Rafael Rodríguez Olmos
La aparición de varios países en
la escena económica mundial, pero fundamentalmente China y La India como ejes
claves en la embestida contra el dólar, ha generado un desbalance, en donde sin
duda juegan papel importante otros elementos que golpean directamente a la que
aún es la economía más poderosa del planeta. La nueva ruta de la seda, el
reparto de los mercados asiáticos por parte de China y la India, el poder de
las armas y el control del petróleo en manos de Rusia, la consolidación de Irán
en el medio oriente con un poder directo sobre el Golfo Pérsico, la amenaza
latente de Corea del Norte y la pérdida del control sobre el mercado petrolero,
llevan a la conclusión de que el Big Brother ya comienza a verse como un Little
Brother.
Marx explicó que la economía
sufría una crisis cada cincuenta años y que eso generaba un reacomodo, en donde
se incluían factores de vital importancia como el avance de la tecnología, la
expansión de los mercados y el control sobre la producción. Sería estúpido no
verlo así. Es lo que de hecho ha ocurrido, quizás no con la precisión del
tiempo, pero si tal como lo explicó, ahora con una complejidad tal que no podía
verla el teórico en aquellos tiempos.
Ahora, en este momento, todo
indica que estamos en la fase final del comienzo de una crisis que no tendrás
revés. No habrá forma de resolverla que no sea por la vía del enfrentamiento.
Hay varios elementos claves para entenderlo: la expansión de la economía china
que tiene temblando al mundo entero, apoyado en el suprapoder militar y
tecnológico; las migraciones masivas como un fenómeno sociológico aparecido
hace unos veinte años, y esparcido en el mundo, con un peso específico en la
economía; la crisis de los mercados con el debilitamiento del dólar, el
protagonismo del yuan y la aparición de la moneda virtual que comienza a tener
un peso específico; y, las nuevas materias primas (coltan, torio, grafeno), más
las viejas (petróleo, oro, uranio, cobre, etc) se encuentran en países
satélites que buscan nuevas alas para cobijarse.
Efectivamente el mundo se
encuentra en el filo de la navaja. Todo indica que se acerca una crisis
económica jamás vista en el desarrollo de la humanidad. Y todo indica que al
final, la salida no será otra que el enfrentamiento. Podría estallar por Siria,
Israel o Irán; o por el ataque de Hezbollah a tropas israelíes y la respuesta
de éste contra el Líbano. Podría ser el ataque de Estados Unidos a Venezuela y
la respuesta rusa. Podría ser el ataque yanqui a Corea del Norte y la reacción
china. Podría ser la ruptura de Arabia Saudita con Estados Unidos y su encuadre
con La India. Podría ser el rearme de los yemeníes por parte de los chinos.
Podría ser que a un barco de guerra de los cientos que navegan los mares, se le
escape un misil y provoque una reacción en cadena, o podría ser que Alemania
decida no recibir más dólares en su territorio y asumir el yuan y la moneda
virtual para su movimiento económico. Todos son hechos que pueden ocurrir en
una hora o mañana mismo. Solo basta que alguien tome una decisión equivocada.
Y ahora cobra real importancia el
fenómeno de las migraciones masivas, que se encuentran en el mundo entero y que
aumentan de manera exponencial. Más de un millón de africanos están esparcidos
en Europa, incluidos los cientos de miles que forman parte de los campos de
refugiados. Cientos de miles de refugiados se encuentran en la frontera de
Siria; y ahora la crisis de Centroamérica, que ya tiene varios muertos y que
amenaza con multiplicarse. Es un fenómeno reciente que comienza a pesar en la
economía del mundo, pero que a su vez es consecuencia de la crisis de la economía.
Ahora debe incorporarse un
elemento nuevo en esta crisis de la economía mundial, pero que es a la vez un
fenómeno sociológico: las nuevas generaciones de ciudadanos que se consideran
del mundo y comienzan a presionar sobre las legislaciones de los países en
busca de mejores oportunidades de trabajo y de vida. Eso ya es un hecho que
comienza a masificarse.
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