En las actuales circunstancias los sectores revolucionarios y patrióticos tenemos una tarea histórica. La dinámica sociopolítica lo reclama. Exige transparencia y contundencia en el abordaje de los problemas que la cotidianidad marca a las vivencias de la mayoría de la población venezolana. El discurso y la incontinencia verbal, característico en los últimos tiempos, de buena parte de los actores políticos, tanto del gobierno como de la oposición, debe ceder paso a la sensatez, al sentido común.
En el terreno ideológico y político se escenifican las batallas que definirán el devenir de los próximos años. La lucha entre dos concepciones y modelos radicalmente distintos. Se confrontan la idea de la construcción de una sociedad socialista, y la vuelta al pasado, la restauración neoliberal conservadora. Se confrontan dos modelos de sociedad. La primera idea, está por concretarse. Supone la lucha por la edificación de un nuevo estado, de un nuevo marco de relaciones de producción y organización del trabajo, fundamentados en una lógica distinta a la perversa lógica del capitalismo. Sigue siendo una esperanza, un compromiso con los sectores más vulnerables de la sociedad venezolana, con aquellos, que históricamente han sido relegados, sometidos y explotados por la oligarquía dominante y el gran capital. La segunda idea, es una posibilidad nefasta para los sectores populares y para el conjunto de la sociedad venezolana. La arremetida de la derecha internacional y sus aliados internos incrementan los ataques. Las transnacionales de la comunicación conjuntamente con los grupos mediáticos locales exacerban los ánimos. Construyen matrices de opinión sembrando la desesperanza y odio. Ayudados, sin duda, por la ineficacia gubernamental, por los errores y omisiones cometidos en los últimos años y por la incapacidad para rectificar y revisar. Tratan de imponer el desarrollo de un modelo excluyente, autoritario, que responda a los intereses del capitalismo global.
Para enfrentar esta amenaza es imperativo escuchar. Conocer qué siente, qué padece la mayoría de la población venezolana. Cuáles son sus necesidades, demandas, angustias. El telegobierno, no ayuda, nos aísla, se basa en una relación unidireccional que contradice la democracia participativa y protagónica. La lisonja y el aplauso fácil ahogan la crítica honesta y sincera. En consecuencia, la continuidad del proceso revolucionario está en juego. Los sectores más reaccionarios del espectro político venezolano e internacional están resteados y dispuestos a seguir impulsando acciones orientadas a deslegitimar el gobierno electo democráticamente para propiciar una salida violenta que facilite la vuelta al pasado, irrumpiendo contra el marco constitucional, para acabar con las conquistas y logros alcanzados en los últimos años. Estos sectores, cada día suman adeptos de diversos signos. El oportunismo de derecha e izquierda, una vez más, se hace presente. En circunstancias difíciles como las actuales, se manifiesta. Históricamente ha sido así. Allí están las experiencias de la Revoluciones triunfantes en el siglo XX, y el devenir de las mismas para aprender de esos procesos.
Esta dramática situación no impide profundizar la autocrítica como lo plantea la colega Paula Klachko 1, en un trabajo recientemente publicado, donde plantea la necesidad de abrirnos a la autocrítica constructiva lo cual se complementa con un trabajo de valorización o revalorización permanente de lo logrado, lo avanzado, lo conquistado, que es ¡mucho! en todos los aspectos (p.2). Asumir posiciones críticas frente el proceso revolucionario, es un imperativo ético y político. No implica congraciarse con los enemigos históricos de la Revolución Socialista. No supone renunciar a la posibilidad de construir una sociedad diferente a la sociedad capitalista. Por el contrario, la discusión y el debate son imprescindibles.
Entendemos que la actual coyuntura histórica coloca, a la revolución bolivariana, en el centro de la confrontación global. En el marco de la lucha por restaurar la dominación conservadora-neoliberal, tomar el poder político, por parte de la derecha, en nuestro país es estratégico, para consolidar este objetivo y para derrotar los procesos progresistas y revolucionarios en el continente. Por consiguiente, vencer a la contrarrevolución es una tarea trascendental. No puede haber dudas en los sectores revolucionarios y patrióticos. No obstante, para evitar una catástrofe de magnitudes históricas debemos rectificar, reconectarnos con el sentimiento popular, reconocer nuestros errores, potenciar nuestras fortalezas, para avanzar hacia la transformación revolucionaria. Sólo así haremos realidad la consigna de NO VOLVERÁN. Es el único camino. El tiempo apremia.
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