martes, 22 de noviembre de 2016

La pobreza como creación política

 
 
 
Alberto Chirif

De acuerdo a las políticas vigentes, los indígenas “potenciales usuarios” de los programas sociales del Estado deben contar con una clasificación socioeconómica como pobres o pobres extremos en el Sistema de Focalización de Hogares (SISFOH) del Ministerio de Desarrollo e Inclusión Social, no obstante que el Ministerio de Cultura, piadosamente y para evitar engorrosos trámites, ha aprobado una resolución mediante la cual declara que todos los indígenas son pobres. La clasificación es realizada en Lima, sobre la base de información recabada por los gobiernos locales. Además de la complejidad del procedimiento y su poca adecuación a la realidad local a la hora de aplicar el requisito de la clasificación, el SISFOH obliga a las familias indígenas a entrar en el discurso de la pobreza. Se pierde de vista la situación de vulnerabilidad en la cual se encuentran los pueblos indígenas, como consecuencia de siglos de dominación, abuso y abandono por parte del Estado que solo se acuerda de ellos cuando quiere usarlos como propaganda o intenta hacerse de sus territorios para ponerlos al servicio de empresas mineras o agroindustriales. No se entiende por qué los jóvenes indígenas no puedan acceder a un programa como Beca 18 simplemente por el hecho de pertenecer a un pueblo indígena, sin tener que demostrar que son pobres o pobres extremos. Sería un gesto del Estado de reconocimiento de la deuda histórica con los pueblos indígenas. El requisito del SISFOH se ha convertido en uno de los obstáculos principales para jóvenes indígenas que quieren realizar su sueño de estudios superiores.

Qué hay detrás del discurso de la pobreza y cómo los propios indígenas conciben la pobreza, es el objetivo de las siguientes reflexiones.

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Durante un taller sobre derechos colectivos con comunidades de los pueblos Bora, Huitoto, Ocaina y Yagua, realizado en la cuenca del Ampiyacu (bajo Amazonas) durante la primera mitad del año 2010, pregunté a los participantes qué significaba ser pobre desde la perspectiva de los pueblos a los que pertenecían y cuáles eran las características de una persona pobre.  

Revisé luego sus respuestas y comparé con las definiciones de pobre y pobreza dadas en el diccionario de la RAE. Si bien es cierto que en ambos casos –indígenas y RAE- sus definiciones inciden en la cuestión de escasez, es interesante señalar en qué consisten las carencias para cada una de las partes consultadas.

La primera acepción dada por la RAE de pobreza es “cualidad de pobre” que, a su vez, es definido como “Necesitado, que no tiene lo necesario para vivir”. Da otras acepciones de pobreza: falta, escasez; dejación voluntaria de lo que se posee (vinculándola al voto de los religiosos, que a estas alturas de la historia es más declarativo que real); escaso haber; y falta de magnanimidad, de gallardía, de nobleza de ánimo. Por su parte, respecto a pobre, la RAE señala, además del significado ya consignado líneas antes, las siguientes acepciones: escaso, insuficiente; humilde, de poco valor o entidad; infeliz, desdichado y triste; pacífico, quieto y de buen genio e intención; corto de ánimo y de espíritu; y define como mendigo a aquella persona que habitualmente pide limosna. 

Aunque no aparezca explícitamente en la definición, la escasez o falta de dinero como atributos del pobre y de la cualidad de pobreza, está implícita en algunas de las acepciones citadas que mencionan, respecto a la pobreza, el escaso haber; y al pobre, su condición de necesitado, de no tener lo necesario para vivir y, sobre todo, en la última: mendigo.

De todas maneras debo señalar que las definiciones dadas por la Real Academia Española son, como corresponde a dicha entidad, enunciados cultos, lógicamente académicos, que no necesariamente corresponden a las realizadas por otras instituciones. El Banco Mundial, por ejemplo, va de frente al grano: “es el porcentaje de la población que vive con menos de US$1.08 diario, precios internacionales del 1993 ”. 
   
