La
revolución de noviembre de 1918 en Alemania
llevó, hacia el final de la Primera Guerra Mundial, al cambio desde la
Monarquía constitucional del Kaiserreich alemán
a una república,
parlamentaria
y democrática.
Las
causas de la revolución se encontraban en las cargas extremas sufridas por la población
durante los cuatro años de guerra, el fuerte impacto que tuvo en el Imperio
alemán la derrota y las tensiones sociales entre las clases
populares y la élite de aristócratas y burgueses que detentaban el
poder y acababan de perder la guerra.
La
revolución
comenzó con un Motín de marineros de la flota de
guerra en Kiel; se negaban a maniobrar para sacar la flota al Mar del Norte
para realizar una última batalla contra la escuadra inglesa, como pretendían
hacer sus superiores. En pocos días abarcó toda Alemania
y forzó la abdicación del káiser Guillermo II el 9 de
noviembre de 1918. Los objetivos de avanzada de los revolucionarios,
guiados por ideales socialistas, fracasaron en enero de 1919 ante
la oposición de la dirección del Partido Socialdemócrata de Alemania
(SPD) encabezada por Friedrich Ebert. Estos líderes socialdemócratas
—al igual que los partidos burgueses— temían que se desencadenara una guerra civil
por lo que rechazaban la idea revolucionaria radical de despojar completamente
del poder a la élite afín al káiser y promulgaban, en cambio, conciliar a estos
sectores con las nuevas relaciones democráticas. Con este fin, el SPD acordó
una alianza con el Comando Militar Supremo alemán y, con la
ayuda de fuerzas paramilitares de orientación derechista, lograron la
sofocación violenta del llamado Levantamiento Espartaquista (Spartakusaufstand).
El
desenlace formal de la revolución ocurrió el 11 de agosto
de 1919
con la rúbrica de la nueva Constitución
de la República de Weimar.
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