Por: Omar Barrientos V.
Guillermo García Ponce, Pompeyo Márquez y Teodoro Petkoff, a través de un túnel fueron rescatados por un grupo revolucionario.
01 de febrero de 2016.-
A continuación publicamos un material que forma parte del libro "Rebeldes de Catia",
escrito y enviado a aporrea.org por Omar Barrientos y que próximamente
será parte de un libro donde se recogerá la historia de quienes
participarón y fueron protagonistas de la Primera Fuga del Cuartel San
Carlos:
El lunes de Carnaval, 6 de febrero del año 1.967, las emisoras
de radio y también de televisión emitieron extras de sus noticieros,
anunciando, que se había producido la fuga a través de un túnel de tres
importantes dirigentes revolucionarios: Guillermo García Ponce, Teodoro
Petkoff y Pompeyo Márquez.
El famoso, desde ese momento, túnel del Cuartel San Carlos había sido
construido, mediante una lenta y difícil actividad a lo largo de varios
años. Partiendo de una bodega cercana, un grupo de revolucionarios,
mediante un constante y cansino accionar lograron eludir todas las
medidas de vigilancia y control que permanentemente efectuaban en la
zona funcionarios militares buscando la posible existencia de algún
túnel desde dentro o desde afuera hacia dentro para tratar de facilitar
la evasión de los guerrilleros prisioneros en dicha instalación.
La idea fue de Guillermo García Ponce, quien desde la prisión, dirigió
todo lo necesario para la construcción del túnel y la fuga de los tres
dirigentes de la lucha armada revolucionaria de esa época.
TODO COMENZO POR LA PRENSA
Dicha actividad comenzó con la búsqueda a través de la prensa de la
venta o alquiler de alguna propiedad cercana a dicha prisión militar.
El árabe Simón Neheme Chachini al lado del Cuartel San Carlos
Ubicado el objetivo se buscó un bodeguero tipo, un árabe, militante
revolucionario, Simón Neheme Chachini para que hiciera el negocio.
Adquirido el local, se estableció la bodega ¨San Simón¨, se buscaron y
consiguieron los militantes capaces de emprender dicha actividad.
Fue preparada una tapa, luego del corte cuidadoso de una losa del piso
de la bodega, se fue abriendo un hueco, que luego se iluminó y ventiló
eléctricamente y con un sistema de seguridad. El establecimiento
comercial de alimentos funcionaba normalmente para que caso de registro,
cosa que sucedió en varias ocasiones, solo se detectara como una bodega
más.
La tierra sustraída para agrandar el hueco, se sacaba casi diariamente
en bolsas y se botaba luego de trasladarla en la camioneta del árabe, en
las márgenes del río Guaire.
El túnel fue construido varios metros debajo de la calle y a suficiente
profundidad para poder pasar por debajo de los muros de la fortaleza
militar. Es de señalar que en la vía colocaban las autoridades militares
un tanque de guerra por las noches, cuyo peso debía ser tomado en
cuenta, al igual que la dirección del túnel, para lo cual un ingeniero
revolucionario hizo los cálculos necesarios y ordenó el tipo de
apuntalamiento de la excavación.
Plano del túnel desde la bodega ¨San Simón¨ hasta los
calabozos del Cuartel San Carlos, donde se encontraban presos los
dirigentes revolucionarios Guillermo García Ponce, Teodoro Petkoff y
Pompeyo Márquez.
EL ÚLTIMO SOBREVIVIDENTE
Luego de casi 50 años de acontecido este suceso, que en su época fue
considerado como una gran proeza, aquí tenemos el relato de un tal vez
el único sobreviviente de la misma.
Dimas Negrín en la bodega ¨San Simón¨, en el año 67, con el
seudónimo de Héctor, era el ayudante despachador y muchacho de los
mandados, y por supuesto uno de los constructores del Túnel del San
Carlos.
¨Teníamos mucho tiempo sacando tierra, haciendo el hueco –el túnel-. En la bodega estábamos, el árabe Simón Nehemet Chachini[i],
el dueño de la bodega y yo Héctor –Dimas Negrin- llamado en Catia como
"el Peluo", el muchacho de los mandados y ayudante del bodeguero.
