Aunque
parezca mentira, en pleno siglo XXI se siguen publicando libros que, al
referirse a la invasión europea al continente americano, iniciada en
octubre de 1492, continúan hablando del “descubrimiento de América”,
concepto eurocéntrico según el cual las cosas y los seres comienzan a
existir cuando entran en contacto con los representantes del “viejo
continente”.
Entre
los pueblos originarios, esta tierra recibía tan bellos y variados
nombres como pueblos habían florecido en ella. El pueblo Kuna de las
actuales Panamá y Colombia la llamaba Abya Yala –tierra en
florecimiento–, expresión que hoy ha sido adoptada por muchas naciones
indígenas.
América
se llamará así en honor al navegante florentino Américo Vespucio 1, que
había viajado a las “nuevas tierras” dos veces entre 1499 y 1502. Al
regresar escribió dos famosas cartas: una, fechada en 1503 y dada a
conocer a principios de 1504, estaba dirigida a uno de los hombres más
ricos y poderosos de su tiempo, Lorenzo Piero de Medici; y otra a su
compañero de colegio, Piero Soderini. Esta última se tradujo al latín y
se publicó en 1507 en el apéndice de la obra Cosmographiae Introductio,
de Martín Waldsemüller, alias Iliacomilus, un notable científico nacido
en Friburgo, actual Alemania, profesor de Geografía de Saint Dié en el
ducado de Lorena.
Podríamos
decir que Vespucio primerió a Colón, ya que mientras la relación del
tercer viaje de Colón, en el que tocó tierra firme, se publicó en latín
recién en 1508, las relaciones de los viajes de don Américo, como vimos,
se conocían desde 1504 y 1507.
En
la introducción de la obra de Waldsemüller, el geógrafo francés Jean
Basin de Sandocourt proponía: “Verdaderamente, ahora que tres partes de
la tierra, Europa, Asia y África, han sido ampliamente descriptas, y que
otra cuarta parte ha sido descubierta por Américo Vespucio, no vemos
con qué derecho alguien podría negar que por su descubridor Américo,
hombre de sagaz ingenio, se la llame América, como si dijera tierra de
Américo; tal como Europa y Asia tomaron sus nombres de mujeres”.
Años
más tarde, Waldsemüller y Basin reconocieron su error, a tal punto que
el mapa que publicaron en 1513 llama al nuevo mundo “Tierra Incógnita” y
no América. Pero ya era demasiado tarde 2.
De bautismos y entierros
En
1492, las cosas comenzaban a tener el nombre que les daban los
apropiadores. A nuestro continente lo llamarían “las Indias”, y luego
América en honor a Vespucio. Aquel 1492 no fue un año cualquiera para
España: señalaba el fin de la reconquista con la toma de Granada, tras
casi ocho siglos de lucha contra los moros; la “unificación religiosa” a
la fuerza, con expulsión de los judíos, y la llegada al papado del
español Rodrigo Borja, que pasará a la historia como Alejandro VI
Borgia. Es por supuesto el año que clava como una daga en el almanaque
la fecha de la llegada de los españoles a un continente que había sido
descubierto unos 20.000 años antes por sus primeros pobladores. Pero
durante siglos el “descubrimiento de América” remitió invariablemente a
la llegada de Colón a estas tierras, y la repetición de tal denominación
en miles de libros y manuales de todo tipo terminaría por naturalizar
lo que en realidad significó literalmente el entierro de las culturas de
los pueblos originarios. Como para muestra basta un botón (aunque
podría ofrecerles a mis lectoras y lectores una botonería completa),
vayan estas palabras de Diego de Landa, obispo de Yucatán, al descubrir
los alucinantes códices mayas: “Hallámosles gran número de libros de
estas sus letras, y porque no tenían cosa en que no hubiese superstición
y falsedades del demonio, se los quemamos todos, lo cual sentían a
maravilla y les daba pena” 3.
