Los hombres radicales tienden a ser mal vistos en el poder. Los radicales suelen ser apuñalados por la espalda, emboscados, zaheridos por los murmurados de pasillo y de tabernáculos politiqueros.
Conocí muchos "revolucionarios" que se elevaron por los cielos del Olimpo gubernamental, y cuánto pecho echaban mentando frases de Fidel, Lenin, Rosa de Luxemburgo o de Gramsci, pero… que en cuanto estos habladores de salón cogieron un carguito se desinflaron como unas viles pamplinas. Se volvieron fofos y lerdos. ¿Qué les pasó? Da lástima incluso recordarlos.
Algunos de esos "revolucionarios" se metieron a bachaqueros, otros huyeron con la cabuya en la pata después de desfalcar a la Nación. Pero cómo entonces se atragantaban hablando pendejadas sobre la lucha revolucionaria, cómo se desgañitaron en tantas marchas y en tantos actos públicos dándose golpes de pechos porque se declaraban como los más ardorosos defensores de la patria... ¿Qué les pasó, Dios mío?
Pienso en los apuñalados por la espalda, en Danton y Robespierre, en Camilo Desmoulins…, en Sucre y Bolívar, en Sandino o Allende, en El Che, en Trostky, en Pancho Villa y Zapata… Ninguno de ellos pudieron sostenerse en el poder, los acribillaron los infiltrados y los traidores. Y Fidel pudo sobrevivir a tantos atentados y traidores porque tuvo una especial percepción, muy profunda, del peligro y sabía pulsar y mirar hondo en los hombres que rodeaban.
Y hay algo que nuestro gobierno no ha entendido muy bien: no colocar en cargos claves de la revolución a blandengues, a ambivalentes y melifluos habladores de paja. Yo, por ejemplo, sólo me entiendo con radicales, lo demás no me interesa para nada. ¡Dígame usted, cuando ponen en la SUNDEE a contingentes de bates quebrados que cuando les toca fiscalizar un comercio se caen a besos y abrazos con los especuladores! ¡Dios ampare y favorezca a nuestro pueblo de esta gente, cogido, digo, a plomo el pueblo por todos lados!
Una de las razones por las que la guerra económica nos acabó poniendo contra la pared, fue que nunca del lado de las fuerzas armadas ni dentro del partido pudimos contar con los cuadros que supieran enfrentarla con carácter y decisión.
Para ser un verdadero revolucionario se necesitan muchas condiciones, y a veces basta con que una de esas condiciones falle, para que el hombre en quien se le confía la patria se malee, se encojone, o en medio del combate llegue y tire la toalla. Un revolucionario tiene que ser un hombre culto (no un mero intelectual); debe ser audaz, sensible, humilde y valeroso, sereno y firme en las adversidades, perseverante, severo con los timoratos y con reformistas, con los arribistas y melosos. ¡Por eso resulta totalmente estéril la sabiduría sin valor!
Los ambientes con tufo a traición hay que fumigarlos inclementemente. Hubo durante tanto tiempo tufo a traición en PDVSA, por ejemplo, y dejamos que eso cogiera cuerpo hasta colocarnos al borde de la quiebra financiero total... Hubo tufo a traición en la Fiscalía con doña Luisa Ortega Díaz, y la dejamos allí tanto tiempo, y todo porque a veces por un absurdo sentido de la lealtad al proceso nos cohibimos de decir la verdad, no cortamos por lo sano, nos retraemos o nos frenamos en momentos cuando es tan esencial oír y actuar… muchos gobiernos se fueron por un precipicio por no saber actuar a tiempo contra los traidores….
Téngase en cuenta (lo dice Baltasar Gracián) que los defectos, sean de familia, de estado, de ocupación o de edad, cuando se concentran todos en un sujeto y no se previenen con prudencia crean monstruos incontrolables.
Por otro lado, hay también que tener en cuenta que el vulgo tiende a admirar la necedad y a rechazar aquello que lo ennoblece (Gracián dixit), y sólo poniéndoles candela en el trasero se mueven y aprenden...
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