Por
Carlos M. Rodríguez C
A
veces resulta harto difícil buscar algún vocablo con el cual calificar a
alguien que de veras merezca ser “desnudado” en su esencia. Unas veces porque
no se consigue la palabra que realmente describa la bajeza tanto intelectual
como moral del que va a ser o los que van a ser aludidos. Otras veces porque
uno se pregunta si realmente vale la pena ya que se corre el riesgo de
descender a los bajos niveles del susodicho, o los susodichos según sea el caso,
o de quien o quienes se sientan descritos.
El
caso es que los bajos niveles en la argumentación, la pobreza del lenguaje, la
falta de cordura y de ilación de las ideas, y sobre todo el odio oculto que
destila en sus pobres panfletos -si es que su pueden calificar de panfletos-
nos desdibuja un ser carente de inteligencia, de cordura, de razonamiento
normal, una piltrafa que presume de ser “intelectual”, “profesor universitario”,
ser poseedor de “elevados títulos académicos y sobre todo de “revolucionario”.
De
las virtudes de las cuales presume es necesario hacer un consideraciones a fin
de develar su pobreza analítica y sobre todo su inconsistencia personal.
Considerarse
intelectual, usando como lenguaje las categorías propias del discurso dominante
es simplemente asumirse como un “intelectual reaccionario”. Ya bien Gramsci diferenciaba al “intelectual
revolucionario” del intelectual reaccionario”, y para lo cual categorizó al
“intelectual orgánico”. Gramsci afirma que los intelectuales tienen el papel de
reproductor de la conciencia dominante, siendo por lo tanto, reproductores de
las relaciones de producción y por ende, agentes del capitalismo. Pero afirma también que el proletariado, la
clase obrera, puede crear sus propios intelectuales, que sean capaz de romper
con las relaciones de producción a nivel de la conciencia, y para lo cual deben
“romper las ataduras con el pensamiento capitalista” a través del conocimiento
de su historia, de la ruptura con el pensamiento hegemónico, y de asumir una
actitud y una postura teórico-práctica que fortalezca la fuerza revolucionaria
de la clase obrera.
Los
profesores universitarios son en “esencia” intelectuales hegemónicos. Su
función es reproducir las relaciones de producción capitalista a través de la
formación de “trabajadores proletarizados”.
La universidades, al igual que las otras instituciones educativas del
estado, tienen como función “reproducir la mano de obra para el capitalismo, de
formar los “asalariados” que formarán el ejército industrial, tanto activo como
de reserva, del capitalismo, incluyendo los “intelectuales” que emergen de las
aulas de las universidades en todos sus niveles (pregrado, postgrado, doctorado
y posdoctorado)
Ser
revolucionarios es más difícil aun, más todavía, si partimos de una concepción
burguesa de lo que es la revolución. La
revolución implica una ruptura total con el orden establecido, que es precedida de una “demolición” de las
categorías del pensamiento burgués y la construcción o asunción de una forma de
pensamiento que rompa las ataduras con el orden establecido y las relaciones de
producción dominante.
El
ser revolucionario no se decreta, se
construye y se ejecuta con la práctica, con el pensamiento, con la moral, con
la ética y sobre todo, con una visión de totalidad y de autonegación a fin de
lograr el salto de lo cuantitativo a lo cualitativo, de la tesis a la
antítesis.
Los
“idola” que subsisten en el pensamiento de algunos columnistas autollamados
“críticos”, con los cuales “validan” sus
excretas, sus “bazofias intelectuales” constituyen justamente su negación como
revolucionarios.
Autodenominarse
revolucionario para exhibir un “comportamiento” bobalicón, con exacerbación a
sus cualidades de “intelectual”, de “profesor” constituye una negación de
principio, en consecuencia una falacia.
Justamente negando esas condiciones es que podemos asumir, en principio
una actitud “revolucionaria”.
Pero
es imposible pedir “peras al olmo”, y
en consecuencia solamente podemos taparnos la nariz e intentar entender cuáles
son las motivaciones que conllevan a estos “especímenes” a escribir, o mejor
dicho garabatear sus complejos, odios, rencores, anomalías, debilidades, patologías, neurosis,
incapacidades.
Al
fin y en cuenta sólo producirán “boñinga”, “excretas”, ya que superar sus
discapacidades, su analfabetismo político sería un milagro que no se dará ni
que le prendan velas a San Antonio ni le den vivas a Santa Ana.
Hacia
la victoria siempre. Venceremos.
carrodcas@gmail.com
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