Rafael Rodríguez Olmos
Uno de los mayores escándalos, y
quizás una de las principales razones por la que se detuvo la violentísima
guarimba del 2014, fue la decisión de los organismos estadounidenses (todos
apéndices de la CIA) de no seguir financiando las protestas opositoras, pues ya
era una denuncia a voces, de los robos de los fondos que se habían enviado a
Venezuela. Las primeras acusaciones incluso, salieron desde Miami, en donde sus
propios acólitos estaban reclamando que un grupito se estaba cogiendo los
verdes. Todo salió a la luz pública luego, cuando los propios autores de la
violencia callejera entonces, decidieron no seguir activando pues no recibían
los dólares prometidos. Investigadores de la oposición en Miami, estiman que de
los 350 millones de dólares que se recibieron en Caracas para cargar de
violencia y asesinatos al país, solo 200 millones se invirtieron en el pago de
equipos, armas y alimentos. El resto se lo cogieron los jefes. Tal escándalo
salió de las fronteras venezolanas y se conoció en países como Colombia,
Brasil, Argentina, España y Estados Unidos. Entonces los jefes de la oposición,
decidieron callar todo, en un intento porque la denuncia muriera lentamente.
Y ciertamente, en esos tiempos,
algunos opositores pidieron explicación sobre el asunto, pero Leopoldo López y
su pandilla, decidieron callar.
Más pacacito, es decir, este
mismo año 2019, el mismo día sábado que intentaban pasar la “ayuda humanitaria”
por el puente Simón Bolívar, antes de que anocheciera, vimos en video, cómo uno
de los pagadores de los terroristas, era golpeado en la cara porque se negaba a
hacer el pago correspondiente. Fue el primer indicio de que, como en tiempos de
la guarimba, se estaban cogiendo el dinero de la tal ayuda humanitaria, que
algunos estiman en 450 millones de dólares, y otros en 350 millones. Algunos
dicen que aquel concierto donde participaron figuras de la talla de Juan Luis
Guerra (que lástima) costo cien millones, pero recaudó 500, aunque ninguno ha
mostrado los números ni el destino de ese dinero.
Este viernes 14, el inefable y maquiavélico
Luis Almagro, jefe de la no menos desprestigiada Organización de Estados
Americanos, angustiado por las denuncias, ya imposibles de ocultar, exige que
se produzca una investigación, sobre el destino de las donaciones para el caso
Colombia. Ya entonces, apenas una semana después del barbarismo en la frontera
colombo-venezolana, ellos mismos denunciaron a la nefasta diputada Gabi
Arellano, acusándola de haber comprado un apartamento en Bogotá por tres millones
de dólares.
Hace tres semanas, la periodista
Nitu Pérez Osuna, durante el programa de Patricia Poleo transmitido por canal
de internet, allá en Miami, denunció que la pandilla de Guaidó se había apoderado
de 100 millones de dólares. Por cierto, los dimes y diretes de Poleo sobre los
barbarismos de la pandilla, le originó esa pelea de desprestigio vía twiter.
Aunque, entre desprestigiados y deshonestos te veas.
Ahora resulta que, amenazado por
el escándalo y su prestigio -si es que lo tiene- Almagro pide con urgencia la
investigación.
En aras de la verdad, tanto
Guaidó como Almagro ya sabían de los robos que se habían producido, pero lo
habían callado por razones obvias. Habían obtenido información directa de la
inteligencia colombiana que hacía referencia a los brutales gastos y las
abultadas cifras de los responsables del manejo del dinero, uno de ellos una
dama, que resultó ser un familiar por mampuesto de Guaidó; y el otro, un
personaje del entorno de López. Pero, además, hacen referencia a la cantidad de
militares que, junto a sus familias, estuvieron en dos hoteles de Cúcuta. Este
par de dos, de alta confianza de Guaidó dijeron que había 1.500 militares con
sus familias y resultaron ser solo 750, siempre de acuerdo a la inteligencia
colombiana. Incluso, ésta indicó que los militares hacían gastos grotescos en
alcohol y prostitución de hasta mil dólares diarios, hasta que les cortaron el
suministro y los expulsaron de los hoteles. Ahora se sabe que al menos el 40%
de ellos fueron a parar a manos del paramilitarismo, y no podía ser de otra
manera, pues no pueden regresar a Venezuela y la dirigencia de la oposición
siempre los abandonó.
