lunes, 12 de marzo de 2018

BINÓCULO Nº 304. “No señor, la culpa es de Maduro… No lo defienda”


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Rafael Rodríguez Olmos


Le llamaré Nancy porque no quiere que sepan su nombre ya que es una especie de jefe de su comunidad de esa gigantesca comunidad que componen Aragüita y Malavé Villalba, con toda seguridad las comunidades más desasistidas del municipio Guacara por donde el gobierno (nacional, regional o local) se negó a pasar hace años. De hecho, transitar por allí es toda una odisea. Es peor estar allí que en los campos de refugiados de Siria. Los niños y adolescentes deambulan por las calles buscando hacer algo o robar algo, o vender algo. La mayoría abandonó la escuela porque se quedaron sin zapatos. Comprar un par barato, o usado no baja de 500 mil bolívares que es el salario de la madre o el padre si lo hubiera de todo un mes. “Aquí hace un año que no llega agua por tuberías. Alguna vez mandaron un camión que no alcanza para estas 3.200 familias. Ya no vamos a ningún sitio a reclamar porque nadie nos hace caso y la última vez que intentamos protestar, nos cayeron a palos. Yo le reclamé a los camaradas porque pertenezco a una Ubch, pero qué camaradas del coño. Ellos están por sus negocios y nada más. Como lloro a Chávez. Él no hubiera permitido esto”, dijo.

Caminar por ese sitio es sentir una garra en el estómago. Los niños tienen mucho moco, caspas sobre las pestañas, desnudos y se rascan sin detener, signo de padecer sarna. Curiosamente Guacara es uno de los municipios más chavistas de Carabobo.

Al igual que un municipio no menos chavista como Libertador, el más grande en extensión y el segundo en población de Carabobo, cuyos habitantes abundan en marginalidad y miseria, una miseria que comienza a generalizarse. Curiosamente en el municipio que alberga -según geólogos amigos consultados- unas 10 toneladas de oro en sus entrañas. En una comunidad conocida por el mismo nombre, llevan dos meses sin agua y la alcaldía no ha enviado un camión. “Nosotros le pedimos al alcalde perforar un pozo porque en todo Libertador hay mucha agua subterránea, pero no ha sido posible”, explicó Norberto. “Señor, a veces llega un chorrito como a las tres de la mañana que dura como media hora. Ahí agarramos para hervir, para lavar, aprovechamos para fregar, descargar las pocetas. A esa hora hago que mis hijas se bañen y salimos a las 5:30 para la calle por ese problema del transporte. Hay que agarrar camión obligado”, narró Aura, una empleada de una ferretería.

En la comunidad de La Honda donde alguna vez habitó una clase media adinerada, los vecinos optaron por irse. “Ya no soportamos. La mayoría se ha ido fuera del país porque logramos guardar algunos dólares. Otros seguimos apostando, pero nos cansamos. No puedes tener una fábrica funcionando y guardias nacionales, policías, empleados de la alcaldía y todo el mundo matraqueándote. Eso no se soporta. Y la falta de agua terminó de acabar con el negocio. Ya llevamos un mes sin agua”, detalló Roberto, cuya pequeña fábrica absorbe 15 trabajadores directos y 50 indirectos.

La crisis de agua ha sido trágica en todo el estado. En algunas comunidades más que otras y algunas se afectan más que otras. Como El Trigal, gigantesca comunidad de la clase media pudiente valenciana, en donde nació la Guarimba a nivel nacional, cuyas siete urbanizaciones llevan más de un mes sin agua, por primera vez en su historia. Más odiaran al chavismo ahora. “Hemos tenido que pagar diez millones por un camión de agua”, me informaba Lucy en el momento en que vimos una cisterna militar a la que me apresuré en seguir, para descubrir que llevaba el vital liquido a la casa de un alto oficial en la zona, en la que viven varios de esos oficiales. “Y menos mal que hay como 500 casas abandonas porque sus propietarios se fueron del país, porque aquí todo el mundo tiene una bomba y hasta tres. También hay piscinas. Esta gente trata de no disminuir su calidad de vida y es la primera vez que llevamos un mes sin agua”, fue la explicación de Alfonzo, profesor jubilado de secundaria.

La crisis del agua no es distinta en ninguna de las comunidades de Carabobo. Todo arrastran el estigma de que nadie les explique qué carajo ocurre con el problema. Hasta el propio gobernador reconoció su incapacidad para enfrentar el problema, al explicar vía tuiter que le ha proporcionado toda la ayuda necesaria a Hidrocentro, pero -a decir de él- el saboteo continúa.

Por su parte Hidrocentro se limita a decir que reparan un tubo allá de “infinito” a “no me olvides”, y que pusieron una válvula de 34 pulgadas entre “váyanse al carajo y me rio de todos”. Y el que se arreche que llame al 0800 no me jodan.

Como ha sido una política de este gobierno -desde Chávez para acá- de no informar nada a pesar de tener la mayor cantidad de periodistas en toda la historia del país, nadie dice nada. Ya sabemos que mi tocayo Lacava se declaró incompetente para enfrentarse a las mafias del agua que llenan los camiones en la redoma de Guaparo. Por cierto, ya incluso habla poco del carro de Drácula porque se accidentó antes de llegar al mercado de mayorista de Tocuyito, gen de todos los males de la economía de la región y terminó no haciendo nada ni atrapando a nadie, sino a los pendejos, porque creo que al fin descubrió que las mafias están en el mismo gobierno. Tampoco ha hecho nada en el estado en casi cinco meses de gestión, excepto esa especie de relanzamiento de la “Operación Alegría” de Salas, donde se corta monte. No hay reactivación de la industria, no hay acuerdos con las comunas, no hay petición de la participación del poder popular, no hay fábricas funcionando, ni siquiera una rueda de prensa, pues, que calme la angustia de los carabobeños.

Creo que la respuesta más contundente de toda esta tragedia, me la dio una jefe del Clap de una de las comunidades en los alrededores del mercado La Candelaria, buena amiga, chavista a morir y patria o muerte. He ido ya en tres oportunidades a bañarme a su casa, aunque tampoco le llega agua, pero por sus influencias a veces le mandan un poquito en un camión. “Pero Olmos -me dijo- a veces son las doce de la noche y me tocan la puerta para pedirme una latica de agua, coño hasta cuándo, llevamos casi dos meses en esta vaina. Un tanque de agua te cuesta hasta cinco millones y por llenarte un pipote de 80 litros, los coños de madre te cobran 20 mil bolívares. De dónde saca esta gente si tiene que pagar 200 mil por un kilo de arroz. Y Maduro no hace un coño”, sentencia. “Pero eso no puede ser culpa de Maduro quien tiene todos los peos del mundo en la mano”, le increpo yo. “No señor, eso es culpa de Maduro porque está poniendo a pura mierda de derecha a dirigir las instituciones…  No lo defienda”, sentencio

Quizás para el 20 de mayo, a las cinco de la mañana, salga un poquito de agua por el chorro del lavamanos de los carabobeños. Alcanzará para cepillarse los dientes, lavarse la cara, y quizás, si hay ánimo, salir a votar.

Caminito de hormigas…

Me dejó de una sola pieza el saber que Iván López Caudeirón será el nuevo jefe de la policía de Valencia. Militante de Voluntad Popular, el más antichavista de todos los antichavistas de Carabobo. Enemigo enconado de todo lo que huela a revolución, izquierdismo o socialismo. Y a ese personaje lo puso un hijo de mi tocayo. Incluso, me dicen que es su alcalde favorito

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