domingo, 4 de noviembre de 2018

Aquarela do Brasil

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Luis Britto García.
Vota Brasil por un enano que se llama a sí mismo “Mesías”, y a quien apoda “gigante” el asesor estadounidense Steve Bannon. Durante más de un siglo las consignas megalomaníacas han sido el único consuelo que ofrecen las clases dominantes a los quebrantados brasileños: Brasil o Melhor do Mundo, Brasil o mais Grande do mundo, Brasil o Gigante do Sul, Bolsonaro o Gigante.
Sufraga 55% de los votantes brasileños por un candidato sin trayectoria, obra ni programa, cabecilla del insignificante Partido Social Liberal, quien por estar herido por un agresor no convocó marchas ni actos masivos ni debatió con sus contendores pero domina a un electorado con 120 millones de suscriptores en WhatsApp y 125 millones en Facebook, clasificado por Big Data y neuromarketing, engañado con fake news y promesas personalizadas y contradictorias, que ya no decide controversias políticas en la calle sino en las plataformas 2.0.
El brasileño, protagonista católico de la cultura de la tolerancia y de la transacción que predican telenovelas como Cambalache y Roque Santeiro, vota por un fanático evangélico intolerante contra morenos, pobres, mujeres y progresistas, que son mayorías en Brasil.
Brasil vota contra la corrupción y por los ricos, sin tener en cuenta que según Honorato de Balzac en el origen de toda fortuna hay un crimen. Con la posible colaboración de agencias de seguridad de Estados Unidos que buscan atraer los capitales fugitivos hacia los paraísos fiscales yankis, se divulgan los Panama Papers, que revelan vínculos entre trasnacionales y políticos latinoamericanos. La única prueba que se alega contra Lula es la sospechosa confesión de un delincuente que la cambia por rebaja de pena, y Dilma es depuesta por malversación de fondos, vale decir, por destinar fondos de una partida presupuestaria a otra, sin guardarse un centavo.
No creemos en tales acusaciones, pero 55% de quienes votaron creyeron en ellas. Las izquierdas, como la mujer del César, no sólo deben ser honestas, sino también parecerlo. Campaña de calumnias no desmentida por la transparencia y el estilo de vida de los acusados hace más daño que bombardeo humanitario. No sólo a las izquierdas, que pierden el gobierno, sino al pueblo, que soportará el de las derechas.

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