Por Carlos M. Rodríguez C.
Mi
padre, oriundo de un pueblo del interior del país, de humilde hogar se
residenció en Caracas en la década de los años cuarenta del siglo pasado.
Huyendo de las desigualdades sociales que caracterizaban la sociedad venezolana
en esa época intento hacer profesional,
pero nunca pudo adquirir un título universitario pues las bases de esa sociedad eran la diferencia social, la
injusticia y la exclusión.
Educado
en una escuela pública, bajo la formación de un sabio maestro de pueblo, quien
le inculcó los valores de honestidad, solidaridad, responsabilidad, con los que
me formó con el ejemplo, con su conducta ejemplar, prontamente sembró en mí los principios de vida
revolucionarios, enseñándome que hay dos tipos de sociedades, una basada en el
lucro, en la riqueza material, en la diferenciación de clases, en la explotación
y en la opresión; otra sociedad basada en la justicia social, libertad,
honestidad, humildad, sencillez y espíritu libertario.
Nunca
militó en partido político, pero era adverso a los imperialismos, a los
yanquis, activo opositor al gobierno de Pérez Jiménez y de los adecos. Admirador de Lenin, de Mao, de Fidel Castro y
la Revolución Cubana. Esto me convirtió, primero en un revolucionario de ideas,
y posteriormente me enrolé en las filas de los niños y jóvenes que a
finales de la década de los cincuenta y principios de los sesenta enfrentaron
la dictadura puntofijista de los gobiernos adeco copeyanos de la época, muchos de ellos asesinados, torturados,
desaparecidos, encarcelados o exiliados. Unos continúan su militancia
revolucionaria, otros con destino incierto. Otros plegados a la derecha,
algunos de ellos traidores de hecho y de ideas, otros “neutros”.
La
militancia me obligó a la lectura conociendo los clásicos del marxismo Marx, Lenin,
Trostky, Mao), así como sus intérpretes (Martha Harnecker, Althouser) y otras
lecturas obligadas para el momento, algo de filosofía, economía política,
historia, sociología y así sucesivamente. Ya en los inicios de mis lecturas
conocí términos como plusvalía, explotación,
imperialismo, justicia social los cuales fueron enriquecidos con el
pasar de los años como militante, estudioso
y revolucionario militante.
Uno
de los principios fundamentales que aprendí es que la revolución socialista se
basa en la igualdad social, tanto económica, política, social, de género; en la
igualdad de oportunidades, en la
igualdad de deberes, así como en derechos.
Y este conocimiento teórico fue reforzado por la revolución cubana y la
revolución china, en las cuales se castigaban, con el fusilamiento o prisión,
los actos de corrupción basados en prebendas, tráfico de influencia de los funcionarios que trabajaban en el estado.
También
aprendí que la sencillez en el consumo es la base de la igualdad y justicia
social, por lo cual los propios funcionarios del partido de gobierno y los
funcionarios, deben practicar la austeridad revolucionaria, como ejemplo a
seguir por parte de la población en su conjunto.
Aprendí
muchas cosas, entre ellas que la base del modelo de los países socialistas es
la cultura autóctona, la visibilización de sus valores contra la penetración
cultural exógena, arma de colonización y dominación de la población.
Con
esta dirección del pensamiento se basó el proyecto revolucionario bolivariano
que construyó el Cte. Chávez, su legado expuesto tanto en su ideario, en el
Proyecto Nacional Simón Bolívar y el Plan de la Patria, con sus objetivos
históricos y estratégicos.
Ahora
bien, y entendiendo claramente el escenario político y económico que vive el
país, la revolución bolivariana y el gobierno del Pte. Maduro, quiero hacer las
siguientes consideraciones:
Aún
desde el inicio del proceso revolucionario, las desigualdades sociales
persistieron y han persistido dentro de las estructuras del estado y a lo largo
de la sociedad en su conjunto. Se
enunciaban los proyectos con sus principios, pero la práctica social era otra.
El reordenamiento territorial, propuesto en el Plan Nacional Simón Bolívar,
tenía la debilidad de no ser imperativo, en consecuencia, cada gobernador, cada
alcalde, hacía lo que consideraba correcto, en consecuencia, las líneas
políticas, sociales y económicas variaban desde municipio, estado, región, lo cual
marca las diferencias intrínsecas del modelo.
