Rafael Rodríguez Olmos
Pepe debe ser el último de esa
camada que formó parte de la Dirección Nacional del Movimiento de Liberación
Nacional (MLN) cuyo brazo armado era Tupamaros, allá en la Uruguay de los 70. Fue
uno de los movimientos de guerrilla urbana más importantes del continente.
Imponiendo métodos nuevos y modernos de lucha, como ese de secuestrar camiones
repletos de alimentos y llevarlos a los barrios para repartir su contenido, lo
que les granjeó un gran apoyo popular de base, el método de los secuestros a
altos personeros del país y de la diplomacia, a quienes se tenían en cárceles
del pueblo y se les enjuiciaba públicamente. Muchos de esos métodos copiados de
la guerrilla urbana argelina, inmortalizados en una extraordinaria película
llamada La Batalla de Argel.
La historia tupamara, para los
que les da flojera leer, la pueden
conocer –parte de ella- en una excelente película llamada Estado de
Sitio, dirigida por el director griego Costa Gavras, quien aún vive con lucidos
85 años. Pero si aún quedan personas que no le tienen miedo a los libros, hay
uno extraordinario “Actas Tupamaras”, que narra precisamente lo que fue ese
genial movimiento insurreccional de la izquierda de los 60 y 70. En todo ese periodo,
uno de los más importantes creadores e impulsores fue el Pepe Mujica, un hombre
sin fisuras, a quien no se le conoce una sola pifia, o como solemos decir, un
culipandeo. Cuentan uruguayos de esos tiempos que era admirable la valentía de
Pepe y que además siempre tenía un momento para decir las cosas, para evaluar,
para analizar.
Conociendo esos atributos, cuesta
creer que muchos años después –como diría
Gabo- se convertiría en el indiscutible presidente de Uruguay y que
impulsaría leyes tan avanzadas como esa de legalizar la marihuana, en una
batalla encendida librada contra las mafias judiciales y policiales charrúas, y
contra un sector de la burguesía pagada por el narcotráfico. Las posiciones de
Mujica en la cumbre de la Alba y de Unasur en tiempos de Hugo Chávez,
evidenciaban ese gran convencimiento de lo que se estaba haciendo para la
conquista de la región. Incluso, fue un denominador común que sus discursos
fueron los más incendiarios en esos momentos. Por cierto, de todo eso ya no
queda nada. De aquella avanzada progresista extraordinaria, apenas queda un Evo
Morales haciendo florecer su socialismo en Bolivia y un Nicolás Maduro más
perdido que el hijo de Limbergh. Incluso, a la entrega de la presidencia, Pepe se
regresó a su chacra a cultivar sus plantas y andar con sus perros y compartir
con su esposa, de nuevo a la cotidianidad de montarse en un Volkswagen para ir
a hacer diligencias. Tan mitológico fue su comportamiento que un jeque árabe
ofreció cinco millones de dólares por el carro.
Por eso cuesta tanto entender las
declaraciones de Pepe frente a los hechos de Nicaragua. Será que la puerilidad
llegó al dirigente a tal nivel que no entiende la realidad de lo que ocurre en
ese país centroamericano. Porque si es que declara que el sandinismo debe dar
un debate interno para establecer nuevas reglas del juego, vaya y pase; pero
decir que Daniel Ortega debe entregar la presidencia para dejarla en manos de
curas asesinos y torturadores, de empresarios que dicen la cantidad de muertos
que tiene que haber para acabar con el
gobierno sandinista, es una absoluta falta de claridad política.
La guerra contra Nicaragua, que
la ejecutan los bandidos de adentro, pero la planifican y financian los
bandidos de afuera, tiene dos razones de extrema importancia. En Nicaragua se
ha avanzado de manera exitosa en el bienestar social del pueblo, a pesar de las
limitaciones económicas, que son muchas, los niveles de vida del nicaragüense
han dado un giro de 180 grados desde la toma del poder por el sandinismo. Darle
gratis al pueblo, cosas que usualmente están en propiedad de la empresa
privada, es ir abandonando las perversiones del capitalismo. Un pueblo con
derecho a vivienda, salud, educación, servicios públicos, diversión, que
comienza a verlos como naturales, son elementos subversivos a los que la
empresa privada no le podrá la mano y eso no puede permitirse, porque eso es
comunismo, como suelen decir los imbéciles que repiten como loros. Por esas
razones acabaron con Gadafi en Libia, país donde la vivienda era gratuita y
semejante barbaridad no se podía permitir.
La segunda razón es que la
construcción del canal le garantiza un mundo de prosperidad a los
nicaragüenses. Habrá un flujo de recursos y de inversiones que ya quisieran los
países vecinos, incluso los no vecinos. Si bien el canal cuesta 50 mil millones
de dólares, se estima que su modernización y su capacidad de calado de barcos
gigantes como los supertanqueros petroleros, permitirá recuperar esa inversión
rápidamente. La solidez del sandinismo en la dirección de ese país, fue lo que
llevó al Big Brother a crear una oposición interna y entregarle algunos dólares para que hagan
todo el daño que están haciendo con más de 300 muertos, y con niveles de
violencia y aberración que aterran. Es exactamente lo mismo que intentaron en
Venezuela, lo que indica una vez más que la cartilla está escrita, solo hay que
leerla. Avalar eso porque es necesario que Daniel Ortega salga del poder, es
sencillamente deleznable, vergonzoso, ruin.
Por ello creo que Pepe Mujica se perdió
en el espacio y que terminó no sabiendo qué decir ante hechos como este, que se
le ocurre soportar en la petición de salida del sandinismo del poder. Lo que inmortalizó
a Marx fue determinar que la historia de la humanidad, es la historia de la
lucha de clases. No entender eso cuando se emiten esas opiniones, es no
entender de qué se trata la historia, ni la humanidad, y mucho menos la utopía.
Yo en lo personal, no siento
ninguna simpatía por Ortega. No me gusta su forma de gobernar. Y su propio comportamiento
es el generador de divisiones importantes en el sandinismo. Pero esos son
problemas propios de la dinámica y que solo los sandinistas deben resolver.
Pero decir y desconocer que Nicaragua ha sido objeto de un duro bombardeo
ideológico, económico, político y mediático, es saltar la realidad. Es
desconocer que en esencia es una batalla contra el imperio y que no es posible
perder los avances que se han conquistado. Si el sandinismo pierde el poder en
Nicaragua, nadie podrá detener la guerra civil que estallará allí. Faltaría
saber si Pepe Mujica aceptaría que se equivocó al pedir la salida de Ortega. En
su descargo, diré que la puerilidad es un estado natural del hombre. Muchos
llegamos al infantilismo sin darnos cuenta y entonces decimos cosas como éstas.
Bien decía aquel refrán español: “quien con infantes pernocta, excrementado
alborea”.
Caminito de hormigas…
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