En
un acto que recordaba lo que venía haciendo en Europa la Inquisición 4,
el 12 de julio de 1562 el enviado del rey y, según él, de Dios, sin
ninguna pena quemó toneladas de escritos y códices que registraban la
historia de aquella notable civilización, una de las pocas que utilizaba
la escritura en América. Landa no se quedó en la quema; se puso
rápidamente a escribir su propia versión de la historia del pueblo maya,
encubriendo y cubriendo todo lo que creyó necesario y útil a su sagrada
misión. En ese acto se estaba convirtiendo en el referente obligado
para cualquier investigación sobre esa notable civilización hasta
nuestros días.
Se
sigue hablando de “Nuevo Mundo”, aunque sólo fue nuevo en el sentido en
que lo describe Germán Arciniegas: “Todo, hasta el paisaje ha cambiado,
los indios han conocido los caballos, hierro, pólvora, frailes, el
idioma español, el nombre de Jesucristo, vidrio, cascabeles, horcas,
carabelas, cerdos, gallinas, asnos, mulas, azúcar, vino, trigo, negros
de África, gentes con barbas, zapatos, papel, letras. Los caciques se
acabaron colgados en las horcas. Nació una ciudad de piedra. La isla es
para los indios un nuevo mundo. Más nuevo para ellos que para los
españoles” 5.
El
discurso se fue modernizando y se adoptaron otros modos más sutiles de
escamotear la realidad. Así, se habla de “expansión europea” (como si
fuese un fenómeno tan natural como la expansión del universo),
“encuentro de culturas” (dando la idea de un simposio entre conquistados
y conquistadores) o, a lo sumo, “choque de culturas” (asimilando algo
tan complejo a un accidente automovilístico). Lo cierto es que ninguno
de esos eufemismos logra tapar uno de los mayores genocidios y
etnocidios de la historia universal, sólo comparable al que, por esos
mismos tiempos, comenzaban a aplicar en África aquellos nacientes
Estados europeos que en el período que va desde fines del siglo XV y los
finales del XVIII concretarían la consolidación del capitalismo, algo
que hubiera sido imposible sin la explotación intensiva y salvaje de las
colonias de América, África y Asia.
Referencias:
1
Nacido en Florencia en 1454, Vespucio se dedicó al comercio como
dependiente de la familia Medici. Hacia 1492 se encontraba en Florencia
como agente comercial y en estrecho contacto con marinos de la época.
Navegó al servicio de los reinos de Castilla y de Portugal las costas de
los actuales Brasil, Venezuela y Argentina. En 1508 integró la Junta de
Burgos y fue nombrado piloto mayor del reino de Castilla. Murió en
Sevilla en 1512.
2
A la familia de Colón no le iría tan mal. Su hijo mayor, Diego, recibió
una pensión de 50.000 maravedíes y se casó con María Rojas de Toledo,
sobrina del duque de Alba, ingresando de esta forma los Colón a la
nobleza y consolidando su fortuna.
3 Diego de Landa, Relación de las cosas de Yucatán, Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, México, 2003.
4
El Tribunal del Santo Oficio, más conocido como la Inquisición, se
instalará en América por una Real Cédula emitida por Felipe II el 25 de
enero de 1569, a través de la cual se creaban los tribunales de México y
Lima que tenían jurisdicción sobre sus territorios y el resto de
América. El tribunal, si bien procuraba la evangelización de los indios,
no tenía jurisdicción sobre ellos. Su principal objetivo era perseguir
en los territorios conquistados a los conversos, llamados “cristianos
nuevos”, que eran sospechosos de judaizantes, y a los protestantes. No
se sabe si por castigo divino, pero el primer inquisidor nombrado para
la sede de Lima, Andrés Bustamente, no llegó a asumir tan “digno oficio”
porque murió en el viaje.
5
Germán Arciniegas, citado por Benito R. Narvaja y Luisa V. Pinotti,
Violencia, población e identidad en la colonización de América
hispánica, Eudeba, Buenos Aires, 1996.
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