Rafael Rodríguez Olmos
El imperio y sus lacayos
venezolanos, deberían saber que quitarle la luz y el agua al pueblo, luego de
haberles quitado todo, no es suficiente para amedrentarlo, y mucho menos para
acobardarlo y quitarle las ganas de vivir.
A decir verdad, ya el pueblo ha
pasado por todo eso y ha resistido con una estoicidad que nadie pudiera creer.
Fueron muchas las veces que el genio Bolívar marchó en su caballo con sus
tropas harapientas a encontrar una batalla que debía ganar para liberar al país,
al continente y construir una tierra libre.
Lo que la historia nunca dijo, la
historia burguesa porque la historia siempre la escriben los vencedores, es que,
tras esas tropas hambrientas, mal vestidas y cansadas, iban las mujeres que
llevaban los ranchos que eran las carretas con la cocina y las provisiones; y
conducían a paso de mula, las carretas que llevaban las medicinas. Eran esas
mujeres aguerridas que no se quedaron en casa cuidando a los muchachos, la
vaquita, los cochinos y las gallinas, que tuvieron la difícil y dura tarea de
curar a los heridos, lavar sus ropas, darles de comer y en muchas ocasiones
tomar su fusil y seguir en la batalla. Esa es una reivindicación que le debemos a
Hugo Chávez, el primer feminista de Venezuela, quien siempre se ocupó de
enaltecer el valor de la mujer venezolana. Yo diría que, de la latinoamericana,
porque no es distinta.
Lo cierto es que jamás en mi vida
había visto tal nivel de cinismo y de inhumanidad en alguien que en esta
dirigencia de la oposición venezolana. Cómo es posible que con ese nivel de
desfachatez digan públicamente, bocajarro, sin prurito de ningún tipo, que el
pueblo se quedaría sin luz y sin agua hasta que no se fuera Maduro. Yo imagino,
porque no soy abogado, que eso es una amenaza de muerte y como tal debe
implicar un delito. Y, además, como en toda sede presidencial, hay mecanismos
emergentes para suplir la falta de cualquier cosa. Es decir, en Miraflores
nunca se va la luz ni el agua, es el pueblo el que debe pagar ese atentado de
unos desalmados, esa insensatez, esa ausencia de concepto político, esa
incapacidad para dirigir. A veces me aterra pensar que son signos de los nuevos
tiempos. ¿Lo son?
Y como de costumbre, se
equivocaron en la cuenta. Pensaron que como llevan dos años de guerra económica
intensa, de sabotaje al suministro de alimentos, de torpedear la atención médica,
de la gente pasar días haciendo cola para que les vendan una bombonita de gas,
de suplicar un tobito de agua, de soportar insultos y maltratos para montarse
en un camión como si fuera ganado, finalmente se rendiría. Creyeron que la
gente iría a Miraflores a matar a Maduro.
De nada sirvió decir mentiras,
montar parafernalias, hacerle creer a sus orates seguidores que ya la pelea
estaba ganada. Escenificar aquel show estulto y mediocre, para el que se
prestaron algunos artistas que yo admiro como Juan Luis Guerra, que justificaba
la supuesta ayuda humanitaria y que sus propios medios de comunicación -para
deslindarse de lo evidente, no por la verdad en sí misma- evidenciaron que no
había medicinas ni alimentos en esos transportes, sino gasolina y utensilios
para preparar armas e instrumentos para la violencia. Luego vinieron sus
propias secuelas, como los militares desertores, a quienes les ofrecieron unos
dólares, pero nadie les pagó y los dejaron allí, abandonados a su destino en
Colombia, de donde los acaban de expulsar. O los malandros a quienes les
ofrecieron dinero para que armaran el alboroto y quemar las gandolas, pero que,
al no pagarles los dólares prometidos, se pusieron violentos contra sus
contratantes. Luego de ese show errático, el autonombrado comenzó una gira
internacional para encontrarse con la dura realidad de ser rechazado por muchos
países en sus aspiraciones en contra del gobierno venezolano. Nadie le explicó
que la diplomacia tiene que ver con muchas cosas, sobretodo con los intereses
entre naciones, y que, hay acuerdos que están por encima de los deseos.
Incluso los propios medios de
comunicación de prestigio como el New York Times -jurado enemigo de Maduro y
del chavismo-, para no “mancharse” huyó hacia adelante y se deslindó de Guaidó,
y de paso publicó que los camiones se quemaron en territorio colombiano. No les
quedó más remedio.
Y de paso, no contaron con la
capacidad diplomática de Maduro y su experiencia para negociar. No tomaron en
cuenta sus seis años de práctica. Y resulto que Nicolás tuvo un manejo
brillante de la real politik, no solo esperando que el enemigo reconociera su
propia derrota, sino reforzando la defensa del país después, con la presencia
sin ambages de asesores militares y equipos rusos y chinos, las dos potencias a
las que está enfrentado el Big Brother.
Por otra parte, el pulso
electromagnético no es nuevo. De hecho, comenzó a usarse desde la Segunda
Guerra Mundial. Se uso luego en Los Valcanes en la desintegración de Yugoslavia
a la muerte de Tito. Se uso en Afganistán para doblegar al pueblo afgano. Es un
arma terrible que forma parte de la Guerra de Cuarta Generación. En dos platos,
interfiere la capacidad de generación de energía permanente de un país. Tan
terrible es, que Trump, casi de inmediato a la prueba que se hiciera contra Venezuela,
emite un decreto de protección sobre su uso en territorio estadounidense. Eso
qué significa, que quien la use, está considerado un traidor a la patria y en
consecuencia le corresponde la pena de muerte.
Una vez que el gobierno
venezolano y sus aliados, lograron descifrar lo ocurrido, los enemigos
acudieron a otros métodos: incendios, disparos contra transformadores o
acumuladores de energía, siempre buscando la forma de anular la capacidad de
operación del país. Llegaron a tal nivel de desfachatez los líderes de la
oposición que el innombrable lo declaró tanto en la Asamblea Nacional como en
la televisión. “Se quedarán sin luz y sin agua hasta que se vaya Maduro”.
Deben estar anonadados con la
resistencia del país. No terminan de entender que van de fracaso en fracaso. El
pueblo no les cree, porque a pesar de la crisis tan profunda que vive, prefiere
apostar a la paz y a la solución de los problemas por vía política.
De tal manera que el innombrable
está culminando sus quince minutos de fama. Hasta los propios periodistas de la
oposición vaticinan su prisión. Allí debería estar ya. Ya el imperio anunció
que la invasión no era posible por ahora y prefiere seguir apostando al
bloqueo.
Es decir, el pueblo venezolano se
eleva a ese nivel de los que llevan años soportando bloqueo, muerte, pérdida
total no solo de bienes materiales, sino de familias enteras. Se acaba de ganar
una nueva batalla con el espectáculo del puente Simón Bolívar. Este sábado
seis, los opositores volvieron a hacer el ridículo. Ojalá y ese ridículo sea
infinito, por el bien del país.
Caminito de hormigas…
Trabajadores del Clap me pidieron una reunión
para informarme que a las cajas recién entregadas les sacaron un kilo de leche,
un litro de aceite y seis latas de atún. Vuelvo a preguntar, por qué a las
cajas no les ponen una cinta adhesiva que diga “no abrir y la cinta está rota,
o si tiene cinta doble”. Creo que eso evitaría esa delincuencia en momentos en
que necesitamos resolver tantos problemas.
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