martes, 31 de octubre de 2017

Hace cien años se cambió curso de la humanidad


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BINÓCULO Nº 290

Rafael Rodríguez Olmos

No hay duda de que los historiadores del imperio han hecho un gran trabajo por tratar de omitir un acontecimiento que probablemente fue el hito más importante de la humanidad de los últimos cien años. Esto por supuesto velado también por quienes interesadamente han consentido tal ocultamiento.
Pero me parece inobjetable que la Revolución de Octubre, que este 24 cumplió exactamente cien años, no solo partió la historia en dos, sino que el sino de la humanidad está marcado por los hechos que allí ocurrieron, por las decisiones que se tomaron, por las cosas inusitadas que pasaron y por los actores que allí estuvieron. Pero además, por primera vez se estaban haciendo físicas, reales, tangibles, la aplicación de las teorías expresadas por Marx hacía tan solo pocos años atrás.

Hay una película que refleja mucho de esos hechos realizada en 1981: Reds, acerca de la vida de un periodista estadounidense en la Revolución Rusa, magistralmente interpretada por Warren Beatty, quien es a la vez el director de la película y por la cual ganó un Oscar, la genial Diane Keaton y dos míticos del cine como Jack Nicholson y Gene Hackman. Esta película tiene bastante rigurosidad histórica, salvando obviamente las pretensiones hollywoodenses.

Era casi imprevisible que fuera en una Rusia atrasada, sumida en los mayores niveles de explotación y pobreza, con una monarquía que estaba por encima del bien y del mal, fuera donde explotara una violencia social que diera al traste con un poder sempiterno y dejando claro ante el mundo que sí era posible. Pero además, pasando por encima de los análisis del propio Marx, quien aseguraba que el primer país socialista sería Inglaterra pues fue allí donde primero se produjo el desarrollo industrial, por lo que sería allí donde primero se organizaría el proletariado, que junto a la burguesía, forma parte de las dos únicas clases sociales que existen, a decir de Marx, quien explicaba que la razón era porque estaban vinculadas al proceso productivo. Hago un paréntesis para decir que en mi ignorante opinión ese concepto debe ser revisado; y además estoy seguro de que el propio Marx lo revisaría, en caso de tocarle conocer el mundo de hoy y el papel que juegan factores que no existían en su tiempo, pero tan fundamentales y decisorios de la sociedad moderna como la clase media, a la que Lenin llamó pequeña burguesía; o el narcotráfico, que tampoco estaba en la fase superior del capitalismo de Lenin. Creo que los teóricos obligatoriamente deben debatir sobre estos dos factores en particular, no solo por su poder de decisión, sino por su enorme influencia en los acontecimientos del mundo moderno.

Pero ciertamente el cambio de la humanidad comienza en esa parte del mundo atrasada y ahistórica. Y por cierto, explota en un momento extremadamente complicado para todos, pues era 1917, faltaba un año para que terminara la Primera Guerra Mundial, que al igual que la primera, no fue más que un reacomodo de las burguesías sobre otros factores de poder. La historia, casi que estúpidamente nos dice que estalló por el asesinato del archiduque Francisco Fernando de Austria a manos de un patriota serbio-bosnio llamado Gavrilo Princip.

Esta revolución rusa encamina a las demás revoluciones del mundo. Estaba dirigida por brillantes y valientes revolucionarios, cuya claridad sobre el acontecer era de una precisión absoluta. Dos de los grandes teóricos de la humanidad, asumieron directamente la conducción de los hechos: Vladimir Lenin y León Trostky, resaltaban entre cientos de preclaros hombres del hecho revolucionario y de un proceso inédito que se convertiría en la brújula de los demás. Fue la revolución rusa la que puso la palabra pueblo en la boca de los explotados del mundo. Fue la revolución rusa la que le indicó a los demás cuál era el camino. Fue a partir de la revolución rusa cuando se produce la inspiración de otros líderes revolucionarios a que tomarán el poder y llevaran una vida diferente a sus sociedades. Fue la revolución rusa la génesis de la cortina de hierro, la gran marcha roja que llevó a Mao al poder en la China campesina en 1949, la misma China que ahora le quitó el sueño al Big Brother. Fue la revolución rusa la que inspiró la construcción de la Corea que conocemos hoy. Fue la revolución rusa la inspiración para que los vietnamitas dieran una batalla ininterrumpida contra japoneses primero, franceses luego y estadounidenses finalmente.

