Alberto Chirif
De acuerdo a las
políticas vigentes, los indígenas “potenciales usuarios” de los
programas sociales del Estado deben contar con una clasificación
socioeconómica como pobres o pobres extremos en el Sistema de
Focalización de Hogares (SISFOH) del Ministerio de Desarrollo e
Inclusión Social, no obstante que el Ministerio de Cultura, piadosamente
y para evitar engorrosos trámites, ha aprobado una resolución mediante
la cual declara que todos los indígenas son pobres. La clasificación es
realizada en Lima, sobre la base de información recabada por los
gobiernos locales. Además de la complejidad del procedimiento y su poca
adecuación a la realidad local a la hora de aplicar el requisito de la
clasificación, el SISFOH obliga a las familias indígenas a entrar en el
discurso de la pobreza. Se pierde de vista la situación de
vulnerabilidad en la cual se encuentran los pueblos indígenas, como
consecuencia de siglos de dominación, abuso y abandono por parte del
Estado que solo se acuerda de ellos cuando quiere usarlos como
propaganda o intenta hacerse de sus territorios para ponerlos al
servicio de empresas mineras o agroindustriales. No se entiende por qué
los jóvenes indígenas no puedan acceder a un programa como Beca 18
simplemente por el hecho de pertenecer a un pueblo indígena, sin tener
que demostrar que son pobres o pobres extremos. Sería un gesto del
Estado de reconocimiento de la deuda histórica con los pueblos
indígenas. El requisito del SISFOH se ha convertido en uno de los
obstáculos principales para jóvenes indígenas que quieren realizar su
sueño de estudios superiores.
Qué hay detrás del
discurso de la pobreza y cómo los propios indígenas conciben la pobreza,
es el objetivo de las siguientes reflexiones.
*****
Durante un taller sobre
derechos colectivos con comunidades de los pueblos Bora, Huitoto,
Ocaina y Yagua, realizado en la cuenca del Ampiyacu (bajo Amazonas)
durante la primera mitad del año 2010, pregunté a los participantes qué
significaba ser pobre desde la perspectiva de los pueblos a los que
pertenecían y cuáles eran las características de una persona pobre.
Revisé luego sus
respuestas y comparé con las definiciones de pobre y pobreza dadas en el
diccionario de la RAE. Si bien es cierto que en ambos casos –indígenas y
RAE- sus definiciones inciden en la cuestión de escasez, es interesante
señalar en qué consisten las carencias para cada una de las partes
consultadas.
La primera acepción
dada por la RAE de pobreza es “cualidad de pobre” que, a su vez, es
definido como “Necesitado, que no tiene lo necesario para vivir”. Da
otras acepciones de pobreza: falta, escasez; dejación voluntaria de lo
que se posee (vinculándola al voto de los religiosos, que a estas
alturas de la historia es más declarativo que real); escaso haber; y
falta de magnanimidad, de gallardía, de nobleza de ánimo. Por su parte,
respecto a pobre, la RAE señala, además del significado ya consignado
líneas antes, las siguientes acepciones: escaso, insuficiente; humilde,
de poco valor o entidad; infeliz, desdichado y triste; pacífico, quieto y
de buen genio e intención; corto de ánimo y de espíritu; y define como
mendigo a aquella persona que habitualmente pide limosna.
Aunque no aparezca
explícitamente en la definición, la escasez o falta de dinero como
atributos del pobre y de la cualidad de pobreza, está implícita en
algunas de las acepciones citadas que mencionan, respecto a la pobreza,
el escaso haber; y al pobre, su condición de necesitado, de no tener lo
necesario para vivir y, sobre todo, en la última: mendigo.
De todas maneras debo
señalar que las definiciones dadas por la Real Academia Española son,
como corresponde a dicha entidad, enunciados cultos, lógicamente
académicos, que no necesariamente corresponden a las realizadas por
otras instituciones. El Banco Mundial, por ejemplo, va de frente al
grano: “es el porcentaje de la población que vive con menos de US$1.08
diario, precios internacionales del 1993 ”.
