miércoles, 16 de noviembre de 2016

La raíz antioligárquica del ejército venezolano

 

En el transcurrir de nuestra guerra de independencia se produjeron dos fenómenos históricos que van a tener una significativa importancia durante el transcurrir de nuestra vida republicana: nos referimos al proceso de transferencia de la propiedad territorial, hecho que ha sido estudiado por la historiografía criolla, y la sustitución de la iglesia como poder ideológico de Estado por la Institución Armada, que desde aquellos años aurorales de la República, devino en la expresión definitiva del poder político en Venezuela hasta el día de hoy. Este segundo fenómeno no ha sido atacado por nuestros historiadores con la dedicación que merece1. La presencia de militares al frente del Poder Ejecutivo ha sido aplastante durante el siglo XIX y XX. Con el advenimiento de la renta petrolera, sobre el binomio Ejército-Petróleo ha descansado la ecuación política de este país
El legado histórico de la guerra de independencia y de la Federación se concretó en la preeminencia del militarismo en la vida nacional y la presencia de las clases humildes en la institución armada. Por consiguiente, desde la Independencia, no hemos tenido acá un ejército oligarca o racista, tal cual lo conocemos en las naciones de Suramérica. Durante el siglo XIX con el fenómeno del Caudillismo, el Ejercito Libertador se diluyó en las montoneras militares que fueron los ejércitos privados de los grandes terratenientes; pero con la centralización del poder impuesta por los andinos, la existencia de ejércitos privados se evaporó. A partir de entonces, apareció una institución armada de carácter nacional que poco a poco fue adquiriendo conciencia institucional. La tríada Jefe-Ejército-Administración impuesta por Juan Vicente Gómez (1908-1935) estabilizó definitivamente el Estado-Nación en estas tierras, también sirvió para que nuestro ejército formado por el Gomecismo, se estrenara combatiendo a un sector de nuestras clases dominantes: los latifundistas que intentaron desestabilizar al Gomecismo en sus primeros años, fenómeno político que los historiadores han denominado como la oposición oligárquica a la dictadura gomecista.
La definitiva concreción del estado nacional que se propusieron los andinos liderados por Cipriano Castro, venía siendo reclamada por fuerzas históricas endógenas y exógenas, tales como: la clase comercial-financiera que se había erigido como actor social de primer orden durante el Guzmancismo, los cafetaleros asentados principalmente en la región andina y los grandes intereses del mercado mundial, quiénes veían en estos linderos oportunidades de inversión lucrativas, tanto en la importación bienes industriales como en la exportación de bienes primarios.
El objetivo político de integración nacional propuestos por los andinos se encontró con la férrea oposición del caudillaje ancestral que se había adueñado del país en el periodo postindependentista. Por consiguiente, la tarea inicial del binomio Castro-Gomez fue derrotar política, económica y militarmente a los señores de la tierra como expresión de poder de un país fragmentado. Con la finalidad de alcanzar esta meta, Cipriano Castro se empeñó en erigir un ejército, con suficiente poder de fuego que fuera imbatible por las montoneras latifundistas. Juan Vicente Gómez profundizó la consecución de este objetivo con la creación de la Academia Militar en 19102. Sin embargo, la sola represión no fue suficiente para domar a los terratenientes alzados en armas contra el andino invasor; en consecuencia, a J.V.Gómez le tocó dar un paso más en la búsqueda de liquidar el poder político del latifundismo y a tal efecto, desencadeno un proceso fraudulento de transferencia de la propiedad territorial de manos de los antiguos oligarcas antigomecistas, hacia las manos de los jefes de la Revolución Restauradora, tal como lo señala Luis Cipriano Rodríguez al comentar la terrofagia de los andinos recién llegados al poder: “Tierras baldías y ejidos, así como hatos, fundos y haciendas pertenecientes a familias oligarcas —arruinadas económicamente o derrotadas políticamente— fueron las bases de las nuevas apropiaciones”3 Mediante este expediente, el Gomecismo liquidó la base material que alimentaba a la montonera caudillista, condición necesaria para superar la frustración estatal heredada del siglo anterior.
En consecuencia, los régulos gomecistas atacaron a la vieja clase latifundista despojándola de sus mejores tierras, no para repartirlas entre los desposeídos, sino para su propio enriquecimiento personal. El Gomecismo, entonces, devino en el tercer gran escenario histórico de la transferencia de la propiedad territorial, siendo los dos primeros la Independencia y la Federación. Con este último proceso de transferencia de la propiedad territorial, se fueron las pretensiones caudillistas ancestrales de impones sus interese estratégicos en el aparato de Estado erigido por el Benemérito.
Debido a esta política contra el latifundismo tradicional implementado por el Estado gomecista, veremos emerger durante los primeros veinte años del gobierno del “Hombre de la Mulera”, una oposición de signo oligarca o terrateniente representada por el caudillaje irredento, cuyos métodos de lucha política fueron la invasión y la montonera armada que estuvo vigente políticamente hasta 1928.
El Gomecismo, entonces, convertido en el gran latifundista nacional, dio inicio al proceso que llevaría a la liquidación política y económica de la clase latifundista. Paradojas de la historia.
Afincado en este ejercito recién creado, Juan Vicente Gómez continuó la obra castrista de edificación de un poder político centralizado e indiscutido que hasta la segunda década del siglo XX, fue financiado por los recursos provenientes del café y del cacao sustancialmente. Al frente de estas fuerzas armadas. J.V.Gómez se dispuso a lidiar con la Cuestión Petrolera que emergió con fuerza a partir de l910. Los logros obtenidos en materia de soberanía petrolera por la dictadura gomecista, hasta ahora han sido silenciados y distorsionados por la historiografía comprometida con la democracia puntofijista. Sin embargo, las generaciones del tiempo presenten venezolano deben saber que durante aquel régimen calificado de corrupto y entreguista a los intereses imperiales por los historiadores de la adequidad y de la llamada izquierda marxista-leninista, se lograron avances significativos en materia petrolera que perduran hasta el día de hoy.
La dictadura militar liderada por el general Gómez, no sólo fue anti oligárquica en relación al despojo territorial que se le hizo a la rancia oligarquía de raigambre colonial, sino que también fue anti oligárquica al darle un parao a las pretensiones de los latifundistas por adueñarse de la renta minera-petrolera según el Código de Minas de 1910. Esa legislación fue modificada para erradicar semejantes pretensiones por el dictador andino, a fin de abrirle paso sin obstáculos al capital imperialista arrendatario petrolero. En la Ley petrolera de 1920 se benefició a los terratenientes con concesiones petroleras pero por muy corto tiempo (nueve meses)4
En resumidas cuentas, el ejército formado pro el Castro-Gomecismo nació como expediente para logra la unificación nacional y para hacer del estado el único propietario de nuestra riqueza minera, apuntalando de esta manera el primigenio sentido nacionalista petrolero que hoy enaltece nuestras fuerzas armadas. Aquella defensa inicial de nuestra soberanía petrolera sostenida por el ejército parido por los andinos se levanta hoy como una muralla frente a las pretensiones imperiales por adueñarse del suelo y subsuelo patrio. Esta es la historia uterina que explica porque el ejército venezolano de este tiempo es capaz de engendrar genios políticos de la estatura del comandante Chávez y por otra parte, justifica que a nuestros militares se les haya entregado la defensa de recursos naturales de la patria

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