Muchas veces los oficiales y algunos soldados del Cuartel San Carlos
venían a conversar o a compartir con nosotros que teníamos el negocito a
un lado del cuartel.
REVOLUCIONARIO DESDE NIÑO
El día antes de la fuga, recordé cuando el partido, mejor la dirección
regional o militar de la Juventud Comunista, a través del camarada
¨Caraquita¨-Antonio José Urbina- me solicitó si podía y quería
incorporarme a una actividad especial. Mi respuesta fue positiva, aunque
no sabía de qué se trataba.
Yo me había incorporado a las luchas revolucionarias al calor del auge
de masas tras la caída del dictador Marcos Pérez Jiménez en 1958, y
luego en los años posteriores, ante el engaño a que fueron sometidos los
venezolanos por el gobierno puntofijista que dirigía Rómulo Betancourt.
Mientras la pobreza nos atrapaba en la miseria, la escases, falta de
condiciones y oportunidades, existían otros, una minoría, que lo tenía
todo a su favor, en especial el sartén por el mango y que les daba,
además de dinero y poder político, acceso fácil a la educación,
recreación y sobretodo dominio económico total.
Por esa época, en el año 60, el señor Rubén, acompañado del dirigente
sindical Fonseca, ambos de profesión zapateros, y militantes del Partido
Comunista, daban charlas en el barrio ¨El Amparo¨ acerca de la
situación del país y de la necesidad de luchar para tratar de cambiarla.
Tal vez por eso me incorpore a la Juventud Comunista -J.C.- o quizás
porque estábamos¨ pelando¨, yo y mi familia por supuesto.
Así fundamos un comité de base de la J. C. del Amparo en Catia que más
adelante, debido al aumento de integrantes, se dividió, formándose dos.
En el comité del cual formé parte militaban: Salvador, Trujillo, Efraín
Mogollón, Pedrito, Luis Hernández -Huesito-, Andrés E. Hernández,
Marcelino y Andrés Mujica, quien fuera años después médico personal del
comandante Chávez-, y otros cuyos nombres o seudónimos no recuerdo.
Nuestras tareas eran hacer pintas, repartir volantes, en fábricas, cines
y barrios; participar en manifestaciones y leer literatura y filosofía
marxista, al igual que libros y periódicos de política. Las reuniones se
hacían en casa de algún compañero y siempre se recibían informes
políticos del órgano parroquial, de Caracas o nacional, y se conversaba
sobre la política de la época.
Mis padres: Sabina Santaella y Celestino Negrín se oponían a mi
participación en las luchas revolucionarias que me llevaron a formar
parte de las brigadas de autodefensa, tras un incidente casual.
PRIMER ENFRENTAMIENTO
En el año 62 más o menos, durante un reparto de propaganda, me
entregaron un revólver para defender de la represión a quienes hacían la
entrega de volantes. En ese momento se presentó la policía para detener
y reprimir a los compañeros. Mientras ellos huían del lugar, me
enfrente con los agentes, logrando que todos los camaradas se pusieran a
resguardo. Seguramente por este hecho me informaron de la formación de
un equipo militar en Catia y me incorporaron.
Con el tiempo participé en cursos que incluían táctica y estrategia militar, y por supuesto manejo de armas y defensa personal.
PALIZAS POR TACHUELAS
Para el año 63, creo que en noviembre, durante un intento de huelga
general que terminó en fracaso, realizamos desde el comité de base y con
varios compañeros del mismo, muy temprano en la mañana la colocación de
tachuelas en avenida Sucre de Catia, y luego hicimos otro tanto en la
subida al Junquito.
Yo, con un viejo y oxidado revólver intenté evitar la acción de los
policías que nos sorprendieron, pero el arma no funcionó y fui objeto,
junto a varios compañeros, de una larga persecución por el barrio El
Amparo, seguido por los agentes que nos disparaban con fusiles FN-30.
Logré escapar, no así dos camaradas, entre ellos ¨Triki Traki¨, que
luego de ser detenido, lo montaron en una patrulla a la cual unos metros
después se le espicharon los cuatro cauchos. De inmediato, los bajaron y
les cayeron a golpes, luego llegó otra patrulla, donde los metieron y
al rodar una cuadra más, también se le espicharon los cauchos, los
volvieron a bajar y les propinaron otra golpiza.