Un documento de Clacso
señala que el Banco Mundial ha elaborado varias definiciones de líneas
de pobreza, destacándose en ellas “el interés por establecer una “línea
universal de pobreza [la cual] es necesaria para permitir agregaciones y
comparaciones entre países”. La pobreza es definida entonces como “la
incapacidad para alcanzar un nivel de vida mínimo (Banco Mundial, 1990:
26-27)”. Dicho nivel ha sido establecido por el BM basándose en el
consumo y consta de dos elementos. Por un lado, “el gasto necesario para
acceder a un estándar mínimo de nutrición y otras necesidades muy
básicas”; y, por otro, “una cantidad que varía de un país a otro y que
refleja el costo que tiene la participación en la vida diaria de las
sociedades (Banco Mundial, 1990: 26)”.
Se afirma que el
primero de estos dos elementos es “relativamente sencillo” porque puede
ser calculado “observando los precios de los alimentos que constituyen
las dietas de los pobres”. Sin embargo, el segundo elemento es “mucho
más subjetivo; en algunos países, la instalación de cañerías en las
viviendas del hogar es un lujo, pero en otros es una ‘necesidad’ (Banco
Mundial, 1990: 26-27)”.
Es esta última
definición, no académica sino pragmática y política, la que sirve de
base en nuestra sociedad urbana, tanto en el ámbito del discurso
político como del cotidiano, la del hombre de la calle, para definir qué
es pobreza y quiénes deben ser considerados pobres: los que no tienen
dinero para comprar alimentos y otros bienes en el mercado, ni tampoco
servicios de agua y desagüe, electricidad, teléfono y otros. Los que no
tienen capacidad de gasto. El BM ha logrado así su meta de establecer
una “línea universal de pobreza necesaria para permitir agregaciones y
comparaciones entre países”.
Queda claro en esta
definición que la pobreza es medida en función del “gasto” y del
“costo”, es decir, de criterios impuestos por el mercado. No interesa
para esta definición que una sociedad pueda satisfacer su consumo sin
pasar por los mecanismos del mercado, sin importar cuán alto pueda ser
el grado de dicha satisfacción.
El Fondo Monetario
Internacional aporta definiciones similares, como no podía ser de otra
amanera tratándose de instituciones que trabajan juntas. Una búsqueda de
definiciones del FMI me lleva a una fuente llamada pobrezamundial.com que
aporta las siguientes novedades acerca de la pobreza. Dice: “Los países
pobres son aquellos que se encuentran todavía en vías de desarrollo ya
que no cumplen con las características económicas estipuladas y su PNB
está por debajo de la media. Además cabe destacar, que según Naciones
Unidas 97 de cada 100 personas que nacen en el mundo lo hacen en países
que todavía no se han desarrollado” . No dice con claridad que el 97% de
las personas de esos países son pobres pero no deja duda respecto a que
en ellos se concentra el mayor porcentaje mundial de pobres.
Para aminorar la
pobreza en el mundo, organismos internacionales como los mencionados han
impuesto una serie de políticas llamadas de “ajuste estructural” que
promueven el recorte del gasto público, básicamente en servicios que
deberían beneficiar a la mayoría de la población, y la liberalización de
las “trabas” para atraer capitales, en especial, recortes tributarios a
las empresas y reducción de los estándares laborales y ambientales.
¿Cómo una política así puede beneficiar a la población mayoritaria de un
país? La respuesta es mediante el “chorreo”. Es decir, la
liberalización de la economía (menos exigencias ambientales y laborales,
y mayor ahorro del gasto estatal) debe producir excedentes tan grandes
que, desbordados del vaso de la riqueza, chorreen hacia la sociedad. Así
los ciudadanos podrán recoger las sobras que las grandes riquezas
demarren de sus arcas llenas. Una versión más realista del chorreo la da
la Biblia, cuando indica que a los pobres se les negaban las migajas
que caían de la mesa de un rico, que solo servían como alimento de sus
perros.
Estas políticas
incluyen medidas específicas para los pobres que pueden ser “proyectos
de desarrollo” y también programas sociales. La época de los proyectos
de desarrollo parece haber pasado. En el Perú fueron, por ejemplo, las
colonizaciones dirigidas en la Amazonía que implicaron un fuerte
endeudamiento público para construir carreteras y parcelar tierras con
la finalidad de entregarlas a colonos. Sus resultados más notables han
sido la devastación ambiental y el incremento explosivo del cultivo de
coca con fines ilícitos. Y la violencia. Hoy más bien se opta por los
grandes proyectos (minería metálica e hidrocarburos, explotación
forestal y agroindustria) y se espera que estos chorreen sus beneficios a
la población.
