Rafael Rodríguez Olmos
Le llamaré Nancy porque no quiere que sepan su nombre ya que
es una especie de jefe de su comunidad de esa gigantesca comunidad que componen
Aragüita y Malavé Villalba, con toda seguridad las comunidades más desasistidas
del municipio Guacara por donde el gobierno (nacional, regional o local) se
negó a pasar hace años. De hecho, transitar por allí es toda una odisea. Es
peor estar allí que en los campos de refugiados de Siria. Los niños y
adolescentes deambulan por las calles buscando hacer algo o robar algo, o
vender algo. La mayoría abandonó la escuela porque se quedaron sin zapatos.
Comprar un par barato, o usado no baja de 500 mil bolívares que es el salario de
la madre o el padre si lo hubiera de todo un mes. “Aquí hace un año que no
llega agua por tuberías. Alguna vez mandaron un camión que no alcanza para
estas 3.200 familias. Ya no vamos a ningún sitio a reclamar porque nadie nos
hace caso y la última vez que intentamos protestar, nos cayeron a palos. Yo le
reclamé a los camaradas porque pertenezco a una Ubch, pero qué camaradas del
coño. Ellos están por sus negocios y nada más. Como lloro a Chávez. Él no
hubiera permitido esto”, dijo.
Caminar por ese sitio es sentir una garra en el estómago. Los
niños tienen mucho moco, caspas sobre las pestañas, desnudos y se rascan sin
detener, signo de padecer sarna. Curiosamente Guacara es uno de los municipios
más chavistas de Carabobo.
Al igual que un municipio no menos chavista como Libertador,
el más grande en extensión y el segundo en población de Carabobo, cuyos
habitantes abundan en marginalidad y miseria, una miseria que comienza a
generalizarse. Curiosamente en el municipio que alberga -según geólogos amigos
consultados- unas 10 toneladas de oro en sus entrañas. En una comunidad
conocida por el mismo nombre, llevan dos meses sin agua y la alcaldía no ha
enviado un camión. “Nosotros le pedimos al alcalde perforar un pozo porque en
todo Libertador hay mucha agua subterránea, pero no ha sido posible”, explicó
Norberto. “Señor, a veces llega un chorrito como a las tres de la mañana que
dura como media hora. Ahí agarramos para hervir, para lavar, aprovechamos para
fregar, descargar las pocetas. A esa hora hago que mis hijas se bañen y salimos
a las 5:30 para la calle por ese problema del transporte. Hay que agarrar
camión obligado”, narró Aura, una empleada de una ferretería.
En la comunidad de La Honda donde alguna vez habitó una clase
media adinerada, los vecinos optaron por irse. “Ya no soportamos. La mayoría se
ha ido fuera del país porque logramos guardar algunos dólares. Otros seguimos
apostando, pero nos cansamos. No puedes tener una fábrica funcionando y
guardias nacionales, policías, empleados de la alcaldía y todo el mundo
matraqueándote. Eso no se soporta. Y la falta de agua terminó de acabar con el
negocio. Ya llevamos un mes sin agua”, detalló Roberto, cuya pequeña fábrica
absorbe 15 trabajadores directos y 50 indirectos.
La crisis de agua ha sido trágica en todo el estado. En
algunas comunidades más que otras y algunas se afectan más que otras. Como El
Trigal, gigantesca comunidad de la clase media pudiente valenciana, en donde
nació la Guarimba a nivel nacional, cuyas siete urbanizaciones llevan más de un
mes sin agua, por primera vez en su historia. Más odiaran al chavismo ahora.
“Hemos tenido que pagar diez millones por un camión de agua”, me informaba Lucy
en el momento en que vimos una cisterna militar a la que me apresuré en seguir,
para descubrir que llevaba el vital liquido a la casa de un alto oficial en la
zona, en la que viven varios de esos oficiales. “Y menos mal que hay como 500
casas abandonas porque sus propietarios se fueron del país, porque aquí todo el
mundo tiene una bomba y hasta tres. También hay piscinas. Esta gente trata de
no disminuir su calidad de vida y es la primera vez que llevamos un mes sin
agua”, fue la explicación de Alfonzo, profesor jubilado de secundaria.
La crisis del agua no es distinta en ninguna de las
comunidades de Carabobo. Todo arrastran el estigma de que nadie les explique
qué carajo ocurre con el problema. Hasta el propio gobernador reconoció su
incapacidad para enfrentar el problema, al explicar vía tuiter que le ha
proporcionado toda la ayuda necesaria a Hidrocentro, pero -a decir de él- el
saboteo continúa.
Por su parte Hidrocentro se limita a decir que reparan un
tubo allá de “infinito” a “no me olvides”, y que pusieron una válvula de 34
pulgadas entre “váyanse al carajo y me rio de todos”. Y el que se arreche que
llame al 0800 no me jodan.
Como ha sido una política de este gobierno -desde Chávez para
acá- de no informar nada a pesar de tener la mayor cantidad de periodistas en
toda la historia del país, nadie dice nada. Ya sabemos que mi tocayo Lacava se
declaró incompetente para enfrentarse a las mafias del agua que llenan los
camiones en la redoma de Guaparo. Por cierto, ya incluso habla poco del carro
de Drácula porque se accidentó antes de llegar al mercado de mayorista de
Tocuyito, gen de todos los males de la economía de la región y terminó no
haciendo nada ni atrapando a nadie, sino a los pendejos, porque creo que al fin
descubrió que las mafias están en el mismo gobierno. Tampoco ha hecho nada en
el estado en casi cinco meses de gestión, excepto esa especie de relanzamiento
de la “Operación Alegría” de Salas, donde se corta monte. No hay reactivación
de la industria, no hay acuerdos con las comunas, no hay petición de la
participación del poder popular, no hay fábricas funcionando, ni siquiera una
rueda de prensa, pues, que calme la angustia de los carabobeños.
Creo que la respuesta más contundente de toda esta tragedia, me
la dio una jefe del Clap de una de las comunidades en los alrededores del
mercado La Candelaria, buena amiga, chavista a morir y patria o muerte. He ido
ya en tres oportunidades a bañarme a su casa, aunque tampoco le llega agua, pero
por sus influencias a veces le mandan un poquito en un camión. “Pero Olmos -me
dijo- a veces son las doce de la noche y me tocan la puerta para pedirme una latica
de agua, coño hasta cuándo, llevamos casi dos meses en esta vaina. Un tanque de
agua te cuesta hasta cinco millones y por llenarte un pipote de 80 litros, los
coños de madre te cobran 20 mil bolívares. De dónde saca esta gente si tiene
que pagar 200 mil por un kilo de arroz. Y Maduro no hace un coño”, sentencia.
“Pero eso no puede ser culpa de Maduro quien tiene todos los peos del mundo en
la mano”, le increpo yo. “No señor, eso es culpa de Maduro porque está poniendo
a pura mierda de derecha a dirigir las instituciones… No lo defienda”, sentencio
Caminito de hormigas…
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