Un documento de Clacso  señala que el Banco Mundial ha elaborado varias definiciones de líneas de pobreza, destacándose en ellas “el interés por establecer una “línea universal de pobreza [la cual] es necesaria para permitir agregaciones y comparaciones entre países”. La pobreza es definida entonces como “la incapacidad para alcanzar un nivel de vida mínimo (Banco Mundial, 1990: 26-27)”. Dicho nivel ha sido establecido por el BM basándose en el consumo y consta de dos elementos. Por un lado, “el gasto necesario para acceder a un estándar mínimo de nutrición y otras necesidades muy básicas”; y, por otro, “una cantidad que varía de un país a otro y que refleja el costo que tiene la participación en la vida diaria de las sociedades (Banco Mundial, 1990: 26)”.

Se afirma que el primero de estos dos elementos es “relativamente sencillo” porque puede ser calculado “observando los precios de los alimentos que constituyen las dietas de los pobres”. Sin embargo, el segundo elemento es “mucho más subjetivo; en algunos países, la instalación de cañerías en las viviendas del hogar es un lujo, pero en otros es una ‘necesidad’ (Banco Mundial, 1990: 26-27)”.

Es esta última definición, no académica sino pragmática y política, la que sirve de base en nuestra sociedad urbana, tanto en el ámbito del discurso político como del cotidiano, la del hombre de la calle, para definir qué es pobreza y quiénes deben ser considerados pobres: los que no tienen dinero para comprar alimentos y otros bienes en el mercado, ni tampoco servicios de agua y desagüe, electricidad, teléfono y otros. Los que no tienen capacidad de gasto. El BM ha logrado así su meta de establecer una “línea universal de pobreza necesaria para permitir agregaciones y comparaciones entre países”.

Queda claro en esta definición que la pobreza es medida en función del “gasto” y del “costo”, es decir, de criterios impuestos por el mercado. No interesa para esta definición que una sociedad pueda satisfacer su consumo sin pasar por los mecanismos del mercado, sin importar cuán alto pueda ser el grado de dicha satisfacción.   

El Fondo Monetario Internacional aporta definiciones similares, como no podía ser de otra amanera tratándose de instituciones que trabajan juntas. Una búsqueda de definiciones del FMI me lleva a una fuente llamada pobrezamundial.com que aporta las siguientes novedades acerca de la pobreza. Dice: “Los países pobres son aquellos que se encuentran todavía en vías de desarrollo ya que no cumplen con las características económicas estipuladas y su PNB está por debajo de la media. Además cabe destacar, que según Naciones Unidas 97 de cada 100 personas que nacen en el mundo lo hacen en países que todavía no se han desarrollado” . No dice con claridad que el 97% de las personas de esos países son pobres pero no deja duda respecto a que en ellos se concentra el mayor porcentaje mundial de pobres.

Para aminorar la pobreza en el mundo, organismos internacionales como los mencionados han impuesto una serie de políticas llamadas de “ajuste estructural” que promueven el recorte del gasto público, básicamente en servicios que deberían beneficiar a la mayoría de la población, y la liberalización de las “trabas” para atraer capitales, en especial, recortes tributarios a las empresas y reducción de los estándares laborales y ambientales. ¿Cómo una política así puede beneficiar a la población mayoritaria de un país? La respuesta es mediante el “chorreo”. Es decir, la liberalización de la economía (menos exigencias ambientales y laborales, y mayor ahorro del gasto estatal) debe producir excedentes tan grandes que, desbordados del vaso de la riqueza, chorreen hacia la sociedad. Así los ciudadanos podrán recoger las sobras que las grandes riquezas demarren de sus arcas llenas. Una versión más realista del chorreo la da la Biblia, cuando indica que a los pobres se les negaban las migajas que caían de la mesa de un rico, que solo servían como alimento de sus perros.    

Estas políticas incluyen medidas específicas para los pobres que pueden ser “proyectos de desarrollo” y también programas sociales. La época de los proyectos de desarrollo parece haber pasado. En el Perú fueron, por ejemplo, las colonizaciones dirigidas en la Amazonía que implicaron un fuerte endeudamiento público para construir carreteras y parcelar tierras con la finalidad de entregarlas a colonos. Sus resultados más notables han sido la devastación ambiental y el incremento explosivo del cultivo de coca con fines ilícitos. Y la violencia. Hoy más bien se opta por los grandes proyectos (minería metálica e hidrocarburos, explotación forestal y agroindustria) y se espera que estos chorreen sus beneficios a la población.