Lo que ha continuado,
en cambio, son los programas sociales, los cuales, sin embargo, fueron
lanzados como medidas transitorias que permitiera paliar la dureza de
las medidas de “ajuste estructural”. Más aun, en el caso de uno de
ellos, el de apoyo alimentario, pasó de ser una medida coyuntural para
ayuda a damnificados en casos de desastres (sismos, inundaciones), a
política de gobierno. Lo único que cambió en estos casos fue el nombre:
ONAA (Oficina Nacional de Apoyo Alimentario), PRONAA (Programa Nacional
de Apoyo Alimentario) y, actualmente, Qali Warma, que en este caso está
circunscrito a la alimentación de escolar.
En este proceso de
políticas de desarrollo, de medidas de “ajuste estructural” y programas
que buscan paliar la dureza de estas, los pueblos indígenas se han sido
empobrecidos de dos maneras. La primera, mediante la expropiación de sus
territorios que han quedado reducidos a extensiones en las cuales no es
posible que desarrollen sus estrategias productivas. No en todos los
casos esta reducción ha sido tan dramática como en las antiguas zonas de
colonización (Perené, Satipo, Villa Rica, Alto Urubamba y otras). Sin
embargo, en varias zonas donde los territorios indígenas son más
extensos, como el caso de las cuencas del Pastaza, Corrientes, Tigre y
Marañón, la contaminación de los suelos y de las aguas y la subsiguiente
afectación de la salud de sus habitantes como consecuencia de 45 años
de explotación petrolera realizada de manera irresponsable, ha tenido
efectos catastróficos sobre el bienestar de la población. Por último, la
escuela y, en general, lo que podría calificar como “propaganda
civilizadora” ha llevado a que los pueblos indígenas pierdan valiosos
conocimientos para el manejo de su hábitat y adopten modelos de
asentamiento altamente concentrados que han tenido efectos negativos en
su gestión territorial y en la conducción de sus relaciones sociales.
La otra manera de
empobrecerse, tan dañina como la primera, ha sido mediante la adopción
del discurso de la pobreza impuesto por el Estado. A fuerza de escuchar
que es pobre, gran parte de la población indígena se ha convencido de
que realmente lo es. La actitud de estirar la mano para recibir las
dádivas del Estado benefactor ha ido acompañada del desprestigio de sus
propios conocimientos, de sus instituciones sociales, de sus estrategias
de gestión del hábitat y de su dignidad como seres humanos.
Debo recordar que el
Ministerio de Cultura ha establecido hace unos años la equivalencia
indígena=pobre extremo como medida para evitar el engorroso trámite de
clasificación para definir quiénes serán los beneficiarios de los
diversos programas sociales. En teoría, por resolución ministerial todos
los indígenas son pobres extremos. El MIDIS, como ya señalé, no le ha
hecho caso y sigue imponiendo el SISFOH. El Estado ha asumido además las
recetas de los organismos internacionales para superar la pobreza que
apuntan a la adopción de nuevas cultivos y, sobre todo, a la parcelación
de los territorios comunales con la finalidad que sus miembros acumulen
capital que eventualmente les sirva para invertir en actividades
productivas. Ejemplos de parcelación los hay (Alto Mayo, Perené y
Satipo) y en todos los casos la pobreza fomentada por este sistema no se
ha detenido sino que se ha agravado. Los contratos les han aportado
ingresos miserables a los comuneros e implican una pérdida concreta de
su dominio territorial.
¿Cómo definen pobre y pobreza los pueblos indígenas?
En el taller al que
aludo al inicio de estas líneas, personas de cuatro pueblos indígenas
(Bora, Yagua, Huitoto y Ocaina) indicaron cómo definen estos conceptos.
El grupo de los boras dijo que ellos consideran pobre a una “persona no
actualizada y sin cultura ni futuro”, “a una persona sin casa, sin
chacra, sin familia y sin trabajo”.