De hecho, es a partir de la revolución rusa cuando se comienzan a gestar dos conceptos de sociedad, dos modelos de forma de vida, dos propuestas para vivir, dos criterios económicos distintos.
Es una fascinación conocer esos aconteceres por pedacitos, por capítulos, por anécdotas, por crónicas. Mi generación la leyó, o leyó una parte, pero ahora hay un derroche de tecnología que debería hacer más accesible ese conocimiento de la historia al mundo entero. Debería ser parte de las tareas del incompetente Ministerio de Educación, explicarles a los niños que nuestro devenir está muy ligado a los aconteceres de aquellos tiempos.

Es aquí donde recomiendo la lectura de una novela escrita por un brillante inglés del siglo XV: Thomas More, quien dejó para la humanidad Utopía. Es una novela exquisita que en la medida en que uno se va adentrando en su contenido, comienza a percibir que es un tratado de filosofía política y deja un profundo sabor de la recomposición de la humanidad y de la necesidad absoluta de la justicia social.

En ese volcán político-social de 1917 que provocó la derrota del zarismo, estaban todos los opositores unidos en un mismo fin. La derecha iba a un gobierno de transición y promovía la creación de una Asamblea Constituyente que redactara una Constitución. Era el debate entre una derecha liderada fundamentalmente por Kerenski contra los criterios del Consejo de Comisarios del Pueblo. Es allí donde juegan un papel fundamental los líderes. Es allí donde la claridad política está por encima de las visiones pequeñas y mezquinas, es durante esos debates, en pleno proceso naciente con una incipiente república, donde Todo el poder para el soviet se convierte en una realidad. Fue una de las decisiones más trascendentales no solo para la propia Rusia, sino para la humanidad. Fue un proceso complicadísimo donde bolcheviques y mencheviques dieron el todo por imponerse. Al final se impuso la revolución bajo la égida de Lenin, el gran conductor intelectual y político que mantuvo a raya a todo aquel que pretendiera alterar el desarrollo de la revolución.

Todo el poder para el soviet no es más que la inclusión como actores de aquellos que son en realidad eso que ahora llamamos el poder popular y en el que nadie cree. Solo Chávez lo entendía: “Solo el pueblo salva al pueblo”. Creó muchos mecanismos para que efectivamente eso fuera así y todos fueron echados a la basura. El poder popular no existe para el gobierno salvo para que se le llame a votar. No se le pregunta nada, no decide sus candidatos, no decide sus ministros, no decide sus acciones ni su intervención en la economía del país.

La brillantez de Lenin impidió que la revolución rusa desviara su camino. Siempre he recomendado leer la historia del formalismo ruso para entender no solo el proceso sino al gran Lenin. Pero su muerte fue muy temprana, y un pragmático como Stalin no iba a perder su tiempo en debates, así que la ejecución fue más rápida y de esa intelectualidad pequeño-burguesa con la que Lenin debatía, ordenó ejecutar a 25.000, así como también fue adecuado “ejecutar” a 30.000 oficiales del ejército que después los necesitó cuando la invasión nazi en 1941.

Así ha ocurrido a lo largo de la historia: el pragmatismo está por encima de la razón y del debate. Sería exquisito volver a los libros, a la historia, a la poesía, al cuento, a la novela. Es, por cierto, lo único que nos hace humano en un mundo consumido por la estupidez.

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