Eric Toussaint
Pequeño recordatorio sobre la política de los Estados Unidos en relación con sus vecinos de América
En
1823, el gobierno de los Estados Unidos adopta la doctrina Monroe,
denominada así por el nombre de un Presidente republicano de los Estados
Unidos James Monroe. Esta doctrina condena toda intervención europea en
los asuntos «de las Américas». En realidad, la doctrina Monroe va a
servir para justificar una política de conquista cada vez más agresiva
por parte de los Estados Unidos en detrimento de los nuevos Estados
latinoamericanos independientes, comenzando por la anexión de una gran
parte de México en los años 1840 (Texas, Nuevo México, Arizona,
California, Colorado, Nevada, Utah). Recordemos que las tropas
norteamericanas ocuparon la capital México en septiembre de 1847. Hay
que subrayar también que el gobierno de los Estados Unidos intentó
exterminar a todos los pueblos nativos, los «pieles rojas», que se
negaban a someterse. Quienes se sometían fueron igualmente víctimas de
atrocidades y acabaron en las reservas.
En 1898, como hemos visto, los Estados Unidos declararon la guerra a España y tomaron el control de Cuba y Puerto Rico.
En
1902, en contradicción con la doctrina Monroe, Washington no tomó la
defensa de Venezuela que sufría una agresión armada de Alemania, de Gran
Bretaña, de Italia y de Holanda que tenía por objetivo obligar a ese
país a reembolsar la deuda . Luego, los Estados Unidos intervinieron
diplomáticamente a fin de que Caracas reanudara el pago de la deuda.
Esta actitud de Washington dio lugar a una gran controversia con
diferentes gobiernos latinoamericanos y en particular con el ministro de
Asuntos Exteriores argentino, Luis M. Drago, que declaró: «El principio
que querría ver reconocido es el de que la deuda pública no puede dar
lugar a una intervención armada, y aún menos a la ocupación física del
suelo de las naciones americanas por una potencia europea». Es lo que se
conocerá posteriormente como la doctrina Drago. Los debates entre
gobiernos dieron lugar a una conferencia internacional en La Haya que
llevó en particular a la adopción de la Convención Drago-Porter (del
nombre de H. Porter, militar y diplomático de los Estados Unidos) en
1907. Preveía que el arbitraje debía ser el primer medio para resolver
conflictos: todo Estado que formara parte de la Convención debía a
partir de entonces aceptar someterse a un procedimiento de arbitraje y
participar en él de buena fe, si no el Estado que reclamaba el reembolso
de su crédito recuperaba el derecho a utilizar la fuerza armada para
conseguir sus fines.
En
1903, el presidente Theodore Roosevelt organiza la creación de Panamá
que es separado de Colombia contra la voluntad de ésta. Se trataba de
poder luego crear el canal de Panamá bajo control de Washington.
En
1904, el mismo presidente anuncia que los Estados Unidos se consideran
como el gendarme de las Américas. Enuncia lo que se llama el corolario
Roosevelt de la doctrina Monroe: «La injusticia crónica o la impotencia
que resulta de una distensión general de las reglas de la sociedad
civilizada puede exigir, a fin de cuentas, en América o en otros
lugares, la intervención de una nación civilizada y, en el hemisferio
occidental, la adhesión de los Estados Unidos a la doctrina de Monroe
puede forzar a los Estados Unidos, sin embargo a su pesar, en casos
flagrantes de injusticia y de impotencia, a ejercer un poder de policía
internacional» |1|.
En
1915, los Estados Unidos invadieron Haiti con el pretexto de recuperar
deudas y ocuparon el país hasta 1934 |2|. Otras intervenciones militares
de los Estados Unidos tuvieron lugar en la misma época pero la lista
exhaustiva sería demasiado larga.
Este
breve resumen de la intervención y de la política de los Estados Unidos
en las Américas en los siglos XIX y comienzos del XX permite comprender
las motivaciones reales de Washington en el repudio de las deudas en
Cuba en 1898 y en Costa Rica en los años 1920.
En
1935, el Mayor General Smedley D. Butler, que participó en muchas
expediciones estadounidenses en las Américas, resumía a su manera,
cuando estaba jubilado, la política de Washington: «He pasado treinta y
tres años y cuatro meses como militar en la fuerza más eficaz de este
país: la infantería de marina. He subido todos los escalones de la
jerarquía, desde el grado de subteniente al de general de división. Y
durante todo este período, he pasado la mayor parte del tiempo como
sicario de primera clase para los altos negocios, para Wall Street y los
banqueros. En una palabra, he sido un criminal a sueldo al servicio del
capitalismo... Por ejemplo, en 1914, ayudé a que México, y más en
especial Tampico, fuera una presa fácil para los intereses petroleros
americanos. Ayudé a que Haití y Cuba se convirtieran en lugares
convenientes para el cobro de las rentas de la National City Bank... En
1909-1912, ayudé a depurar Nicaragua para el banco internacional Brown
Brothers. En 1916, llevé la luz a la República Dominicana en nombre de
los intereses azucareros norteamericanos. En 1903, ayudé a pacificar
Honduras, en beneficio de las compañías fruteras norteamericanas» |3|.
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