Por Carlos M. Rodríguez C
La dialéctica
marxista es categórica cuando afirma que la realidad se mueve
contradictoriamente, que el despliegue
de las contradicciones es lo que permite el avance, la construcción del futuro.
Pero también advierte el análisis dialéctico es acertado cuando “usa las
categorías correctas y establece las relaciones entre ellas en forma acertada,
es decir, logra develar las contradicciones y establecer sus conexiones para
prever el resultado histórico a partir de praxis humana diseñando un programa de
acción que permita lograr los cambios inmediatos a fin de alcanzar el resultado mediato.
El análisis marxista nos enseña que el lenguaje humano es
lenguaje dominante en la medida que reproduce las categorías usadas por las
personas del momento histórico, los conceptos usados son los conceptos de quienes
mantienen el control en la sociedad, de ahí que uno de los aspectos que debe
transformarse radicalmente es el “lenguaje” entendiendo por éste, los
conceptos, palabras, las conexiones entre éstos, es decir, los elementos con la
que describimos la realidad, el mundo
que nos rodeas porque que si no modificamos dichas categorías, si no somos
capaces construir categorías transformadoras, seguiremos reproduciendo
intelectual y prácticamente las relaciones de dominación capitalistas. Es por
eso que la revolución socialista debe transformar el lenguaje, debe cambiar el
lenguaje dominador por un lenguaje revolucionario, transformador, liberador.
El capitalismo, la revolución burguesa, cambió los
términos usados por el modo de producción feudal para convertirlos en
categorías que reproducían el nuevo orden, las nuevas relaciones sociales, ejemplo claros de ellos el término
“servicio” para referirse a la persona
que hace los oficios del hogar el cual es sustituido por la palabra “doméstica”
que es usado como la persona asalariada que realiza las faenas de la casa, o la
palabra “villano” con el cual designaban a personas que provenían de las villas
para referirse a los ciudadanos, es decir, aquellos que provenían de las
nacientes ciudades capitalistas que surgieron con la confluencia de maestros de
obra, aprendices, comerciantes, usureros, etc.
Es común que dentro de los discursos revolucionarios se
usen términos dominantes tal como ocurre todavía con la palabra “cachifa”,
“servicio”, “plebeyo”, “peón”, “inculto” reproduciendo el “modo de vida” de la
“burguesía” en los espacios de la revolución.
En diversos discursos políticos emitidos por personas
identificadas con el proceso revolucionario se ha usado la palabra
“progresismo” para referirse a aquellos gobiernos que se caracterizan por tener una concepción y
práctica social identificada con la inclusión, que pregonan un gobierno de el
avance en materia de derechos humanos, de mejoras en las condiciones de vida de
la población. Esto me parece bien, pero el caso es que dichos gobiernos no persiguen
la transformación de la sociedad en su totalidad, en sus estructuras
económicas, en sus relaciones de producción, en la concepción de la propiedad,
sino que son sociedades que “morigeran” las relaciones capitalistas de
producción, son modelos “reformistas”, socialdemócratas, que no persiguen un
proceso “revolucionario” profundo sino modificaciones en la
base jurídica-política para darle un matiz de justicia social.
El capitalismo actual, en su fase “decadente” necesita
mercados, mano de obra barata y consumidores, en consecuencia, una sociedad
que defienda a los obreros, que
garantice los derechos laborales, al estudio, a la medicina, a la familia es
una sociedad que conspira contra el concepto de riqueza capitalista, en
consecuencia necesita hacerlos desaparecer de su campo de influencia, léase
patio trasero, o de la competencia internacional, caso Irán, Siria, China,
Rusia.
Este modelo de sociedad, estos gobiernos “progresistas”,
este “progresismo” han venido apareciendo en Latinoamérica y en consecuencia, el imperio norteamericano
necesita que desaparezcan de su área de influencia por lo cual han usados
diversos mecanismos, desde la intervención militar solapada como ocurrió en
Honduras hasta la conspiración política descarada como el caso de Paraguay,
Brasil, Argentina, Chile, Ecuador en los cuales intervinieron descaradamente,
financiaron a la derecha para lograr triunfos electorales, compraron
presidentes para que revirtieran los progresos sociales de sus países (Caso
Ecuador) o lograron juicios políticos a
los líderes de dichos movimientos para evitar victorias electorales.
EL caso venezolano es inédito. Con un proceso político y social retrógrado en el cual se vienen deteriorando
los logros sociales, políticos, económicos que estimuló e impulsó el Comandante
Eterno. Con una guerra económica que socava la economía del país, del pueblo.
Con un deterioro en la toma y manejo de las decisiones políticas que
agrava la posibilidad de radicalización del
proceso social, con una administración gubernamental y del estado corrompida,
inepta, con el bloqueo económico, con la despiadada campaña de la derecha
internacional en contra el gobierno y el pueblo venezolano, la posibilidad se produzcan cambios radicales
en el modelo político, en el modelo social, se hace cada día más remota
De
ahí que sea necesario enfrentar, encarar las desviaciones pequeñas burguesas
como lo es el pretendido “progresismo”, desenmascarar el carácter burgués de
dichos gobiernos y optar por la única opción que garantiza una genuina
transformación política, económica, social
y cultural como lo es la
revolución socialista, obrera y campesina, es decir, la revolución proletaria.
Para eso se necesita renovar las estructuras de poder político,
formar líderes verdaderamente revolucionarios con una cultura consustanciada
con los valores de la ética socialista,
con una moral consustanciada con la honestidad, el respeto, la justicia social,
igualdad, inclusión, acción comunitaria, con una práctica profunda en el
trabajo comunitario, colectivo, desarticular los círculos viciosos del
personalismo, individualismo, egoísmo.
Tomar el ideario de los revolucionarios como Marx, Mao, El Che, Fidel,
Allende, Ho Chi Minh, Lenin y hacer extrapolaciones válidas para la
construcción del nuevo modelo de socialismo nacional e internacional, de un
socialismo que promueva la producción comunal, colectiva, participativa,
estimule la producción intelectual, manual y tecnológico, diseñe proyectos para
hacer productivo el sector agrícola y pecuario a fin de lograr la
autosatisfacción de las necesidades y la seguridad agroalimentaria, elaboración de proyectos de salud, medicina,
equipos de alta tecnología para soltarnos de la dependencia tecnológica y
científica, que organice al pueblo en torno a mejorar su hábitat, su entorno, que
promueva y se organice en torno a la defensa del gobierno, que promueva la cultura, la educación, el arte entre otras cosas.
Y se necesita la construcción de un estado transitorio que
de paso a la organización política del pueblo para la administración de los
recursos económicos del país en proyectos que permitan el afianzamiento de la
sociedad socialista y de la revolución a través de estructuras flexibles
emanadas de la misma población, del pueblo organizado y disciplinado.
Creo en estos momentos en el que el pueblo y gobierno
venezolano acusan la feroz embestida del imperio, del capitalismo neoliberal,
de la derecha internacional, regional y local, es necesario dejar la retórica reformista,
hablar claro al pueblo, mostrar la realidad histórica actual y presentar y
afirmar sin tapujos que la única y verdadera opción revolucionaria para
concientizarnos, organizarnos y nos defendamos de las amenazas y acciones en
retornar al capitalismo colonial, a la economía de los monopolios y los trust,
como está ocurriendo lentamente sin que el pueblo se lo perciba es la
revolución socialista, el gobierno del proletariado, del trabajador, del campesino.
Lo demás son cuentos de camino.
Patria, socialismo o muerte.
Venceremos
La lucha sigue siendo larga, defendamos nuestros
logros.
carrodcas@gmail.com
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