Por Carlos M.
Rodríguez C.
Pareciera
que los que se llaman políticos, o los que tienen experiencia como líderes
políticos, comunicadores sociales, abogados, politólogos utilizan su prestigio
como arma para mantener la dominación a
los ciudadanos a través de figuras del lenguaje como lo es la falacia, el
sofisma, la mentira, en especial cuando se trata de justificar o defender
posiciones o hechos que rayan lo racional.
Desde que el Presidente Maduro
anunció que solicitaría a la Comisión de la Verdad indulgencia para los
opositores que incurrieron en “errores” el debate político se banalizó ya que,
a partir de ese momento, se abre un frente de discusiones que distraen el
interés por la solución de los reales problemas sociales que atraviesa la
sociedad venezolana, en especial aquellos relacionados con la economía,
inseguridad, salud, transporte, producción de alimentos, insumos y la
transformación revolucionaria tan anhelada por aquellos que aún mantienen sus
sueños de justicia, inclusión, seguridad social.
Resulta que ahora los “demonios” que
quemaron seres humanos, asesinaron, causaron heridas a ciudadanos trabajadores,
personal de seguridad ciudadana,
incendiaron viviendas, vehículos del estado, instituciones públicas,
escuelas, CDI, ambulatorios, sabotearon los servicios de luz eléctrica y agua,
talaron y quemaron árboles de las avenidas, asaltaron cuarteles, saquearon se han convertido, desde
el mismo momento que se ganaron las elecciones, en “angelitos”, “querubines”,
“serafines” figuras celestiales que incurrieron en pequeñas “tremenduras” sólo
por diversión, por distracción, por solaz y los cuales tienen “derechos
humanos” por lo tanto hay que defenderlos de la “dictadura bolivariana” en especial
en este momento que se convoca a un gobierno de reconciliación nacional.
Pero va
más allá la vaina, resulta que estos “inocentes combatientes por la patria” son
declarados presos “políticos”, es decir, presos de “conciencia” los cuales,
ateniéndonos a la libertad de pensamiento, y de acuerdo con los art, 333 y 350
de la C.R.B.V. tienen el derecho de disentir y
desobedecer a la autoridad y al gobierno si el mismo entra en
contradicción con los principios de justicia, libertad, legitimidad, derecho a réplica,
en consecuencia, son personas encuadradas dentro de los márgenes de libertad de
pensamiento y acción y el gobierno tiene que respetar sus decisiones, acciones,
hechos.
Y fieles
a su espíritu democrático, los “espíritus celestiales” en referencia salieron a
destruir, quemar, asaltar, asesinar, agredir a todo aquello que les oliera a
chavismo y en esa orgía “libertaria”, apoyados siempre por aquellos que hoy día
los defienden, destruyeron e incendiaron instalaciones públicas, asesinaron más
de 130 personas, hirieron a más de 1.000,
quemaron a más de 10 ciudadanos, incendiaron decenas de vehículos
oficiales, cientos de buses de transporte público, afectaron la economía
familiar, local, municipal.
Ahora,
personas de la calaña de Antonio Ledezma, el verdugo de ancianos cuando fue
gobernador de Caracas, de Ramos Allup, defensor de la masacre del 27 de febrero
de 1989, de la CEV, cómplice de los asesinatos de los guariberos y alcahueta de
la derecha asesina, de los militares golpistas, de exfuncionarios de gobiernos
tanto de la IV como la V República en los cuales ocuparon cargos de
responsabilidad y brillaron por su ineficacia y ejecutorias de dudosa
eficiencia, quienes hablan de privación de libertad, violación de los derechos
de los ciudadanos, de dictadura y piden la libertad de dichos malandros como
si nada hubieran hecho, no hubieran quebrado un plato, ni siquiera se hubieran
comido la luz roja de un semáforo, utilizando a los medios de información y a
comunicadores sociales que, a través de sendas argumentaciones mendaces,
intentan convencer al pueblo de la inocencia de los malhechores detenidos.
Pero,
la categoría de “presos políticos” incluye, por supuesto, a funcionarios
corruptos acusados o en averiguación unos y en etapa de juicio penal otros por
delitos tales como el desfalco a la nación, apropiación de bienes nacionales.
