Por: Vanessa Davies-Contrapunto
No se llama a engaños. Vladimir Villegas es muchas cosas, además de acucioso periodista, constituyente de 1999 y activista de derechos humanos, pero no tonto ni "caído de la mata". Por eso advierte que el 10 de enero de 2019 es difícil que ocurra algo distinto de la juramentación —ante la asamblea constituyente— de Nicolás Maduro para su segundo periodo presidencial.
La discusión sobre el 10 de enero se puede dar, pero en este momento "carece de mucho sentido, porque para mí la legitimidad es un tema de fuerza: Una fuerza política toma el poder, tiene capacidad de imponer su proyecto político; y otra fuerza política comete todos los errores para que esa fuerza que impone su proyecto continúe haciéndolo, y no hay nada que hacer", argumenta Villegas en conversación con Contrapunto.
—¿Eso está ocurriendo ahora?
—Eso está ocurriendo y la oposición termina entrampada en dilemas como estos. Termina ocurriendo que esa estrategia opositora de favorecer que el Gobierno se fortalezca en cada proceso electoral, no sé si fue diseñada por el Gobierno, pero le cayó de perlas. ¿Por qué? Porque nos mete en un debate de esta naturaleza, que no tiene sentido, porque lo que tiene sentido es ver cómo nosotros logramos resolver la crisis política venezolana. El que crea que el 10 de enero se va a producir un quiebre en Venezuela, está equivocado.
—¿Pero no debería ser así, si algunos parten de la premisa de que las elecciones son ilegales?
—Ese es el deber ser. Yo, desde el primer momento, me opuse a esta asamblea constituyente. Se convocó de espaldas al espíritu de la Constitución de 1999. El Gobierno decía que no hay un artículo que obligue a la consulta, pero resulta que la Constitución de 1999 nació de una consulta. La consulta transversaliza la Constitución de Venezuela. Para las cosas, incluso, de menor relevancia, hay consultas. ¿Cómo no va a haber consultas para cambiar esa Carta Magna?
—De acuerdo con su razonamiento las elecciones del 20 de mayo no fueron válidas.
—La convocatoria de la elección del 20 de mayo no se hizo guardando todas las formas de un proceso equilibrado. Pero era una vía para que la oposición hiciera valer su condición de fuerza, y la oposición dejó de participar, no porque esa elección fuese ilegítima, sino porque no estaban dadas las condiciones para que ella participara. ¿Cuáles son esas condiciones? En primer lugar, que hubiera un candidato. En segundo lugar, que estuvieran de acuerdo en la estrategia electoral, y no lo estaban. Entonces la oposición supeditó el interés nacional a la solución de sus conflictos internos. La mejor solución que encontraron fue no participar, porque de esa manera quizá evitaban darle el liderazgo a alguien que no consideraban conveniente o necesario. Si aquí hubiese habido un consenso en torno a un nombre como el de Lorenzo Mendoza, olvídate de condiciones electorales.
—¿Fue la política la que lo impidió?
—La falta de una política clara y la falta de alternativas para solucionar su propio conflicto interno. Para hablar de un proceso de negociación política con el Gobierno tendría que darse un paso previo, que es una negociación política entre la propia oposición para que se pongan de acuerdo.
No se llama a engaños. Vladimir Villegas es muchas cosas, además de acucioso periodista, constituyente de 1999 y activista de derechos humanos, pero no tonto ni "caído de la mata". Por eso advierte que el 10 de enero de 2019 es difícil que ocurra algo distinto de la juramentación —ante la asamblea constituyente— de Nicolás Maduro para su segundo periodo presidencial.
La discusión sobre el 10 de enero se puede dar, pero en este momento "carece de mucho sentido, porque para mí la legitimidad es un tema de fuerza: Una fuerza política toma el poder, tiene capacidad de imponer su proyecto político; y otra fuerza política comete todos los errores para que esa fuerza que impone su proyecto continúe haciéndolo, y no hay nada que hacer", argumenta Villegas en conversación con Contrapunto.
—¿Eso está ocurriendo ahora?
—Eso está ocurriendo y la oposición termina entrampada en dilemas como estos. Termina ocurriendo que esa estrategia opositora de favorecer que el Gobierno se fortalezca en cada proceso electoral, no sé si fue diseñada por el Gobierno, pero le cayó de perlas. ¿Por qué? Porque nos mete en un debate de esta naturaleza, que no tiene sentido, porque lo que tiene sentido es ver cómo nosotros logramos resolver la crisis política venezolana. El que crea que el 10 de enero se va a producir un quiebre en Venezuela, está equivocado.
—¿Pero no debería ser así, si algunos parten de la premisa de que las elecciones son ilegales?
—Ese es el deber ser. Yo, desde el primer momento, me opuse a esta asamblea constituyente. Se convocó de espaldas al espíritu de la Constitución de 1999. El Gobierno decía que no hay un artículo que obligue a la consulta, pero resulta que la Constitución de 1999 nació de una consulta. La consulta transversaliza la Constitución de Venezuela. Para las cosas, incluso, de menor relevancia, hay consultas. ¿Cómo no va a haber consultas para cambiar esa Carta Magna?
—De acuerdo con su razonamiento las elecciones del 20 de mayo no fueron válidas.
—La convocatoria de la elección del 20 de mayo no se hizo guardando todas las formas de un proceso equilibrado. Pero era una vía para que la oposición hiciera valer su condición de fuerza, y la oposición dejó de participar, no porque esa elección fuese ilegítima, sino porque no estaban dadas las condiciones para que ella participara. ¿Cuáles son esas condiciones? En primer lugar, que hubiera un candidato. En segundo lugar, que estuvieran de acuerdo en la estrategia electoral, y no lo estaban. Entonces la oposición supeditó el interés nacional a la solución de sus conflictos internos. La mejor solución que encontraron fue no participar, porque de esa manera quizá evitaban darle el liderazgo a alguien que no consideraban conveniente o necesario. Si aquí hubiese habido un consenso en torno a un nombre como el de Lorenzo Mendoza, olvídate de condiciones electorales.
—¿Fue la política la que lo impidió?
—La falta de una política clara y la falta de alternativas para solucionar su propio conflicto interno. Para hablar de un proceso de negociación política con el Gobierno tendría que darse un paso previo, que es una negociación política entre la propia oposición para que se pongan de acuerdo.
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