Por Rafael Pompilio Santeliz
Los procesos y algunos hitos de nuestra historia son necesarios de evaluar para no caer en los mismos errores que se supone deberían estar superados. Al no haber autocríticas de sus protagonistas, se sepultan momentos cruciales, quedando pendientes balances perentorios de nuestro acontecer.
Un punto de partida para entender ese momento histórico, sería ubicar el gobierno de Pérez Jiménez como parte de la política norteamericana en el período de guerra fría. , cuando los Estados Unidos hizo esfuerzos por alinear a América Latina contra el mundo socialista. Los gringos ante el avance de los pueblos identificados con el cambio social, y ante el ascenso de los partidos marxistas, promocionaron gobiernos fuertes y dictatoriales para que les garantizaran paz laborar para sus inversiones. Desde 1948 los militares venezolanos ya tenían una serie de "iniciativas" anticomunistas para ganar el favor del Departamento de Estado.
El General Pérez Jiménez coincidió con el interés imperial de inversiones modernizadoras, con los cuales se destruyeron importantes referencias patrimoniales, rompiendo con los resquicios que quedaban del modo de vida colonial. La concepción desarrollista implementada, era parte de la llamada ""Política de concreto armado", caracterizada por el gigantismo y la ostentación suntuaria. El Nuevo Ideal Nacional implantó un nacionalismo conservador de corte fascista, con el cual se manipuló la cultura tradicional con conceptos patrioteros que fueron diseñando una nueva concepción de ciudadanía que, apoyándose en elementos folklóricos, sirvió para discriminar a las mayorías. Bajo esos criterios occidentales positivitas, se buscó una especie de limpieza de sangre de negros y pueblos originarios, considerados de poca vocación laboral.
La vía fue la inmigración extranjera. Se estableció una política de traer europeos, campesinos italanos provenientes de comunas agrícolas del régimen fascista, de portugueses de Madeira y de alemanes éticos o folk deustches desplazados de Nukonia por la II Guerra mundial. No faltaron oficiales germanos de la S.S, del Fascio Italiano y de la Falane Española.ÑUnido a esto, se prohibió la inmigración de negros africanos y asiáticos, por supuestos atavismos contaminantes a la población venezolana.
La dictadura buscó ahondar más la separación entre la ciudad y el campo, pues el General en sus ansias de modernizar el capitalismo, propició en el campo la construcción de grandes colonias agrícolas, especies de kholjoses, e n los cuales los criollos y europeos, supervisados por la G.N. contarían con una series de inversiones de economía intensiva que harían posible que las ciudades se abastecieran del campo. Con estos proyectos agroindustriales, Pérez Jiménez, no buscaba liberar al campesino, sino sustituirlo por un claswe media rural parecida a los farmers estadounidenses. Muchos de estos fascistas, posteriormente enriquecidos en el campo, emigraron a las ciudades convirtiéndose en grandes importadores de bienes manufacturados de gringolandia. Eran proyectos dependientes de la Fundación Rockefeller (Creole y Standard Oil) que buscaban dar respuestas a la burguesía agraria latifundista nacional, al unísono con las necesidades de expansión de las trasnacionales estadounidenses.
En el ámbito externo , Pérez Jiménez otorgó diferentes concesiones a los consorcios norteamericanos. En su política interna estuvo vinculado, al principio, con empresarios nacionales que se enriquecieron con comisiones en la creciente corrupción administrativa. la dictadura fungía para el momento como un agente de paz laboral. Luego, en una segunda etapa, entra en contradicción con los empresarios por los crecientes endeudamientos debido a que su política de grandes obras se vio obstaculizada por el agotamiento de los recursos financieros. Las contradicciones se retrasaban en pagos. El gobierno había adoptado el sistema de pagarés y bonos con los cuales los inversionistas negociaban con la bolsa de N.Y.; ésta al no poder hacerlos efectivos presionaban a los capitalistas venezolanos amenazándolos con cortarles créditos y asistencia. Los empresarios criollos empiezan a encarar al gobierno hasta incorporarse activamente a las luchas antiperejimenistas.