Peor aún fue la solidaridad
automática del “embajador” de Guaidó en Colombia, Humberto Calderón Berti,
culto derechista, experto petrolero copeyano, involucionado, que llegó a esos
niveles, que, por la necesidad de figurar en el mundo actual, prefiere ser
utilizado como un monigote sin carácter y echar a la basura el poquito
prestigio que alguna vez tuvo.
Aunque realmente el terror se
apoderó de Almagro cuando vio la explicación en detalle de los hechos de
corrupción de la oposición, en un artículo publicado por un periodista en el
New York Times, medio de comunicación que no suele ir tras la verdad, sino huir
hacia adelante, para aparentar una supuesta objetividad y siempre lavar su
“prestigio”.
Fue lo mismo que hizo ese medio
de comunicación cuando Telesur publicó videos de la quema de los camiones en el
puente Simón Bolívar y demostró además que ninguno traía ayuda humanitaria,
sino instrumentos para la violencia. Por cierto, reconocimiento que debemos
hacer a la colega Madelein García, extraordinaria, valerosa y valiosa
periodista de ese canal. Entonces al NYT no le quedó más remedio que publicar
la veracidad de la información, dando la apariencia de que fue su propia
investigación.
Lo cierto es que con las últimas
confesiones de Mike Pompeo sobre la oposición y sobretodo en torno a Guaidó
mismo, no dejan dudas de que ahora les sirve más muerto que vivo. Lo desecharán
y lo olvidarán, como han hecho con el resto de los caídos en desgracia. Es la
razón por la que la oposición acepta las conversaciones de paz en Ginebra. Con
tal nivel de desprestigio, es obvio que perdieron toda credibilidad.
Imagino que aún no se investigan
las barbaridades que deben estarse cometiendo con los recursos de Citgo y con
otros recursos que el Big Brother le quitó al gobierno venezolano y se los
entregó a la pandilla Guaidó, pero con toda seguridad que no les gustará lo que
descubran.
Mientras tanto, Venezuela vive
una crisis jamás imaginada con una culpa compartida entre el brutal bloqueo económico,
quizás el más agresivo del que se tenga noticia, y la incompetencia del
gobierno para generar una política económica, una al menos, que indique el
camino por donde debemos ir.
Y de paso, la intervención
militar gringa se hace distante, por dos razones fundamentales: una, porque ya
los zamuros del Pentágono no creen en la oposición y su capacidad de dirigir el
país; y dos, porque acaban de enviar mil soldados más al medio oriente, señal
de que la válvula de la olla de presión, esta a punto de explotar. Y ya dijimos
que el cierre del Estrecho de Ormuz, significa el cierre del Golfo Pérsico y
del Golfo de Omán.
Pareciera que estamos llegando al
llegadero.
Caminito de hormigas…
Peor el remedio. La gobernación de
Carabobo tomó el control del gas en la región. Ahora la bombona de 43 kilos
cuesta 22.000 por transferencia y 3.000 en efectivo. La de diez kilos cuesta
4.000 por transferencia y 1.500 en efectivo, es decir, más caro que los precios
de los bachaqueros.
Que desgracia de pueblo cuando el cura es loco… Alimca dio orden de hacer operativos de venta
de pollo a mil bolívares. Pues los consejos comunales decidieron venderlo a
7.000. Choro es choro…
En
el peor momento de la crisis, nadie menciona las cajas Clap,
tabla de salvación de los más necesitados, y uno de los mayores espacios de la
corrupción menuda.
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