Para el grupo de los
yaguas, un pobre es aquel que “no tiene nada” y lo que lo caracteriza es
“no tener conocimientos en educación y ser abandonado” y “no tener
recursos económicos”.
En el caso el grupo
huitoto, pobre es también el “que no tiene nada”, y caracterizan como
pobre a una persona “que no tiene extremidades” (mano, cojo), “que vive
en la calle”, que es “falta de conocimientos”, que es “ciega” y que está
“sin empleo”.
Por último, el grupo
integrado por ocainas señaló que se “considera pobre a la persona no
actualizada, sin cultura, sin educación” y que sus características son
el ser una “persona abandonada”, “sin relaciones ante la sociedad”, “que
no son atendidas para cubrir sus necesidades”, “que no tiene apoyo ni
los medios necesarios para sobresalir adelante al futuro” y “que no
tiene deseo de superarse”.
A partir de estos
rasgos de la pobreza puedo destacar la importancia que le dan los
integrantes de los cuatro grupos al conocimiento, a la cultura y a la
educción. Para ellos, pobre es principalmente una persona que carece de
estos atributos. En segundo lugar, le dan un peso a la familia y a las
relaciones sociales como rasgo de pobreza, al hecho de estar una persona
abandonada y viviendo en la calle. La familia está implicada en la
respuesta del grupo ocaina que señaló que pobre “es la persona que no
tiene apoyo ni los medios necesarios para sobresalir adelante al
futuro”. En el mundo andino existe una concepción similar de pobreza.
“Riqueza y pobreza no dependían de las posibilidades de acumulación de
bienes, sino fundamentalmente del acceso de mano de obra producida por
el sistema de relaciones de parentesco”. Añade esa fuente que “…alguien
era pobre si era huérfano, sin familiares y lazos que le permitieran
acceder a relaciones de reciprocidad. Según [Franklin] Pease, la pobreza
podría ser comparada con un ostracismo social ”.
El grupo de los
huitotos dio importancia en la definición de pobre a la condición de
discapacidad de una persona, sea porque es ciega o porque “le faltan
extremidades”, lo que indica que está en situación de desventaja para
trabajar y producir sus alimentos.
Para el grupo bora, un
rasgo que identifica al pobre es no tener chacra ni trabajo; los
huitotos mencionaron la falta de empleo. Finalmente, tanto estos como el
grupo de los yaguas son categóricos y dicen que ser pobre “es no tener
nada”.
El dinero
específicamente no fue mencionado por ninguno de los cuatro grupos,
aunque podría estar implícito en la respuesta de los yaguas que dijeron
que ser pobre “es no tener recursos económicos”. De todas maneras queda
claro de que la falta de dinero, de la cual por supuesto todas las
personas que intervinieron en el taller son conscientes (muchas familias
hacen esfuerzos por enviar a sus hijos a Iquitos para seguir estudios
universitarios), no es el rasgo que según ellos define la condición de
pobreza.
Para finalizar, puedo
decir que en las comunidades no existe un sector social calificado como
pobre, un grupo que represente un porcentaje determinado de la
población, como ocurre en la sociedad urbana e industrializada. Salvo
que hayan experimentado procesos de deterioro terribles a consecuencias
de las “políticas de desarrollo”, en ninguna comunidad se verá nunca a
nadie durmiendo a la intemperie por falta de casa o se escuchará de
alguien que reclame no tener chacra o conocimientos para sembrar,
pescar, cazar y aprovechar otros recursos del monte para su
alimentación, la construcción de su casa o la fabricación de utensilios
útiles para su vida.
Es concepto de pobreza
ha sido instrumentalizado para generar dependencia en la población
indígena y fomentar el paternalismo de autoridades que se erigen como
figuras caritativas repartiendo dones con dinero público, como
estrategia de domesticar la rebeldía y consolidarse en el poder. No
obstante las políticas impuestas por diferentes gobiernos han generado
condiciones reales de pobreza por razones que he expuesto en este texto
y, además, por la internalización perniciosa del discurso de la pobreza
en la población indígena. Ambas cuestiones deberán ser tomadas en cuenta
en cualquier proceso liberador que busque construir condiciones de vida
digna para ella.
http://www.leerydifundir.com/2016/11/la-pobreza-creacion-politica/
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