Posteriormente, contó Triki Traki, que dentro de la nueva unidad
policial donde por tercera vez los conducían hacia la sede de la policía
política Dirección General de Policía –Digepol-, todo adolorido le
comentaba a su compañero ¨ojalá no se meta por la avenida Sucre¨, acordándose
del reguero de tachuela que habían efectuado y lo que les pasaría si a
la nueva unidad policial se le dañaban también la llantas.
DÍA DE FUGA
Ese día me informaron que Teodoro Petkoff, Guillermo García Ponce y
Pompeyo Márquez eran quienes saldrían por el túnel. Simón Sáenz Mérida,
dirigente del Movimiento de Izquierda Revolucionaria, también preso
junto con los otros camaradas, fue informado de la fuga, pero no creyó o
no quiso saber nada de la gente del PCV.
Patio central de la prisión militar Cuartel San Carlos
En la mañana de la fuga, Nelson López, otro compañero que trabajaba en
el túnel, notó el nerviosismo que tenía el árabe y procedió a darle a
tomar dos pastillas de las que anteriormente le había recetado un médico
del partido. Tratamiento que surtió su efecto.
En la tarde, pasamos a través del túnel hasta la parte de abajo del piso
del calabozo donde estaban los dirigentes revolucionarios. Colocamos un
gato hidráulico, Nelson reventó el piso, se asomó y allí estaban los
camaradas. Fueron saliendo, no recuerdo en cual orden. Pasaron el túnel y
en el estacionamiento de la bodega, los acomodamos acostados en la
parte de atrás de la camioneta del árabe. Los tapamos con una lona y
cajas con vegetales. Abrimos la puerta y se los llevo Simón. Quedamos
Nelson y yo. Cerramos. Luego, él se fue a pie. Yo regrese al túnel, puse
la tapa y me fui también, caminando.
Bajé hacia la avenida Urdaneta y tome un carro hacia Las Fuentes del
Paraíso, donde debía estar mi contacto que me ¨enconcharía¨. Espere tres
horas y no llegó.
SIN ¨CONCHA¨ Y BUSCADO VIVO O MUERTO
Me fui a Catia, conseguí a varios camaradas, quienes al verme se
retiraron con cautela, pues el partido –para protegerme- había divulgado
que yo me había marginado y que lo más sano era no mezclarse conmigo.
Luego de varios días, hice contacto con el camarada Arrollo –Luis
Morín-, quien ayudó a ¨enconcharme¨ –lugar para vivir oculto-. Pase
varios meses en diferentes casas en Los Teques, carretera vieja Caracas
–La Guaira y en Litoral. Restablecido el contacto con ¨gente de arriba¨,
me enviaron a la Unión Soviética, donde viví dos años, mientras los
cuerpos represivos, a pesar de no conocer mi nombre verdadero, me
buscaban vivo o muerto en el país.
Nelson López
A Nelson López lo detectaron en su ¨concha¨ en Caracas y lo ametrallaron
los digepoles del gobierno de Raúl Leoni, en la redoma de Prados del
Este, el primero de noviembre de ese año 67.
Al árabe Simón lo conseguí en la URSS, en una escuela de cuadros, pero
nunca más llegue a tener trato personal con él. Supe por la prensa que
vivió mucho tiempo en el exterior, jamás regreso al país y que murió
hace varios años.
TRAIDORES Y REVOLUCIONARIOS
Teodoro Petkoff, Pompeyo Márquez y Guillermo García Ponce fueron
amnistiados dos años después y se incorporaron a las luchas
revolucionarias legales.
Con el pasar del tiempo, Petkoff y Márquez traicionaron sus principios y se pasaron a la contrarrevolución.
Guillermo García Ponce siguió su camino revolucionario, en apoyo al
proceso bolivariano, y el comandante Hugo Chávez lo designo jefe del
comando de la revolución. Fue director fundador del Diario Vea periódico
revolucionario que aún existe. Murió en el 2.013.
De regreso a Venezuela, Dimas Negrín siguió como luchador social y
revolucionario, combinando su actuación rebelde, con su trabajo
personal.
Actualmente está jubilado y acompaña este proceso bolivariano y chavista.
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