Igualmente que los militares y civiles golpistas del 2002, los terroristas del
2017, los prófugos, los instigadores a la guarimbas, los banqueros corruptos,
los empresarios acaparadores, los especuladores, es decir, todo aquel que haya
hecho apelado a los art.333 y 350 de la
Carta Magna.
Pero
además, tienen el descaro de afirmar que: “ha llegado el momento de que vayamos
hacia una liberación total de los presos políticos en Venezuela, una amnistía
general que dé a estos ciudadanos que tienen tiempo tras las rejas una libertad
plena, sin condiciones. Así como se liberó plenamente al ciudadano
norteamericano Joshua Holt, y ya se encuentra en su país, pues también los
presos políticos merecen un trato similar” ¿Qué tal?
Añadiendo
para rematar: “liberar presos y someterlos a otra forma de condena como medida
sustitutiva, presentación, prohibición de salida del país, entre otros, sería
un pequeñísimo avance pero no resolvería el problema fundamental que es mostrar
una señal creíble y verdadera de que hay plena disposición a que en Venezuela
nos reencontremos y superemos los niveles de concentración que tenemos en este
momento”. ¿O sea?
Imagínense,
si Ledezma se fugó teniendo casa por cárcel, igual lo hizo Lappi, Luisa Ortega.
Si emigró Mari Cori, huyó Néstor
González G., López Cisco, Rosales en su ocasión, Patricia Poleo, Carmona
Estanga, Guaicaipuro Lameda y desde sus
exilios dorados exhortan a la rebelión, a quemar al país, imaginémonos ahora libre de todo pecado, sin ataduras de
ningún tipo, amnistiados…
Pensemos
en Leopoldo libre de toda culpa. Imaginemos a Ramírez paseando libremente por
el este de Caracas, viviendo la vidorria con sus millones bien habidos ganados
con el sudor de su frente cuando era el súper magnate de PDVSA, hagámonos la
idea de David Smolansky, Ramón Muchacho,
Warner Jiménez, Gustavo Marcano, Omar Lares liberados y absueltos de sus
juicios por corrupción disfrutando de las playas barloventeñas.
Pero pensemos
también en aquellos que asesinaron, quemaron, agredieron a personas honestas,
trabajadoras, padres de familia paseando impunemente por las calles del país,
mostrando orgullosamente la injusticia
del acto de su amnistía. Imaginemos el sentimiento de los familiares de aquellos
camaradas que cayeron en las guarimbas del año 2014 y se topen con Leopoldo en
una de ellas. ¿Cuáles serán sus sentimientos? ¿Se sentirá traicionado por aquel
que prometió castigo para los que han
hecho delitos contra el pueblo? ¿Qué sentirán los familiares de aquellos que
resultaron muertos a manos de guarimberos en el año 2017 y que sean liberados
por solicitud presidencial?
La
amnistía a la que hacen referencia la
oposición, los saltimbanqui posmodernos de la izquierda “guabinosa”, a la cual le dio cabida Maduro con sus
coqueteos con la derecha, constituye una matriz de opinión que tiene doble
rasero: Por una parte que se asuma que los presos son inocentes tal como se ha
asumido con el caso de Joshua Holt y que el culpable es el gobierno de
Venezuela. Por la otra el reconocimiento que el gobierno la está haciendo mal y
por ende las personas presas tienen razón en protestar, asesinar, quemar…Por
eso están utilizando los medios de información y comunicadores sociales con aceptación
popular para difundir la idea y hacer que el gobierno acceda a sus peticiones.
Si
Maduro cae en la trampa que el mismo ¿inocentemente? tendió, se hará el
Harakiri político pues fortalecerá el argumento que en Venezuela hay una
dictadura, un mal gobierno, un gobierno represivo y la derecha profundizará sus
presiones hasta que se haga efectiva la
intervención altamente deseada por Trump y sus lacayos.
Pero
además, el pueblo venezolano está empezando a sentir decepción porque hasta
ahora “no ha visto el queso a la tostada” y los días pasan sin propuestas
concretas, acertadas, factibles sino que
ha habido retórica y más retórica y los problemas se agravan, el
desabastecimiento prosigue, la corrupción crece, los abusos se multiplican.
La
paciencia tiene un límite y la furia de los pueblos es incontenible cuando se
pierde la esperanza y la credibilidad en sus gobernantes. Ojalá el volcán
revolucionario no haga erupción en contra de su propio gobierno. Ojalá no.
Hasta
la victoria siempre. Venceremos
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