Lo que ha continuado, en cambio, son los programas sociales, los cuales, sin embargo, fueron lanzados como medidas transitorias que permitiera paliar la dureza de las medidas de “ajuste estructural”. Más aun, en el caso de uno de ellos, el de apoyo alimentario, pasó de ser una medida coyuntural para ayuda a damnificados en casos de desastres (sismos, inundaciones), a política de gobierno. Lo único que cambió en estos casos fue el nombre: ONAA (Oficina Nacional de Apoyo Alimentario), PRONAA (Programa Nacional de Apoyo Alimentario) y, actualmente, Qali Warma, que en este caso está circunscrito a la alimentación de escolar.

En este proceso de políticas de desarrollo, de medidas de “ajuste estructural” y programas que buscan paliar la dureza de estas, los pueblos indígenas se han sido empobrecidos de dos maneras. La primera, mediante la expropiación de sus territorios que han quedado reducidos a extensiones en las cuales no es posible que desarrollen sus estrategias productivas. No en todos los casos esta reducción ha sido tan dramática como en las antiguas zonas de colonización (Perené, Satipo, Villa Rica, Alto Urubamba y otras). Sin embargo, en varias zonas donde los territorios indígenas son más extensos, como el caso de las cuencas del Pastaza, Corrientes, Tigre y Marañón, la contaminación de los suelos y de las aguas y la subsiguiente afectación de la salud de sus habitantes como consecuencia de 45 años de explotación petrolera realizada de manera irresponsable, ha tenido efectos catastróficos sobre el bienestar de la población. Por último, la escuela y, en general, lo que podría calificar como “propaganda civilizadora” ha llevado a que los pueblos indígenas pierdan valiosos conocimientos para el manejo de su hábitat y adopten modelos de asentamiento altamente concentrados que han tenido efectos negativos en su gestión territorial y en la conducción de sus relaciones sociales.  

La otra manera de empobrecerse, tan dañina como la primera, ha sido mediante la adopción del discurso de la pobreza impuesto por el Estado. A fuerza de escuchar que es pobre, gran parte de la población indígena se ha convencido de que realmente lo es. La actitud de estirar la mano para recibir las dádivas del Estado benefactor ha ido acompañada del desprestigio de sus propios conocimientos, de sus instituciones sociales, de sus estrategias de gestión del hábitat y de su dignidad como seres humanos. 

Debo recordar que el Ministerio de Cultura ha establecido hace unos años la equivalencia indígena=pobre extremo como medida para evitar el engorroso trámite de clasificación para definir quiénes serán los beneficiarios de los diversos programas sociales. En teoría, por resolución ministerial todos los indígenas son pobres extremos. El MIDIS, como ya señalé, no le ha hecho caso y sigue imponiendo el SISFOH. El Estado ha asumido además las recetas de los organismos internacionales para superar la pobreza que apuntan a la adopción de nuevas cultivos y, sobre todo, a la parcelación de los territorios comunales con la finalidad que sus miembros acumulen capital que eventualmente les sirva para invertir en actividades productivas. Ejemplos de parcelación los hay (Alto Mayo, Perené y Satipo) y en todos los casos la pobreza fomentada por este sistema no se ha detenido sino que se ha agravado. Los contratos les han aportado ingresos miserables a los comuneros e implican una pérdida concreta de su dominio territorial.      
      
¿Cómo definen pobre y pobreza los pueblos indígenas?

En el taller al que aludo al inicio de estas líneas, personas de cuatro pueblos indígenas (Bora, Yagua, Huitoto y Ocaina) indicaron cómo definen estos conceptos. El grupo de los boras dijo que ellos consideran pobre a una “persona no actualizada y sin cultura ni futuro”, “a una persona sin casa, sin chacra, sin familia y sin trabajo”.

