser totalmente diferente. Pero socialmente no lo fue tanto, porque su hogar era un ir y venir de nazis prófugos, aunque protegidos por Estados Unidos.
Monika, entonces, había vivido su niñez entre la efervescencia del nazismo. Ahora, en Bolivia, como adolescente, su mundo debió ser totalmente diferente. Pero socialmente no lo fue tanto, porque su hogar era un ir y venir de nazis prófugos, aunque protegidos por Estados Unidos.
Monika se casó en 1958 con
otro alemán y se fueron a vivir al norte de Chile, cerca a las minas de
cobre. Casi diez años soportó la vida de hogar. Ver las desventuras de
los mineros le hizo cambiar su visión del
mundo y sus humanos. Se fue a vivir en La Paz y fundó un hogar para
huérfanos. Crecida entre racistas, pasó a convivir en las comunas
repletas de indígenas.
También empezaron sus
contactos con la izquierda boliviana. Viajando en busca de
financiamiento para su proyecto, hizo estrechas relaciones con la
europea, principalmente alemana. Según su hermana Beatrix, Monika
era “una mujer eléctrica con mucha adrenalina, que tenía un amplio
abanico de amistades”.
Para ella el Che Guevara
“había sido un Dios”, contó Beatrix. Su asesinato le había impactado y
dolido terriblemente. Por tanto su integración al Ejército de Liberación
Nacional, ELN, fue normal: había sido la
guerrilla del Che. No fue una combatiente sino una miliciana encargada
de apoyo logístico, tarea que implica más riesgos que estar en la
montaña. Su nombre de guerra era “Imilla”, que en idioma aimara
significa “niña india”.
Contó su hermana: “ella estaba decidida a cambiar el mundo”.
Desde un comienzo sus
posiciones políticas le trajeron desacuerdos con el padre. A pesar de
ello, él le permitía que usara una gran casa que la familia tenía en la
capital. Lógicamente, ella la utilizó para esconder
armas y guerrilleros. El día que Monika fue hasta “La Dolorosa”, como
se llamaba la hacienda, a pedirle que le dejara construir ahí un campo
de entrenamiento, Hans le ordenó que se largara para siempre. Durante
los cuatro años de clandestinidad, le escribió
a su familia solo una vez por año. Siempre les dijo que estaba bien. En
1969 fue su último correo: “Adiós, me voy y no me verán nunca más”. Así
fue.
La casa de La Paz escondió
a Inti Paredo. También fue testiga regular del apasionado romance que
Monika mantuvo con el dirigente guerrillero. El se convirtió en su gran
amor.
Desde la ejecución de
Quintanilla ella pasaba más tiempo por fuera de Bolivia, especialmente
en Cuba y Francia. Tenía un pasaporte argentino falso. A pesar de que
varios servicios de inteligencia estaban tras su
pista, encabezados por los alemanes y la CIA, se movía con cierta
facilidad.
El ministro del Interior
boliviano ofreció por ella una recompensa más alta que la prometida por
el Che Guevara. Una vez el padre vio el cartel con los “terroristas” más
buscados, así como su precio. Ella estaba.
Dicen que eso le causó profunda vergüenza.
Había un hombre que la
conocía muy bien: era el “Tío Klaus”. Así su padre le había enseñado a
llamar a ese hombre que se decía comerciante y de apellido Altmann.
Monika tardó muchos años en saber que su verdadero
nombre era Klaus Barbie, un “criminal de guerra”. En 1943, durante la
Segunda Guerra Mundial, había sido jefe de la tenebrosa Gestapo de
Hitler en la ciudad francesa de Lyon. Torturó, asesinó o envió a los
campos de concentración a unas cuatro mil personas.
Por su crueldad se le llamó “El Carnicero de Lyon”. Al finalizar la
conflagración los servicios de seguridad franceses lo quisieron detener,
pero se había esfumado. Es que lo protegía un gran poder: la
contrainteligencia del Ejército estadounidense (Counter
Intelligence Corps, CIC). El asesino era importante por todo lo que
sabía del espionaje soviético y de la resistencia organizada por el
Partido Comunista francés. El CIC adujo que lo realizado por Barbie solo
habían sido “actos de guerra”.
Con la ayuda del Vaticano,
en 1951 fue enviado a Argentina, de donde pasó a Bolivia. Ahí obtuvo la
nacionalidad, convirtiéndose en brazo derecho de la CIA y asesor de las
dictaduras. Sí era un “comerciante”, como
se le contaba a Monika, pero de cocaína y armas.
“Barbie sabía todos los
movimientos de mi hermana, los tenía bien estudiados”, contó Beatrix.
Claro, con los contactos que tenía era normal, pues se asegura que
también colaboraba con la policía secreta alemana.
Desde que Monika salió de Europa la última vez, e ingresó a Bolivia,
venía siendo seguida.
Parece que durante unos
pocos días Barbie le perdió el rastro en La Paz. Hasta que el criminal
la volvió a ubicar en el centro de la ciudad. Ella iba vestida como una
hippie o una gitana. El la reconoció por sus
piernas esbeltas y desgarbadas y los lóbulos alargados de las orejas.
Inmediatamente llamó al Ministerio del Interior para que se encargara
del resto. Entonces se envió a los “negros”, como se le decía a los
matones encargados del trabajo sucio.
Monika estaba acompañada
de un argentino. Cuando llegaban a la casa de su padre una vendedora les
advirtió del peligro: el lugar estaba allanado y el sector
militarizado.
Tres días después, en El
Alto, un municipio colindante con la capital, los ubicaron. Era el 12 de
mayo de 1973. Aunque había sido una casa de seguridad, clandestina,
estaba localizada por la policía. La guerrillera
y su compañero resistieron el asalto hasta que se les acabó la
munición. La policía informó que habían muerto en el combate. Años
después, el padre dijo que a ella la habían torturado antes de
asesinarla.
La familia se enteró por
la prensa, pues fue portada en todos los diarios y noticieros. Las
hermanas se comunicaron con la embajada alemana para reclamar el
cadáver: apenas se movieron. Se contentaron con la respuesta
del Ministerio del Interior: “ella tuvo cristiana sepultura”. Igual se
les dijo a ellas. El padre no quiso mover un dedo.
Hasta hoy el cuerpo está
desaparecido. Tan solo existe una placa rustica a la entrada de un
cementerio en La Paz que dice: “Aquí yace Monika Ertl”.
Cuenta Beatrix que un día
vio a Barbie en la calle. “Me saludó atentamente y dijo ‘qué pena lo que
le sucedió a tu hermana, lo siento’. Yo ni sentí rencor hacia él. Solo
queríamos su cadáver […] Yo no supe si fue
él el que la mandó a asesinar”.
Barbie, al fin, fue extraditado a Francia en febrero de 1983. Murió encarcelado el 25 de septiembre de 1991.
Monika vengó el vil asesinato de esos grandes dirigentes revolucionarios, el Che e Inti, quienes también eran sus héroes. El fiscal de Hamburgo la acusó, pero cerró el caso sin poderlo resolver.
Monika vengó el vil asesinato de esos grandes dirigentes revolucionarios, el Che e Inti, quienes también eran sus héroes. El fiscal de Hamburgo la acusó, pero cerró el caso sin poderlo resolver.
Cuando asesinaron a la
guerrillera, gobernaba en Bolivia el dictador Hugo Banzer. Por
coincidencia, él era vecino de los Ertl en la hacienda. El padre nunca
quiso preguntarle por el cuerpo de quien un día fuera
su hija preferida. Cuando no podía evadir el tema, solo decía: “si la
mandó a matar, habrá tenido sus razones”.
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