Por: Roberto Hernández Montoya
Las noticias son un desfile infatigable de ferocidades. Por ejemplo, un
banco ejecuta hipotecas, lo que en España llaman con el poético nombre
de deshaucios, o sea, echan de su casa a una viejita, a una familia y,
como la ruindad es impecable, la familia debe seguir pagando y encima se
le cierra el acceso al crédito y no puede adquirir otra vivienda. Que
se joda, diría Aznar. Pero Rajoy dice que todo está mejorando, que donde
la cosa está mal es en Venezuela, donde un millón de familias goza de
vivienda nueva, gracias al gobierno que a Rajoy no le gusta.
El complejo industrial-militar promueve guerras para ganarse un puñado
de dólares, lo que produce miseria, desgracia, muerte, mutilaciones,
devastación de países completos, que ríete de los desahucios. Se desata
una migración masiva de gente desesperada y Dinamarca le quita lo que
lleva encima para cubrir gastos.
Pero no solo la pobreza sufre, pues los ricos también lloran. Y las
ricas. Vemos también en las noticias cómo a una familia corrupta,
completa, la Pujol de Cataluña, es paseada ante las cámaras en un
linchamiento colectivo. A Isabel Pantoja también la pasean. Nada menos
que a la propia infanta Cristina y a su marido los oxigenan ante las
cámaras, los sientan en banquillos moralmente incomodísimos. En inglés
eso tiene un nombre, poético también: public disgrace. La gente disfruta
de esos linchamientos morales. No defiendo a nadie, si cometieron
delitos deben pagar, me refiero al ensañamiento colectivo, a la sevicia,
que el Diccionario de la Real define como «crueldad excesiva», lo que
no es una definición sino una indefinición, porque crueldad sabemos qué
es, vengo describiendo ejemplos, lo que no sé es qué es eso de excesivo.
Conjunto borroso.
Un chico malcriado llama a La Salida del rrrÉgimen. En ella se desata
una violencia, que el mozalbete no repudia, en que asesinan a 43
compatriotas. Piden amnistía para el pobre mocito, que en la campaña
mundial, que el gobierno apenas refuta, figura como un pobre idealista
preso por sus ideas libertarias. Otro preso, Antonio Ledezma, lanzaba
ballenas a la ancianidad pensionada que exigía derechos. Pero es un
pobre soñador encarcelado por sus ideales, que no sé cuáles son.
Así es la humanidad capitalista.
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