Para el grupo de los yaguas, un pobre es aquel que “no tiene nada” y lo que lo caracteriza es “no tener conocimientos en educación y ser abandonado” y “no tener recursos económicos”.

En el caso el grupo huitoto, pobre es también el “que no tiene nada”, y caracterizan como pobre a una persona “que no tiene extremidades” (mano, cojo), “que vive en la calle”, que es “falta de conocimientos”, que es “ciega” y que está “sin empleo”.

Por último, el grupo integrado por ocainas señaló que  se “considera pobre a la persona no actualizada, sin cultura, sin educación” y que sus características son el ser una “persona abandonada”, “sin relaciones ante la sociedad”, “que no son atendidas para cubrir sus necesidades”, “que no tiene apoyo ni los medios necesarios para sobresalir adelante al futuro” y “que no tiene deseo de superarse”.

A partir de estos rasgos de la pobreza puedo destacar la importancia que le dan los integrantes de los cuatro grupos al conocimiento, a la cultura y a la educción. Para ellos, pobre es principalmente una persona que carece de estos atributos. En segundo lugar, le dan un peso a la familia y a las relaciones sociales como rasgo de pobreza, al hecho de estar una persona abandonada y viviendo en la calle. La familia está implicada en la respuesta del grupo ocaina que señaló que pobre “es la persona que no tiene apoyo ni los medios necesarios para sobresalir adelante al futuro”. En el mundo andino existe una concepción similar de pobreza. “Riqueza y pobreza no dependían de las posibilidades de acumulación de bienes, sino fundamentalmente del acceso de mano de obra producida por el sistema de relaciones de parentesco”. Añade esa fuente que “…alguien era pobre si era huérfano, sin familiares y lazos que le permitieran acceder a relaciones de reciprocidad. Según [Franklin] Pease, la pobreza podría ser comparada con un ostracismo social ”.

El grupo de los huitotos dio importancia en la definición de pobre a la condición de discapacidad de una persona, sea porque es ciega o porque “le faltan extremidades”, lo que indica que está en situación de desventaja para trabajar y producir sus alimentos. 

Para el grupo bora, un rasgo que identifica al pobre es no tener chacra ni trabajo; los huitotos mencionaron la falta de empleo. Finalmente, tanto estos como el grupo de los yaguas son categóricos y dicen que ser pobre “es no tener nada”. 
 
El dinero específicamente no fue mencionado por ninguno de los cuatro grupos, aunque podría estar implícito en la respuesta de los yaguas que dijeron que ser pobre “es no tener recursos económicos”. De todas maneras queda claro de que la falta de dinero, de la cual por supuesto todas las personas que intervinieron en el taller son conscientes (muchas familias hacen esfuerzos por enviar a sus hijos a Iquitos para seguir estudios universitarios), no es el rasgo que según ellos define la condición de pobreza.

Para finalizar, puedo decir que en las comunidades no existe un sector social calificado como pobre, un grupo que represente un porcentaje determinado de la población, como ocurre en la sociedad urbana e industrializada. Salvo que hayan experimentado procesos de deterioro terribles a consecuencias de las “políticas de desarrollo”, en ninguna comunidad se verá nunca a nadie durmiendo a la intemperie por falta de casa o se escuchará de alguien que reclame no tener chacra o conocimientos para sembrar, pescar, cazar y aprovechar otros recursos del monte para su alimentación, la construcción de su casa o la fabricación de utensilios útiles para su vida.  

Es concepto de pobreza ha sido instrumentalizado para generar dependencia en la población indígena y fomentar el paternalismo de autoridades que se erigen como figuras caritativas repartiendo dones con dinero público, como estrategia de domesticar la rebeldía y consolidarse en el poder. No obstante las políticas impuestas por diferentes gobiernos han generado condiciones reales de pobreza por razones que he expuesto en este texto y, además, por la internalización perniciosa del discurso de la pobreza en la población indígena. Ambas cuestiones deberán ser tomadas en cuenta en cualquier proceso liberador que busque construir condiciones de vida digna para ella. 
 
http://www.leerydifundir.com/2016/11/la-pobreza-creacion-politica/

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