La
máxima económica de igual trabajo igual paga no se corrigió sino hasta finales
del año que viene, con lo cual conseguimos trabajadores dentro del estado que,
ejerciendo funciones y trabajos similares, su remuneración es diferente, lo que
evidencia una clara injusticia social, en contradicción con la base filosófica
que orienta su transformación.
Los
beneficios sociales están dirigidos a los empleados de mayor rango y mejor
salario, lo cual contradice el espíritu de los mismos, ya que se supone debe
beneficiarse a los de menos ingresos para lograr una equidad social.
El
modo de vida de los estratos sociales de la sociedad venezolana difiere
ostensiblemente. Los funcionarios de mayor rango gozan de privilegios, mientras
los de menor rango, los que realizan los trabajos esenciales para el
funcionamiento de las instituciones, tienen que vivir las carencias de una
sociedad cada vez más exigente y más difícil de vivir.
Mientras
los ministros, viceministros, gobernadores, alcaldes, concejales, diputados, directores
de línea –así como muchos ex- tienen sus casas llenas de los artículos de
primera necesidad, los trabajadores tienen que comprar a precios de “bachaqueo”
pues no tienen ni siquiera tiempo de hacer las “colas” para poder comprar a
precios regulados.
Mientras
los presidentes directores de PDVSA, CANTV, CNE y otras instituciones hacen
fiestas personales cuyos gastos exceden los 100.000 bs., a los empleados no les
alcanza el sueldo ni para adquirir los precios de la canasta básica, pago de
transporte, medicamentos, atención médica.
Mientras
los gobernadores, alcaldes, concejales, diputados y su entorno poseen vehículos
producidos por el estado, los trabajadores de los ministerios, los que
realmente los necesitan, están inscritos en una lista desde hace más de diez
años y todavía no les llega el crédito o la asignación del vehículo mientras tienen
que madrugar o llegar de madrugada a sus hogares, exponerse a atracos en el
trasporte público, llegar tarde a sus funciones, o simplemente no asistir.
Mientras
los empleados de alto rango del gobierno disfrutan de viajes personales al
exterior, de dólares preferenciales, de equipos electrónicos, de línea blanca, gris,
cemento, cabillas y pare Ud. de contar, los empleados, el pueblo, sufre los
rigores de la escasez, del acaparamiento, de la reventa, del bájate de la mula
Mientras
los altos funcionarios viven en conjuntos residenciales de lujo, con vigilancia
privada, plantas de energía eléctrica, agua surtidas por pozos directamente,
áreas verdes, piscinas, los empleados, el pueblo vive en barriadas, zonas
inseguras, sin agua, falta de servicios de salud, trasporte, sometidas a los
recortes energéticos o apagones, atracos, carencias, insalubridad, inseguridad.
Mientras
funcionarios de la FANB, Cuerpos Policiales, ministros, gobernadores, directores de línea, presidentes de
corporaciones, fundaciones y entes adscritos se enriquecen a sólo pocos días,
el pueblo ve mermada cada día su calidad
de vida.
Y
aún peor, los altos funcionarios, aquellos que disfrutan de las comodidades y
abundancia, que tienen dudoso desempeño en sus funciones, tienen el descaro de
pedir paciencia, comprensión, abstenerse de adquirir productos “no
indispensables”, no viajar, soportar los recortes de alumbrado eléctrico o
apagones, que todo es producto de la “guerra económica”
Y
lo peor, amenazan al pueblo diciendo que en un gobierno de derecha, en el
neoliberalismo las cosas serán peores…No me lo escarapele a besos.
Total,
mis conocimientos de marxismo, de socialismo, de ética revolucionaria parecen
obsoletos y ahora resulta que “peor es el cordero que el lobo feroz”, que peor
es el socialismo que el capitalismo. ¿Qué diría mi padre si estuviera vivo, si
estuviera viviendo esta paranoia? O sea.
Revolucionarios
de pie a vencer. Aquí nadie se rinde
carrodcas@gmail.com
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