jueves, 21 de marzo de 2019

BRASIL, IMPERIO DELEGADO


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Fuente: Nuevo Curso. Diario de Emancipación.
Bolsonaro visita Washington y los medios del mundo no saben si hacer bromassobre el «Trump tropical» o tomárselo en serio o incluso con preocupación. Y es que bajo las meteduras de pata y los intercambios de camisetas se ha sellado un cambio histórico continental.
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Ni el anticomunismo primario de Bolsonaro en su cena con la derecha americana ni la retórica anti-China prestada de los lobbies trumpistas han sido lo relevante de este viaje. Ni siquiera el apoyo a la entrada de Brasil en la OCDEy el alineamiento con la política trumpista en la OMC son más que los primeros efectos. Sin embargo, ganar el estatuto de «aliado preferente extra-OTAN» es más que simbólico: confirman la perspectiva del eje Brasilia-Washington como disciplinador de las Américas con Brasil como potencia hegemónica franquiciada en América del Sur.
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Una eventual entrada de una manera u otra a la OTAN queda en nada comparado con el pacto nuclear global que Bolsonaro impulsó en este viaje. EEUU accedería a las reservas de uranio brasileñas invirtiendo en exploración, minas y enriquecimiento y transfiriendo tecnología. En un continente desnuclearizado, Brasil no necesita -de momento- el arma nuclear y Washington no ve ninguna razón para que la tenga. Pero el acceso a tecnología de enriquecimiento mostraría a las claras que nadie podría, en ningún caso, desarrollarla antes que Brasil. Además EEUU ganaría en el continente meridional un nuevo Cabo Cañaveral pensado ya en la lógica de la nueva carrera de armamentos espaciales.
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El primer lugar para poner a prueba esta alianza es, cómo no, Venezuela. Brasil, que había sido el motor y en buena medida diseñador del «golpe blando» contra Maduro, fue desplazado y dejado en un segundo plano diluido por el protagonismo del lobby miameño y sus aliados. El estancamiento actual de la situación dejó claro a los analistas de EEUU que sin Brasil y su capacidad militar y diplomática, el plan era simplemente inviable. De ahí que el primer pedido de EEUU a Bolsonaro fue habilitar la «interlocución» ahora inexistente con los militares venezolanos y la sorprendente e inesperada visita de honor a la CIA.
Para dejar aun más claras las cosas, Bolsonaro es un servidor fanático del capital nacional brasileño, no un grupi de Trump, le tiró a Trump su disponibilidad para poner al ejército… solo si EEUU se implicaba militarmente también. Por supuesto, estas declaraciones fueron utilizadas rápidamente por la burguesía paulista para soliviantar a los militares contra Bolsonaro. Demasiado tarde: al mismo tiempo Guedes anunciaba los trámites para que éstos quedaran fuera de la reforma de pensiones y desde Washington el presidente volvió rápidamente al discurso de «la diplomacia hasta las últimas consecuencias»…
La magnitud de la jugada se completaba al mismo tiempo en Buenos Aires. Allí Chile, Argentina, Uruguay y Paraguay delineban ProSur, la estructura institucional continental sucesora de la fenecida UnaSur. En apariencia una reedición del bloque anti-venezolano sin Colombia -que será invitada después- liderada, como el grupo de Lima, por Chile. En la práctica quedó claro que, como en el asunto venezolano, Macri y Vázquez se alineaban para evitar el aislamiento y Piñera actuaba como punta de Bolsonaro. ¿Cómo si no puede aspirar a organizar la institucionalidad continental en el mismo momento en el que confiesa su incapacidad para organizar una misa como la cumbre climática?
Resumiento, la estrategia brasileña tiene pues dos ejes: en primer lugar obtener la bendición y el refuerzo militar de EEUU, en segundo lugar convertir su ventaja en alianzas, economía y ejército en un marco institucional continental que alinee a los países de América del Sur con sus intereses.
La estrategia brasileña tiene dos ejes: en primer lugar obtener la bendición y el refuerzo militar de EEUU, en segundo lugar convertir su ventaja en alianzas, economía y ejército en un marco institucional continental que alinee a los países de América del Sur con sus intereses.
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Mientras tanto, la burguesía brasileña sigue en guerra interna y la pequeña burguesía sigue su éxodo hacia Europa y EEUU, huyendo de un lumpen organizado -los comandos– cuyas acciones tienen cada vez un cariz político más marcado. La última: ametrallar un convoy nuclear, no por casualidad simultánea al planteamiento del acuerdo con EEUU. Y lo que es aun más alarmante: las previsiones de crecimiento se han vuelto a revisar a la baja, preocupando sobre todo al capital financiero e industrial paulista adverso a Bolsonaro… y frente al que éste parece no tener ningún ánimo de reconciliación: estando en EEUU, aprovechó para renovar el acuerdo con México que permite a las fabricantes de autopartes estadounidenses y europeas, exportar coches y piezas sin pagar aduanas… lo que inmediatamente causó oleadas de protestas en la prensa paulista. Mourao, ancla del gobierno, ejerciendo de nuevo como presidente en funciones en espera de la vuelta de Bolsonaro, aseguró flemático que la apertura comercial será «lenta, gradual y segura».
El cuadro, junto a las imágenes de un Bolsonaro inflado por los corticoides, los antibióticos y la medicación, dan cuenta de la urgencia con la que Bolsonaro juega lo que entiende como oportunidad histórica. Cada día que pasa la situación económica se descompone y las clases en el poder se fracturan más. El temor en el gobierno a una respuesta de los trabajadores a la reforma de las pensiones se acrecenta por días. La velocidad y la contundencia son las armas de esta particular guerra relámpago de iniciativas porque en realidad no es más que una huida hacia delante.
Cada día que pasa la situación económica se descompone y las clases en el poder se fracturan más. El temor en el gobierno a una respuesta de los trabajadores se acrecenta por días. El «gran juego» de Bolsonaro es una huida hacia delante.

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