Un elemento que caracteriza la crisis socio-económica en 1958, es el colapso por la baja de los precios del petróleo. Esto redunda en la paralización de la política del cemento armado. El ingreso fiscal se desploma, desaparecen las obras públicas, se enrarecen los créditos a la industria y a la agricultura. Una pausa domina el panorama económico. Este proceso recesivo hace que disminuya la gratuidad de le enseñanza y se instrumenta un Estado de represión con graves violaciones a los derechos humanos.
Esta situación recesiva acentúa el desempleo, la quiebra de numerosas empresas de construcción y el cierre de múltiple negocios. Con ello empieza una creciente represión popular por sus reivindicaciones, a la vez el perezjimenismo sufría un proceso de desprestigio que le restaba poder político y credibilidad. En esos días de crisis, ya la socialdemocracia gestaba en los E.U. el Pacto de Nueva York firmado el 20 de enero del 58 entre Jóvito, Caldera, Betancourt y el Secretario del Departamento de Estado Fuster Dulles, cuyos acuerdos principales eran evitar que los comunistas tomaran el poder y que las trasnacionales tuvieran participación en las empresas del Estado Venezolano.
Esta vanguadia política no cumplió a cabalidad con su misión histórica. Se limitaba a plantear el derrocamiento de la dictadura en detrimento de una visión estratégica que abriera horizontes al auge de masas. No sistematizó un Programa de luchas y menos instrumentó la autonomía de clases. Era una vanguardia política más no una vanguardia revolucionaria al no preparar las distintas formas de lucha para disputarle el poder al imperio, y al bloque burguesía-terrateniente.
Como producto de estas apreciaciones, se gestan dos corrientes dentro de la izquierda: una planteaba la defensa del sistema democrático y otra proponía ampliar la plataforma de lucha tomando en cuenta lo que consideraban un doble poder que existía en el país, siendo la Junta Patriótica uno de ellos. Anselmo Natale, en entrevista con Agustín Blanco afirma que el llamado del PCV al advenimiento del pacto patronal es su decisión de aplastar toda aspiración popular de mayores contenidos reivindicativos, porque "se planteaba el robustecimiento de la democracia conquistada, el fortalecimiento de la misma, su perfeccionamiento por vía electoral, constitucional, a consecuencia de ello, el partido se traza como objetivo fundamental, ir a elecciones".
Ya la cooptación había empezado a funcionar cuando, para eliminar eses paralelismo, la Junta de Gobierno insta a la Junta Patriótica, a que amplíe su composición. Ya los señores del dinero habían pactado con los sectores militares para que presionaran por su inclusión. La burguesía, que sabía lo que quería, incorpora a Blas Lamberti, Eugenio Mendoza, Andrés Boulton, Vicente Lecuna y al pupílo politico Raúl Leoni con los cuales se emplieza a neutralizar el llamado "Espíritu del 23 de enero", que no era más que las aspiraciones de profundización de la democracia, radicalización que estaba muy cercana al socialismo como proyecto histórico. Es de hacer notar que la Junta Patriótica nunca exigió estar representada en la Junta de Gobierno, con lo que se ratifica la ausencia de una mentalidad de poder.
El 23 de enero fue una insurrección popular y militar, donde la calle superó a las organizaciones. La gente sentía un poco, que comenzaba una nueva vida, y que todo era posible. Era un rechazo popular abierto contra el recordado fraude de una dictadura personalista apoyada en la Seguridad Nacional, dirigida por el esbirro Pedro Estrada. Mientras el pueblo saqueaba e incendiaba las quintas de los sostenedores de la dictadura, mataba hasta sus perros guardianes, y ajusticiaba a los torturadores, tendencias dominantes en el PCV creaban escudos protectores llamando a la “calma y cordura”. La precipitada convocatoria a elecciones no fue más que la directriz de la burguesía y el imperialismo de frenar el auge popular. Días antes, ya la burguesía había propuesto una tregua sindical para “evitar conflictos laborales” que obstruyeran el sistema democrático naciente. Desde entonces la figura de “ahí viene el lobo” prefiguró la conciliación postergando cualquier intento de radicalizar la lucha, so peligro de la vuelta del perezjimenismo.
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